· Ciudad del Vaticano ·

Dos Papas de nombre León, una sola Iglesia

 Dos Papas de nombre León, una sola Iglesia  SPA-007
05 junio 2025

Arturo López

El Papa León desde sus primeras intervenciones ha insistido en la unidad. Y resulta curioso ver la similitud que existe entre el sermón IV atribuido a su antecesor León I, magno y el discurso del Papa León XIV al Colegio Cardenalicio del sábado 10 de mayo de 2025. Se respiran sentimientos sinceros muy semejantes expresados por ambos sucesores de Pedro.

«Gaudeo, Dilectissimi», escribía León Magno en dicho sermón, «de religioso vestrae devotionis affectu, et Deo gratias ago, quod in vobis pietatem christianae unitatis agnosco». («Me alegro, carísimos, del afecto de vuestra devoción, y doy gracias a Dios porque reconozco en vosotros la piedad de la unidad cristiana»). Y León XIV al colegio cardenalicio dijo: «Ante todo, sé que cuento siempre, siempre, con su auxilio, el auxilio del Señor, y, por su Gracia y Providencia, con la cercanía de ustedes y de tantos hermanos y hermanas que en el mundo entero creen en Dios, aman a la Iglesia y sostienen con la oración y las buenas obras al Vicario de Cristo».

Ya en este punto se respira la comunión y el espíritu eclesial que comunican ambos pontífices.

«Omnes tamen, continuaba escribiendo León Magno, sicut ait Apsotolus, in Christo unum sumus», (Todos, pues, como dice el Apóstol, somos uno en Cristo ) León XIV, por su parte en su escudo reportará el lema “In illo uno unum”. De esta manera en ambos Pastores se toca con tanta fuerza la fuente viva del evangelio. León XIV a los cardenales decía: «Es el Resucitado, presente en medio de nosotros, quien protege y guía a la Iglesia, y continúa a reavivarla en la esperanza, a través del amor que «ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,5)». Es como si quisieran dejar claro que no es tanto la obra de un hombre singular sino que se trata de un elegido por Dios y su pueblo para que con la Palabra, orienten, iluminen y gobiernen la Iglesia. Así León XVI: «A nosotros nos toca ser dóciles oyentes de su voz y ministros fieles de sus designios de salvación, recordando que Dios ama comunicarse, más que en el fragor del trueno o del terremoto, en «el rumor de una brisa suave» (1 R 19,12) o, como lo traducen algunos, en una “sutil voz de silencio”».

«Et tamen de toto mundo», continuaba la pluma de León Magno, «unus Petrus eligitur, qui et universarum Gentium vocationi, et omnibus Apostolis, cunctisque Ecclesiae patribus praeponatur: ut quamvis in populo Dei multi sacerdotes sint multique pastores, omnes tamen proprie regat Petrus, quos principaliter regit et Christus». (Y, sin embargo, de entre todos en el mundo fue elegido un solo Pedro, el cual antepone su vocación a favor de todas las gentes, de todos Apóstoles y de todas las partes de la Iglesia; pues, aunque dentro del pueblo de Dios existen muchos sacerdotes y tantos pastores, a todos los gobierna propiamente Pedro, a los cuales gobierna ante todo el mismo Cristo). Y León XIV, por su parte añadiría: «Hemos visto cuál es la verdadera grandeza de la Iglesia, que vive en la variedad de sus miembros, unidos a su única Cabeza, Cristo «Pastor y Guardián» (1 P 2,25) de nuestras almas. Ella es el vientre en el que también nosotros fuimos generados». De nuevo esta sintonía en la convicción de la unidad en Cristo cabeza, fulcro y motor de cualquier actividad y vida de la Iglesia. Y es esta misma línea que León Magno expresa con grande convicción: «Super hanc fortitudinem» aeternum extruam templum, et Ecclesiae meae caelo inferenda sublimitas in huius fidei firmitate consurget». («Sobre esta (piedra), construiré un templo eterno, y la sublimidad que le es conferida por el cielo a mi Iglesia, precisamente se consolidará en la firmeza de esta fe»). Y León XIV, más adelante animará a mantener esta ruta este camino desde la fe, desde el Evangelio, pues «se trata de los principios del Evangelio que animan e inspiran, desde siempre, la vida y la obra de la Familia de Dios.

Un nuevo Papa ha sido elegido, hemos escuchado con el corazón en la mano aquél: Habemus Papam. Las palabras del protodiácono, que abrían el telón de un escenario que está por comenzar. Annuntio vobis gaudium magnum. Frase que hacen resalir a la elección del Papa Martín V (1417), e inspirada seguramente en Lucas (2, 10-11), “he aquí que la Virgen concebirá” es el Ecce del de la historia de la salvación. Ese “heme aquí” de la llamada de cada apóstol. Ese “heme aquí”, invitación, promesa, misión. Como si el cuadro del Caravaggio en su vocación de Mateo cobrara vida y le diera al apóstol el rostro del nuevo Pontífice. Una llamada y una invitación a apacentar las ovejas, el rebaño del Pueblo de Dios. En Caravaggio, una mano iluminada, muy semejante a aquella pintada por Miguel Ángel en su Creación de la Capilla sixtina. La misma mano divina diseñada que intenta tocar la del hombre, creatura hecha a su imagen, y es esa mano que cae del cielo, la respuesta del mismo Dios a este “heme aquí”, a ese acepto esta misión, y que hace resonar con mayor potencia ese “no te dejaré solo en tu camino. Yo estaré contigo”.

Dos cuadros, una realidad, dos escenarios, dos representaciones pictóricas que introducen este camino de continuidad. Se trata de un “ecce”, un “Ecce homo”, frase dicha por Pilato que presentaba el cuerpo martirizado de Cristo.

Un camino, el del Papado marco por la cruz y la luz, cuya fuerza y resplandor nos llegan desde Pedro, pasando por la vida y obras de León Magno y ahora con su sucesor León XIV, estos dos Papas apoyados en la enseñanza milenaria de los tantos sucesores de san Pedro, que continuarán a perpetuar la promesa hecha una vez por el mismo Cristo: «Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo».