
Arturo López
La plaza exultante, gritos de alegría entre lágrimas y vítores aplauden la elección de un nuevo Obispo de Roma: León XIV. Un Papa “hijo de san Agustín”. Un papa que escoge este nombre «porque el Papa León XIII, con la histórica Encíclica Rerum novarum, afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial y hoy la Iglesia ofrece a todos, su patrimonio de doctrina social para responder a otra revolución industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que comportan nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo» (Discurso al colegio cardenalicio, Sábado, 10 de mayo de 2025).
La Iglesia afronta una nueva revolución, la digital. Esta revolución, trae consigo muchos frentes de lucha, tanto en el ámbito laboral, como en el ámbito social y hasta en la esfera personal del individuo. Esta reflexión tratará de este último aspecto. Desde la aparición de los medios de comunicación y desde que están a disposición de todos, se ha experimentado un cambio de paradigma antropológico: la vida social del hombre se ha virtualizado. Nace la necesidad imperante de aparecer, de mostrarse con la mejor sonrisa, con la mejor postura; surge la laucha por obtener la mayor cantidad posible de visualizaciones, porque este es el único camino si se quiere ser alguien en el mundo. Un “me gusta”, acentúa mi identidad y unicidad, no ya lo que soy en la realidad, sino lo que puedo mostrar en la red, y no importa si el post o la foto no la vuelvo a ver, lo importante es salir, “postar”, aparecer.
La pregunta sobre la identidad del individuo, de cada persona, corre el riesgo de perderse en el flujo virtual y cambiante del virtual: la persona es como se presenta al mundo en la red. Es ya parte de la vida de tantas personas el uso continuo de aplicaciones como Intagram, Tik Tok o Facebook. Se habla así de una posible alienación de la persona en este exterior, virtual. Y esto trae como consecuencia el aumenta de la soledad sobre todo en la juventud. El esse est percipi, (el ser es ser percibido), cobra una fuerza amenazadora, llegando a convertirse cada hombre real-virtual en un homo homini lupus, (el hombre es un lobo para el hombre) en la lucha por la conquista de la aceptación del otro.
Es por eso que el mensaje de del Papa León vuelve a poner el acento en la interioridad de la parsona: Volver a encontrar al hombre. Francisco insistía en salir, en crear una cultura del encuentro, sin perder la propia identidad, y de la mano de la Virgen: «En estos últimos tiempos», decía en su Mensaje por la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud, «que han sido tan difíciles, cuando la humanidad, probada ya por el trauma de la pandemia, se ve desgarrada por el drama de la guerra, María reabre para todos y especialmente para ustedes, que son jóvenes como ella, el camino de la proximidad y del encuentro».
León XIV, anima, sí, al uso de los medios: «La comunicación», dijo en su alocución a los representantes de los medios de comunicación reunidos en Roma, «no es sólo trasmisión de informaciones, sino creación de una cultura, de ambientes humanos y digitales que sean espacios de diálogo y de contraste». Es decir que sin perder la propia identidad el cristiano debe confrontarse no en una fachada de apariencia o de ocasión, sino afrontando el mundo de la Inteligencia artificial con «responsabilidad y discernimiento para orientar los instrumentos al bien de todos, de modo que puedan producir beneficios para la humanidad».
Aquí juega un punto primordial la doctrina de san Agustín. Resulta interesante notar cómo la última encíclica del Francisco girara entorno al corazón. «Para expresar el amor de Jesucristo», escribió, de hecho, en Dilexit nos: «suele usarse el símbolo del corazón. Algunos se preguntan si hoy tiene un significado válido. Pero cuando nos asalta la tentación de navegar por la superficie, de vivir corriendo sin saber finalmente para qué, de convertirnos en consumistas insaciables y esclavizados por los engranajes de un mercado al cual no le interesa el sentido de nuestra existencia, necesitamos recuperar la importancia del corazón».
Un tema, por lo demás, central en la doctrina agustiniana: fulcro del encuentro con Dios y consigo mismo. Un remedio para conservar el propio peso y la propia identidad de cristiano en este mundo, porque en el interior del corazón donde Agustín dice encontrar la verdad («volo eam (veritatem) facere in corde meo coram te in confessione» Augustini in Confessionum, L-X). Y este proyecto de volver a los orígenes del «regreso al primado de Cristo en el anuncio» (León XIV al Colegio cardenalicio, 10 de mayo de 2025). Desde y en el corazón de cada individuo como santuario y lugar de encuentro con Dios, porque como diría san Agustín: «percussisti cor meum verbo tuo, et amavi te». (Tu palabra atravesó mi corazón y te amé). No sin razón León XIV escogió en su escudo papal el corazón atravesado posado en el libro sagrado, que ya había elegido siendo obispo, inspirándose en Agustín también («Sagittaveras tu cor meum charitate tua». (Atravesaste mi corazón con tu amor). Tu peso, diría también Agustín es tu amor (amor meus pondus meum, Conf. XIII).
No es casual que el nuevo Papa León XIV lleve al pecho la cruz que lleva entre otras reliquias, las de santa Mónica y san Agustín, como si les pidiera que paremanecieran junto a su corazón para desde ahí gobernar, enserñar y servir al pueblo que le toca guiar: la cristiandad.