
“Aunque las monjas deberíamos ser invisibles, Dios nos ha dado ojos y oídos”, dice con rotundidad la hermana Agnes, responsable de la gestión de la Casa Santa Marta en el Vaticano, entre los cardenales divididos, culpables de escándalos y engaños, en “Cónclave” (2024) de Edward Berger. Un papel compuesto principalmente de miradas y muy pocas, pero absolutamente mesuradas palabras, que le valió a la legendaria Isabella Rossellini su primera nominación al Oscar. Y este aura de “invisibilidad” (que sin embargo la mayoría de las veces se compagina con una presencia atenta, discreta e indispensable en la vida de la Iglesia) no ha impedido al cine representar la consagración femenina – religiosas, monjas y abadesas, reales o ficticias- y, por tanto, que se les otorgue la importancia que merecen, también gracias a la interpretación de grandes actrices o actrices que no pocas veces han alcanzado la fama precisamente gracias a ese papel.
Miremos, en primer lugar, la representación de los modelos femeninos de santidad. De ella, emerge una diversidad de lecturas con las que se ha interpretado, por ejemplo, a Santa Clara de Asís, fundadora de las Clarisas. Desde el suave retrato en “Hermano Sol, Hermana Luna” (1972) de Franco Zeffirelli hasta el revolucionario y feminista firmado por Susanna Nicchiarelli en “Chiara” (2022). O Santa Teresa de Lisieux ha tenido el rostro de Catherine Mouchet, entonces debutante, en “Thérèse” (1986) de Alain Cavalier, una reinterpretación bastante libre de la vida de la carmelita francesa.
En “La séptima habitación” (1995), la actriz rumana Maia Morgenstern dio vida a Edith Stein en los años más difíciles de su existencia, en busca de un sentido y un propósito para la vida que encontró en el abandono total a Dios y en su consagración con el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz. Santa Teresa de Calcuta, aún viva, tuvo el rostro de Geraldine Chaplin en “Madre Teresa” (1997) y, recientemente, el de Juliet Stevenson en “Cartas de la Madre Teresa” (2014), basada en la correspondencia epistolar entre la monja fundadora de las Misioneras de la Caridad y su padre espiritual durante casi cincuenta años. Lo que reflejan estas figuras de santidad es sobre todo la voluntad, más o menos acertada, de sacar a relucir su lado más singular con respecto a la vida de la Iglesia de su tiempo, sin renunciar a la dimensión más humana de la fragilidad y la lucha personal o con la sociedad (muchas veces representada como machista).
“Los lirios del valle” (1963) un operaio afroamericano itinerante si imbatte in Arizona in suore tedesche, povere e senza troppi mezzi, le quali accolgono evangelicamente l’uomo che finirà per costruire una chiesa per la vicina comunità messicana; la Madre Superiora di Lilia Skala è esempio di resistenza e resilienza, affidamento alla provvidenza divina – da qui il titolo del film che evoca il celebre passaggio di Matteo 6,28-29 – e ardore missionario di accoglienza e condivisione.
Más interesantes son los protagonistas de obras de ficción, o aquellas vagamente inspiradas en hechos reales, que se distinguen por cierta complejidad narrativa y profundidad psicológica. “Historia de una monja” (1953) de Fred Zinnemann está inspirada en la historia de Marie Louise Habets, una religiosa de la caridad de Jesús y María, interpretada aquí por Audrey Hepburn. La hermana Lucía choca con la rigidez de las reglas y la obediencia del convento al que ha ingresado libremente a pesar de la reticencia de su padre, y se encuentra después de diecisiete años, (pasados en una residencia de ancianos en Amberes y en una misión en el Congo), abandonando la vida religiosa para dedicarse más plenamente a la caridad hacia los que sufren. En “Los lirios del valle” (1963) un trabajador afroamericano itinerante en Arizona se encuentra con monjas alemanas, pobres y sin demasiados medios, que le acogen evangélicamente. Él acabará construyendo una iglesia para la cercana comunidad mexicana. La Superiora, Lilia Skala, es un ejemplo de resistencia y resiliencia, de confianza en la divina providencia –de ahí el título de la película que evoca el famoso pasaje de Mateo 6,28-29– y de ardor misionero.
En “Agnes de Dios” (1985), dos monjas, Anne Bancroft y Meg Tilly, lidian con el misterio del infanticidio de un recién nacido cuya madre era una monja. No olvidemos a la hermana Helen Prejean, aún viva, de la congregación de las Hermanas de San José de Medaille, interpretada por Susan Sarandon, ganadora de un Óscar por “Dead Man Walking” (1995), llamada a ser la directora espiritual de un asesino condenado a muerte. La fe proporcionará tal lucidez que podrá reconciliar la compasión con la justicia y ayudar al hombre a afrontar las consecuencias de sus actos. Las monjas en conflicto entre sí están presentes en la americana Doubt (2008) y la francesa “Agnus Dei” (2016). En la primera, Amy Adams alimenta las dudas de la superiora, Meryl Streep, que quiere incriminar a un sacerdote por abuso de menores; mientras que en la segunda las monjas de un convento polaco, divididas entre ser mujeres por naturaleza y esposas de Cristo por elección, intentarán encontrar en la maternidad —fruto de la violencia— una respuesta inusual a su vocación. Permaneciendo en cine polaco encontramos a Anna, una novicia protagonista de “Ida” (2013) de Paweł Pawlikowski que, en vísperas de sus votos perpetuos, es enviada a visitar a su poco ortodoxa tía quien le revelará las heridas de su pasado.
Otro ámbito que no debe subestimarse es el vinculado a temas escandalosos y deliberadamente provocativos. Asociar la figura “virginal”, o al menos casta, de una monja a la dimensión sexual, ya sea en historias románticas o narrativas eróticas, estimula el interés voyerista del espectador. En “Solo Dios lo sabe” (1957), dirigida por John Huston, un cabo de la marina naufraga en una isla del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, donde conoce a la hermana Ángela (Deborah Kerr), abandonada en la isla tras la huida de la población nativa por temor a una invasión. Termina arrastrada por este hacia la perdición. En “Viridiana” (1961), la primera película rodada por Luis Buñuel desde el exilio, encontramos a Silvia Pinal en el papel de una novicia a punto de tomar sus votos perpetuos, quien durante una visita a su tío, aunque intenta mantener sus ideales haciendo buenas obras, termina envuelta en situaciones decididamente límite.
“Los demonios” (1971) narra la historia de la hermana Juana de los Ángeles (Vanessa Redgrave), superiora de las Ursulinas de Loudoun, físicamente desfigurada por una joroba que la obliga a mantener una postura desequilibrada. Enamorada en secreto del padre Urbano, celosa de su relación con la dulce Madeleine, usará todas las armas a su alcance para hacérsela pagar. “Entre tinieblas” (1983), una obra temprana del español Pedro Almodóvar, nos transporta al convento de las ficticias Redentrici Umiliate, una congregación cuyas monjas, para comprender mejor y salvar a las almas perdidas, también se dedican al pecado. Entre las más recientes, recordamos “Benedetta” (2021), en la que Paul Verhoeven lleva a escena, hasta el límite de la blasfemia, la historia real de la monja italiana del siglo XVII Benedetta Carlini y su relación carnal y sentimental con la joven novicia Bartolomea.
En cuanto a los escándalos, Irlanda tierra católica, domina con obras dedicadas, con mayor o menor ferocidad, a la hora de retratar la severidad o incluso sadismo de las monjas que tratan con jóvenes madres solteras, como en “Las hermanas de la Magdalena” (2002), “Philomena” (2013) y “Small Things Like These” (2024). Otros dos géneros diametralmente opuestos, en los que las religiosas han sido protagonistas, son la comedia y, más recientemente, el terror. En el primer caso encontramos ejemplos como “Las campanas de Santa María” (1945), “Sonrisas y lágrimas” (1965), “Dominique” (1966), “Dos mulas para una mujer” (1970), las dos “Sister Act” (1992 y 1993) y “Come un gatto in tangenziale - Ritorno a Coccia di Morto” (2021). En el segundo grupo, las aterradoras, hay obras como “The Conjuring 2” (2016) con los spin-offs “The Nun” (2018 y 2023), “Crucifixión” (2017) e “Immaculate” (2024).
de Davide Brambilla