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Profetisa de la palabra

 Profetessa  della parola  DCM-007
05 julio 2025

Durante sus clases en Cambridge en la década de 1920, el novelista E.M. Forster argumentó que solo unos pocos escritores son proféticos. Solo unos pocos son capaces de hablar sobre la verdad humana íntima de una manera universal y bíblica. Hablamos de Melville, Dostoievski, Emily Brontë…

Si hubiera impartido sus clases después de la década de 1950, dando así tiempo a publicar “La sabiduría de la sangre” y “Los violentos”, Forster no habría tenido dudas. También la estadounidense Flannery O'Connor, con su fe incandescente en Dios y su literatura, habría entrado en el círculo restringido de lo profético. “Escribo como escribo porque soy católica”, aseguraba. Este don de dolor, sacrificio y talento literario inspiró a Romana Petri para “La ragazza di Savannah” (Mondadori), una novela que narra la infancia y la vida adulta de Flannery O'Connor, nacida en Georgia en 1925 y obligada a estar al cuidado de su madre debido a una enfermedad autoinmune que la llevaría a la muerte a los 39 años. Mary Flan, este era el verdadero nombre de la escritora que hoy se considera un inmenso talento de la literatura estadounidense, estudió las Sagradas Escrituras y observó aves durante toda su vida porque adoraba los pavos reales y las gallinas. Y, por supuesto, escribía.

“¿Qué es la fe sino el drama de un hombre que confía en Dios tras haberlo rechazado?”, pregunta la joven O'Connor a su madre, intentando explicarle la novela “La sabiduría de la sangre” que escribe junto a su cama. “La van a tomar por loca”, advierte un familiar que conoce la trama. La novela habla de un hombre que quiere una Iglesia sin Dios, un predicador ciego, una historia de redención con elementos de violencia que parecen episodios del Antiguo Testamento. Mary Flan no estaba loca; más bien modeló su escritura inspirándose en la Biblia. Petri sigue a O'Connor como si estuviera presente en esa vida excepcionalmente provinciana y universal a la vez. Relata sus vivencias y su alma, su éxito, las conferencias que impartió en universidades, la certeza de que la enfermedad era un camino necesario: “Soy coja. ¿Por qué debería deprimirme? No se puede vivir sin sufrimiento”, le hace decir Petri. También escribe un Diario de Oración: “Quiero ser la mejor artista posible, al servicio de Dios”. La joven de Savannah es, en definitiva, la fiel imagen del espíritu de Mary Flan, una criatura llena de vida y sarcasmo, sumamente divertida. En resumen, una profetisa que también sabía reír.

de Laura Eduati