
“Esto es lo que soy”, susurra Arsa con solemnidad, negándose a la compañía de nadie. Firmada por el dúo de videoartistas y cineastas Masbedo (Nicolò Massazza e Iacopo Bedogni), Arsa (2024) es la última película, en orden cronológico, que narra el viaje solitario de algunas mujeres que, impulsadas por distintas motivaciones y de diferentes maneras, han elegido el ermitañismo como una dimensión espiritual, entendida desde el punto de vista laico. Un tema que el cine contemporáneo declina de diferentes maneras, pero todas unidas por la creencia de que, a través del aislamiento voluntario, las protagonistas pueden vivir la experiencia íntima de lo sagrado en gestos cotidianos sencillos y al margen de los dogmas. Mujeres que caminan, esperan, escuchan, buscan, crean, resisten y custodian la memoria.
Arsa es una adolescente huérfana de padre, artista y artesano, que decide vivir sola en una cabaña en la isla de Stromboli. Creyendo en la autosuficiencia a toda costa, se protege de la contaminación turística viviendo en simbiosis ecológica con una naturaleza salvaje, pero a la vez generosa. La de Arsa es una forma de revolución resiliente y silenciosa, dedicada a escuchar el silencio y observar lo invisible que se esconde en todo, incluso en los residuos abandonados por los humanos y traídos a la orilla por el mar, que la joven recoge cada día en las playas. Porque para esta ermitaña, la naturaleza es un altar que se debe contemplar a diario y preservar de cualquier intento de profanación. Y en su existencia dedicada a la soledad, la independencia y la ecología, Arsa también se convierte en guardiana de los recuerdos de su padre, aquellos que le enseñaron a regenerar los residuos transformándolos en pequeñas obras de arte.
Aunque en un contexto espacio-temporal e histórico diferente, la existencia de Arsa tiene puntos en común con la de Fani, la joven esposa de Franz, quien permaneció en casa esperando cartas de su esposo, objetor de conciencia por ser católico, pero reclutado a la fuerza en el ejército de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Inspirada en la vida del austriaco Franz Jägerstatter a través de su correspondencia, A Hidden Life (2019) de Terrence Malick, presenta a su coprotagonista Fani como la expresión de una espiritualidad silenciosa, que vive la espera en la intimidad del hogar en un pueblo perdido en los Alpes, donde los gestos sencillos de cada día se convierten en oración. Ella es una ermitaña forzada que convierte el aislamiento en una vida cotidiana sagrada como forma de resistencia y resiliencia en paralelo al encarcelamiento de su esposo.
En clara oposición a establecerse en un punto fijo, viajar en solitario como dimensión de la identidad —y, por lo tanto, como gesto ético-espiritual dentro del secularismo— es lo que caracteriza al menos dos de los títulos más significativos que se centran en mujeres solteras en la carretera. Se trata de “Wild”, del difunto Jean-Marc Vallée, con guion de Nick Hornby, y “Nomadland”, de Chloé Zhao. Inspirada en las memorias autobiográficas homónimas de Cheryl Strayed, “Wild” retrata a la joven en su viaje por los senderos del Pacific Crest Trail: “una peregrinación” en busca de sanación y redención para el cuerpo, la mente y el alma de las múltiples heridas de la vida (duelo, separaciones, drogas). El santuario al que aspira Cheryl es interior y, en su opinión, se puede alcanzar a través de la ósmosis/resistencia mística con/hacia la naturaleza salvaje (el “wild” del título), así como renunciando a las comodidades de lo cotidiano para aprender a afrontar las propias fragilidades a diario en una soledad deliberada.
Mientras que el camino casi expiatorio de la joven estadounidense corresponde a un segmento existencial, el viaje de su compatriota Fern, de mayor edad, define una elección permanente de vida nómada. La protagonista de “Nomadland” es una figura contemporánea, ermitaña y errante. En abierto contraste con los dictados del capitalismo deshumanizante, Fern ofrece una propuesta ética existencial, en total autonomía y soledad, pero abierta a la comunicación y la solidaridad con quienes la rodean. Su nomadismo eremítico adquiere así la geometría de un espacio de trascendencia, contemplación y sacralidad laica.
de Anna Maria Pasetti