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Del trauma a la trascendencia: reescribiendo la maternidad espiritual

Madre, materia sacra

 Madre, materia sacra  DCM-007
05 julio 2025

Dado que la contemporaneidad es un concepto muy inestable, para desarrollar una reflexión al respecto es necesario establecer un punto de partida. Por lo tanto, para una reflexión sobre la actual dimensión sagrada de la maternidad en el ámbito cinematográfico, resulta interesante partir del 75.º Festival de Cine de Venecia (2018), donde compitieron “Roma”, de Alfonso Cuarón (ganadora del León de Oro y tres Óscar); y “Suspiria”, de Luca Guadagnino (remake de la película homónima de Dario Argento). Se trata de dos películas con posturas opuestas en teoría, pero interconectadas por la fuerza disruptiva con la que exploran (desarrollando una dirección antitética) la idea de “una madre espiritual”.

Desde los albores de la civilización hasta nuestros días, la maternidad permanece ligada a la sacralidad. La ciencia ha explorado todo el proceso con minucioso detalle, pero la chispa “inefable” de la que surge otra vida sigue suscitando un asombro infinito y (no tiene sentido negarlo) un profundo temor. Esta duplicidad se refleja en la propia percepción de la imagen que cada persona tiene de su propia madre. Citando a Carl Gustav Jung, el arquetipo de la figura materna “se proyecta sobre la madre concreta, atribuyéndole poder y encanto. El prototipo de madre heredado por el niño influye decisivamente en la idea que se formará de su propia madre”. Y, dado que cada arquetipo presenta aspectos luminosos y oscuros, la imagen materna puede manifestarse, tanto en una forma brillante (conectada a una esfera divina de sabiduría, ternura, generosidad y fertilidad), como en una forma oscura (de ahí la figura de “bruja” o “mater terribilis”). Dado que la dimensión sagrada humana está directamente relacionada con la arquetípica, la idea de la maternidad espiritual es a la vez el punto de apoyo de “Roma” (donde la humilde criada Cleo se convierte en el eje emocional de la rica familia que cuida) y de “Suspiria” (en la que la protagonista, repudiada por su madre y decepcionada por la alternativa esotérica, se convierte ella misma en la Mater suprema, abrazando un matriarcado pagano oculto a la mirada masculina).

Más allá del género de terror (donde siempre está presente la ansiedad gestacional), el cine contemporáneo, especialmente el cine femenino, se inclina particularmente a rechazar lo que llama “falsa propaganda sobre los placeres de la maternidad”, explorando sus aspectos más controvertidos, desde los hijos de la violencia (un tema que ahora debaten incluso autores no occidentales, como Meryem Benm'Barek en “Sofía”, 2018) hasta la depresión posparto (basta pensar en las recientes “Night Bitch” de Marielle Heller, 2024, y “Die My Love” de Lynne Ramsay, 2025); desde la angustia de perder un hijo (“Pieces of a Woman” de Kornél Mundruczó, 2020) hasta el deseo obsesivo de tener uno (“Lamb” de Valdimar Jóhannsson, 2021, “Les Enfants des autres” de Rebecca Zlotowski, 2022), hasta la negativa a continuar el embarazo (“L'Événement” de Audrey Diwan, 2021).

Por lo tanto, cabe preguntarse si, en la gran pantalla actual, todavía hay espacio para expresar un concepto de maternidad que vaya más allá del trauma (o la beatificación acrítica), y la respuesta, sorprendentemente, es sí. De hecho, en los últimos años casi parece que el séptimo arte está redescubriendo su profunda espiritualidad. Capaces de amar sin reservas a niños adoptados o menos afortunados (“Vittoria” de Alessandro Cassigoli y Casey Kauffman, “Once Upon a Time My Mother” de Ken Scott, 2025), las nuevas madres cinematográficas no se limitan a cuestionar las convenciones sociales (“Madres paralelas” de Pedro Almodóvar, 2021, “Broker” de Hirokazu Kore’eda, 2022, “Holy Rosita” de Wannes Destoop, 2024), sino que llegan a trascender los límites de la vida misma, para ser entendidas tanto en un sentido existencial (“Piccolo corpo” de Laura Samani, 2021, “The Eternal Daughter” de Joanna Hogg, 2022) como en un sentido espacio-temporal (“Petite Maman” de Céline Sciamma, 2021, y “Everything Everywhere All At Once” de Daniel Kwan y Daniel Scheinert, 2022).

Y si de la mirada compasiva de Maura Delpero (autora “Maternal”, 2019) era casi legítimo esperar una reflexión con implicaciones místicas como la de “Vermiglio” (2024). Julia Ducournau pasa del híbrido feto-máquina que devasta el útero femenino (“Titane”, 2021) a la apología del abrazo maternal como último baluarte contra la disolución del mundo circundante (“Alpha”, 2025).

Quizás porque vivimos en tiempos de soledad desesperada y, como sugirió el Papa Francisco, las madres (de sangre y de corazón) siguen siendo el antídoto más fuerte contra la propagación del individualismo egoísta.

de Angela Bosetto