
Rocío Lancho García
Trujillo, ciudad peruana situada en la costa norte, la tercera más poblada del país, fue uno de los destinos de la etapa del padre Robert Prevost, ahora Papa León XIV, en Perú. Allí, fue profesor de Derecho Canónico y Patrística y director de estudios en el Seminario Mayor San Carlos y San Marcelo.
Entre los alumnos de Prevost en el Seminario de Trujillo está Juan Roger Rodríguez Ruiz, rector de la Universidad Católica de Chimbote, Perú. “Era una persona sencilla y amable, muy inteligente, pero sobre todo cercano, con actitud de escucha”, cuenta a L’Osservatore Romano el padre Juan Roger. Asimismo, cree que el Papa León XIV “fraguó su identidad sacerdotal y episcopal en el Perú, donde se encarnó como misionero al compartir su experiencia de fe con la gente sencilla, de la que aprendió a tener corazón peruano”. Recordando los años del Seminario, explica: “cuando nos enseñaba, recién estrenaba su doctorado en Derecho Canónico, era metódico, sabía explicar y sus clases se hacían interesantes donde resaltaba su espíritu genuino, sus deseos de aprender sobre esta tierra peruana, pero sobre todo su disponibilidad y cercanía”. El padre Juan tiene una imagen precisa en su mente, donde lo recuerda muy joven, unos 33 años, conversando después de clase en el pasillo del seminario. “Allí continuaba explicándonos sobre algunos temas que se suscitaban en la clase y lo hacía siempre con amabilidad”. De él destaca algunas características: “era sobrio, prudente y hablaba poco, pero las veces que lo hacía era con propiedad, conocimiento y a la vez con caridad”.
El padre Juan tiene también “otro lindo recuerdo” del día de su ordenación sacerdotal en el año 1992, donde Prevost estuvo presente. “Su rostro expresaba recogimiento y serenidad, era una alegría tener a nuestro profesor en el día de nuestra ordenación sacerdotal y más aún saber que me impuso las manos el hoy Papa León XIV”. Cuando fue elegido Papa y tomó el nombre de León XIV, su antiguo alumno enseguida lo asoció a una de sus clases cuando les habló de León XIII como el Papa que había afrontado un tiempo peculiar durante la revolución industrial y que con la Encíclica Rerum novarum abordaba la cuestión social y la defensa de la dignidad humana y del trabajo. “Ahora nos dice que también afrontamos la revolución de la tecnología y la inteligencia artificial, un mundo ya no dividido entre capital y trabajo, sino entre personas y algoritmos”, añade el padre Juan. Finalmente asegura que Prevost es “un misionero con ardor evangelizador, con sabiduría y prudencia para saberse conducir, pero sobre todo con un corazón generoso que logra descubrir la presencia de Jesucristo en cada persona y circunstancia”. Nuestra experiencia - asevera - nos indica que es un hombre sencillo y cercano, un cristiano de profunda fe y sensibilidad humana y un pastor que conoce a los suyos. “En suma, es un Papa prudente y audaz, con claridad doctrinal e intuición evangélica y audacia evangélica que mira más allá de los confines del mundo para llevar la alegría del Evangelio”, concluye.
La Hermana Mercedes Calleja, de la Compañía del Corazón de Jesús, es una misionera española que llegó a Perú hace ya cuarenta años. Cuando supo que Prevost había sido elegido Papa sintió mucha alegría. Y es que la hermana Mercedes trabajó cuatro años en el Seminario de Trujillo. Ella había estudiado en la Universidad Gregoriana de Roma, bachiller y licencia en Teología Bíblica. “Yo daba clases a los seminaristas y el director de estudios era el padre Prevost”, recuerda la religiosa. “Había mucha armonía entre los profesores y los alumnos, creaba un ambiente muy agradable”, asegura la hermana Mercedes. Asimismo, afirma que se sintió valorada y acogida por él. “Para mí fueron unos años muy buenos y positivos. Él era muy agudo y eficaz, también educado”, concluye.
Grimaldo Garay Zapata, es sacerdote de la Congregación del Santísimo Redentor, más conocida como los Misioneros Redentoristas. Actualmente trabaja en la ciudad de Piura, en Perú. Él también conoció al Papa León XIV en los años 90, en el Seminario de Trujillo. Al igual que sus compañeros le recuerda “como un sacerdote muy cercano a los alumnos, muy comprensivo con todos”. Del mismo modo, recuerda también que “era muy exigente en los estudios y más que acentuar el memorismo de los cánones, te invitaba a la reflexión y a darle un sentido pastoral a las leyes de la Iglesia”. Así como era exigente, “también era muy compasivo con los alumnos, te daba oportunidades para salvar el curso con exámenes orales, trabajos y reflexiones”. Igualmente, afirma que el profesor Prevost “era muy responsable con sus clases, en pocas oportunidades las dejaba y si tenía que viajar, se las arreglaba con otros colegas para reemplazarlas y no perder horas de estudios”. Por otro lado, el padre Grimaldo explica que Prevost “fomentaba el diálogo, el debate entre los alumnos, podíamos expresarnos libremente sobre las leyes de la Iglesia, pero al final el P. Robert Prevost, concluía con firmeza y sensatez, dando razones de los argumentos y leyes de la Iglesia en el derecho canónico”. Explicaba el derecho canónico - precisa el sacerdote - no desde la mera legalidad, sino dándole el sentido pastoral y compasivo para los cristianos. Recuerda al Papa León XIV, como “un profesor alegre, jovial, cercano, compasivo y comprensivo con los estudiantes”. Concluye asegurando que “con el profesor Prevost, puse las bases de mi ministerio sacerdotal: ‘Por encima de las leyes está la persona humana’”.
El padre Antonio Pun Lay, no fue su alumno, pero conoció a Prevost en el año 1998, cuando organizaron juntos el segundo encuentro nacional para jóvenes agustinos en Trujillo. Actualmente es director general del Colegio San Agustín de Iquitos. Antonio define a Prevost como una persona “muy dialogante y con mucha capacidad para escuchar”. Gracias a Prevost, visitó la casa de formación de Trujillo y después ingresó como agustino. El padre Antonio había estudiado Ciencias de la Comunicación y trabajaba en proyectos de radio y también en temas relacionados con la salud. Todos estos argumentos, la vocación, la vida y los planes de Dios, los conversó con Prevost, y también pudo compartir con él cómo le llegó la vocación de religioso agustino. A lo largo de estos años han coincidido en otras ocasiones, en España, en Pavía y en Nigeria. En todos estos encuentros, “la sensación seguía siendo la misma, una persona que se interesaba por ti, te preguntaba cómo te iba, qué estabas haciendo, como evolucionaba tu proceso personal. Algo que hace mucha falta en este tiempo, una persona que escucha y no impone. Una persona que dialoga. Es una gran virtud que tiene el Papa”. En 2011 el padre Antonio finalizó los estudios en España y regresó a Iquitos, donde de nuevo se vio en varias ocasiones con Prevost. “En Iquitos hemos conversado mucho ya que le invité a visitar las fraternidades, le invité a reunirse con los jóvenes agustinos. Para estos jóvenes ha sido algo muy importante, en estos días han sacado las fotos que tenían guardadas en las que estaban con el ahora Papa León XIV. Una gran alegría para ellos”. En esos encuentros, recuerda el padre Antonio, él “nos trasmitió mucho de su conocimiento sobre San Agustín, sobre la comunidad, el valor de la amistad, cuestiones que son importantes para nuestro mundo hoy”. La última vez que vio a Prevost fue en Iquitos, en la ordenación del monseñor Miguel Ángel Cadenas, en esa ocasión cruzaron pocas palabras, pero la sensación siempre era la misma, estar con alguien que preguntándote cosas es capaz de hacerte sentir escuchado y acompañado.
Otro antiguo alumno es Luis Antonio Palomino, sacerdote de la diócesis de Chimbote, que desde hace un año trabaja en la diócesis de Saint Cloud en el Estado de Minnesota, en Estados Unidos. Estuvo en el Semanario mayor de Trujillo entre 1987 y 1994, donde “tuvo el privilegio” de tener a profesores de la orden de los jesuitas y de los agustinos. “Como profesor destacaba por ser muy ordenado, también era director espiritual y director de estudios”, asegura. El padre Luis Antonio, recuerda que en esos años tuvo una relación muy cercana con los agustinos, tanto seminaristas como padres. Y de Prevost recuerda que “era muy cercano, hombre de sabiduría e inteligencia, muy fácil hacer amistad con él, en esta relación de alumno/formador”. Todos nosotros - prosigue - tenemos grato recuerdo de nuestro seminario y de nuestra formación. Siente una “gran alegría y entusiasmo por haber conocido de forma tan cercana al ahora Papa León XIV”. Asegura que “continuará trabajando por la Iglesia como siempre lo ha hecho, como hizo como misionero en Perú. Teniendo esa sensibilidad y corazón para con los más pobres, para los vulnerables de nuestra sociedad. Sé que va a escuchar a todos, va a guiarnos por las huellas del Señor”.
Recuerdos similares tiene el padre Carlos Rea, también de la diócesis de Chimbote. Destaca en primer lugar la cercanía del padre Roberto Prevost en su etapa de profesor en el Seminario. Recuerda su “claridad extraordinaria en su explicación, metodología, trato y cordialidad”. A pesar de su juventud, observa el sacerdote, tenía mucha claridad. “Era nuestro amigo, le podíamos tratar, le podíamos preguntar, después de las clases podíamos hablar cualquier tema con él, él respondía. Siendo él tan joven, se creó con nosotros una amistad extraordinaria, muy cercana”, recuerda el padre Carlos. Después, regresó a Chimbote, pero siguieron viéndose porque los exseminaristas regresaban de visita al semanario y “allí seguíamos conversando, pero ya en otro nivel. Ya desde la parte sacerdotal, la parte ministerial, era como un guía espiritual”, afirma. Al mismo tiempo, asegura que, para ellos, sus antiguos alumnos, “ha sido un gozo”, y no se extraña que haya sido elegido Papa. “Es un hombre muy centrado, que no busca protagonismo, sino hacer las cosas bien”, asevera. Reconoce haberse nutrido “de su sabiduría, de sus enseñanzas, de sus consejos y ciertamente es algo extraordinario que voy a guardar con mucho cariño, como un tesoro”. También cuenta que cuando Prevost era ya obispo de Chiclayo, les visitó en la diócesis de Chimbote. En esas ocasiones “hemos conversado y siempre hemos tenido un espacio para un diálogo fraterno, a veces corto, pero siempre de gratitud por lo que hizo por nosotros, nos dio una formación sólida en Derecho Canónico”.
El padre Jorge Arturo Miñan, de la parroquia Santa María Magdalena, ciudad de Casma, en la diócesis de Chimbote, también recuerda a Prevost. Aunque no fue directamente alumno suyo, lo veía por el seminario. Lo que sabe de él, es lo que le contaron los padres mayores redentoristas, cuando vivía en Trujillo. En aquellos años, el padre Jorge estudiaba filosofía y Prevost era profesor de Teología. Lo recuerda como “una persona sencilla, espiritual, muy inteligente, reservado”. Los padres redentoristas mayores españoles de su comunidad siempre le hablaban del padre Prevost: “un gran misionero y mientras estuvo en Chulucanas, era muy cercano al pueblo”. “Misionero que andaba a caballo, andaba a pie por los montes, visitaba los pueblos, y se interesaba mucho en visitar a las hermanas redentoristas en Chulucanas. Era muy querido”, cuenta el padre Jorge. “Cuando estaba en Trujillo, el padre Prevost era superior de la casa de los padres agustinos y solía enviar a los estudiantes agustinos a la comunidad redentoristas para que los sacerdotes redentoristas fueran acompañantes espirituales de los jóvenes. Desde siempre existió cercanía entre padre Prevost y los redentoristas”, explica Miñan. Y añade: “siempre me hablaron de este alcance que él tenía, su sencillez, su espiritualidad e inteligencia, su cercanía al pueblo. Un misionero de andar a caballo. Donde se le necesitaba, allí estaba”.