· Ciudad del Vaticano ·

El legado del Papa Francisco

Las mujeres en la Iglesia

 Las mujeres en la Iglesia  SPA-007
05 junio 2025

Anita Cadavid*

Han pasado pocas semanas desde la muerte del Papa Francisco. La Iglesia ha dado una viva bienvenida al Papa León XIV. Aunque todavía es pronto, deberíamos comenzar a enumerar algunas líneas fundamentales del legado de Francisco en muchos temas, incluido el tema que concierne a las mujeres en la Iglesia. El propósito no es otro que hacer una síntesis que nos permita como Iglesia atesorar palabras y acciones para reconocer la acción de Dios, que siempre guía a su pueblo.

El Papa Francisco consideró a las mujeres como una de las prioridades para la conversión pastoral y misionera. Por lo tanto, este legado se podría resumir en tres aspectos: el respeto de los derechos y la dignidad de las mujeres, la promoción de la contribución de las mujeres dentro de la Iglesia y la reflexión sobre la Iglesia a partir de las categorías femeninas.

Reconocimiento de los derechos de la mujer como un valor para la Iglesia:

Durante su discurso a los miembros del CELAM en septiembre de 2017 (en su visita apostólica a Colombia) el Papa Francisco afirmó que era un deber comprender, respetar y valorar la fuerza eclesial y social de todo lo que las mujeres realizan. Esto es parte fundamental de la reflexión sobre los laicos, sobre el hecho de abrir más espacios también a los laicos, fortaleciendo la vocación laical. Aquí, sin embargo, tratamos de abrir espacios para las mujeres, entonces, ¿cuál es tu contribución específica al superar todos los estereotipos?

Ya en el pontificado de Juan Pablo II, la Iglesia pidió perdón por las veces que permitió que la dignidad de la mujer fuera herida a causa de abusos, clericalismos y muchos otros comportamientos poco evangélicos, y se comprometió a hacer lo que correspondiera para seguir promoviendo una cultura de reciprocidad entre hombres y mujeres. Esto es clave. El 5 de octubre de 2017, en su discurso a la Pontificia Academia para la Vida, Francisco afirmó

La alianza del hombre y de la mujer está llamada a tomar en sus manos la batuta de toda la sociedad. Esta es una invitación a la responsabilidad por el mundo, en la cultura y la política, en el trabajo y en la economía; y también en la Iglesia. No se trata simplemente de la igualdad de oportunidades o del reconocimiento recíproco. Se trata, principalmente, del acuerdo de los hombres y las mujeres sobre el sentido de la vida y sobre el camino de los pueblos. El hombre y la mujer no sólo están llamados a hablarse de amor, sino a hablarse, con amor, de lo que tienen que hacer, para que la convivencia humana se realice a la luz del amor de Dios por cada criatura. Hablarse y aliarse, porque ninguno de ellos —ni el hombre solo, ni la mujer sola— es capaz de asumir esta responsabilidad. 

De estas palabras se concluye una fuerte convicción de que la dirección de la sociedad no puede ser llevada a cabo por una sola porción de la población, sino por todos los sectores. En este caso, la sociedad sólo puede llevarse adelante si las mujeres y los hombres se unen sin oposición dialéctica. El reconocimiento de los derechos de la mujer en la Iglesia pasa por esta certeza. Si vamos más allá, se trata de poner plenamente en práctica lo que la Lumen Gentium afirmó hace sesenta años: la Iglesia es el Pueblo de Dios y todas las vocaciones están al servicio unas de las otras.

La puesta en práctica de tal verdad presupone un compromiso por parte de todos los bautizados. Tal convicción debe inspirar acciones concretas que conduzcan a abrir espacios significativos para las mujeres, reconociendo no solo sus valores y habilidades, sino sobre todo el don que somos para la Iglesia.

De sus labios hemos aprendido la fe; casi con la leche de sus senos hemos adquirido los rasgos de nuestra alma mestiza y la inmunidad frente a cualquier desesperación. Pienso en las madres indígenas o morenas, pienso en las mujeres de la ciudad con su triple turno de trabajo, pienso en las abuelas catequistas, pienso en las consagradas y en las tan discretas artesanas del bien. Sin las mujeres la Iglesia del continente perdería la fuerza de renacer continuamente. Son las mujeres quienes, con meticulosa paciencia, encienden y reencienden la llama de la fe.

Iniciar procesos

Esto parece ser una consecuencia necesaria del punto anterior. ¿En qué consiste la implementación de este reconocimiento y alianza? Supone iniciar procesos para que primero se reconozca lo que las mujeres hacen por la Iglesia. ¿Qué procesos podemos ver activados en el pontificado del Papa Francisco?

Lo considero sobre todo un proceso en el que él mismo ha "removido las aguas" para que se tomaran las decisiones que estaban pendientes de ser tomadas. Un ejemplo es la mayor presencia de mujeres en puestos de decisión en la Iglesia, la reflexión más profunda sobre el diaconado femenino, la presencia de mujeres laicas y religiosas con voto en el sínodo sobre la sinodalidad, entre otras. Lo más importante es entender estos procesos como lo que realmente son: una puesta en práctica de la vocación bautismal de los laicos y, de modo particular, de las mujeres. Algunos nombramientos bien conocidos son: Barbara Jatta como Directora de los Museos Vaticanos (2017), Linda Ghisoni y Gabriela Gambino como Subsecretarias del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida (2017), de Sor Alessandra Smerilli como Subsecretaria del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral (2021), de Sor Nathalie Becquart como Subsecretaria del Secretario del Sínodo de los Obispos (2021), de Emilce Cuda como subsecretaria de la Comisión Pontificia para América Latina (2022), Maria Lia Zervino como miembro del Dicasterio para los Obispos (2022), y finalmente en 2025 Sor Raffaela Petrini como Presidenta de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano y Sor Simona Brambilla como Prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Otro ejemplo de estos procesos se encuentra en la carta en forma de motu proprio Spiritus Domini (2021) en la que se establece que lectorado y acolitado son ministerios laicos y por lo tanto pueden ser ejercidos tanto por mujeres como por hombres. La instauración de nuevos ministerios como el del catequista es, sin duda, un gesto en el que se reconocen las actividades que siempre han realizado los laicos, ahora vividos como ministerios. Son signos claros, hay que seguir abriendo caminos con creatividad y profecía, siempre en plena fidelidad al Magisterio de la Iglesia.

Pensar la Iglesia con categorías femeninas

El tercer elemento se refiere a la ampliación de la comprensión de la Iglesia. Entendiéndola a partir de las categorías femeninas. Esta tarea es una invitación a desarrollar una teología de la mujer. Aceptar el llamado a vivir en alianza con los hombres podría iluminar este punto. "La Iglesia es mujer", dijo Francisco, sosteniendo que la Iglesia debe mantener su vocación de esposa y madre. ¿Qué significa esto? La Iglesia debe tener siempre vivos sus rasgos femeninos: el misterio del don de vida presupone generatividad desde dentro, preocupación constante por los hijos, no es novedad que la fe en gran parte del mundo es transmitida por las mujeres. Esto va más allá de la mera apertura de espacios y muestra el deseo de no detenerse en resoluciones con motivaciones funcionales, sino en decisiones proféticas y evangélicas.

No es posible decir que este legado tome la forma de caminos que ya están completos y realizados. Son puertas que se han abierto, horizontes amplios a los que dirigimos nuestra mirada. Corresponde a la Iglesia hoy continuar esta reflexión, siempre con la mano de acciones concretas que permitan a cada uno de los bautizados poder vivir plenamente su vocación. Desde el Instituto de Estudios de la Mujer del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum hemos seguido de cerca esta discusión y, para ello pusimos en marcha en el año 2019 un Joint Diploma que ilumine a través de la investigación y la docencia el papel de las mujeres en la Iglesia. Este proyecto cuenta hoy con el respaldo de 8 universidades pontificias. En el año académico 2025-2026 lanzaremos la sexta edición. El curso tiene una duración de 5 meses y en sus cinco ediciones hemos contado con estudiantes provenientes de los cinco continentes tanto hombres como mujeres, con quienes hemos discutido temas importantes, compartido experiencias y preguntas. Gracias a que el programa es totalmente online muchas más personas pueden acceder a él sin necesidad de venir a Roma. Queremos crear un laboratorio de ideas que, en línea con el magisterio pueda profundizar acerca del papel de las mujeres en la Iglesia, sin que este se reduzca a una función, sino que pueda fungir como profecía y servicio a la misma Iglesia y al mundo.

*Directora Instituto de Estudios superiores de la mujer del Pontificio Regina Apostolorum - APRA