· Ciudad del Vaticano ·

En las Grutas vaticanas el Pontífice reza en las tumbas de sus predecesores y celebra la misa del domingo del Buen Pastor

Aprender a escuchar a Dios testimoniando el Evangelio con valentía

 Aprender a escuchar a Dios testimoniando el Evangelio con valentía  SPA-006
19 mayo 2025

«Ser valientes en el testimonio» del Evangelio y aprender «cada vez más a escuchar» el Señor y a los otros, para «entrar en diálogo»: lo pidió León XIV en la misa presidida el 11 de mayo, en las grutas vaticanas, antes de la oración del Regina Coeli. En el IV domingo del tiempo de Pascua o del Buen Pastor, Jornada mundial de oración por las vocaciones, el Pontífice se detuvo en oración en las tumbas de sus predecesores que están allí sepultados (Pío XII, san Pablo VI, el beato Juan Pablo I y Benedicto XVI) y delante del nicho de los palios, y celebró la eucaristía en el altar cercano al sepulcro del apóstol Pedro, reiterando la importancia de «animar a los jóvenes a escuchar la voz del Señor, a seguirla y a servir en la Iglesia». Concelebró con el Obispo de Roma el prior geneal de la orden de san Agustín, padre Alejandro Moral Antón.

Comenzaré con una palabra en inglés y luego quizá otra en italiano.

El Evangelio que acabamos de escuchar, en este Domingo del Buen Pastor, dice: «Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen» (Jn 10,27).

Pienso en el Buen Pastor, sobre todo en este domingo tan significativo del tiempo pascual. Mientras celebramos el inicio de esta nueva misión, del ministerio al que la Iglesia me ha llamado, no hay mejor ejemplo que Jesucristo mismo, a quien entregamos nuestra vida y de quien dependemos. Jesucristo, a quien seguimos, es el Buen Pastor, y es Él quien nos da la vida: «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6).

Por eso celebramos con alegría este día y apreciamos mucho su presencia aquí.

Hoy es el Día de la Madre. Creo que solo hay una madre presente: ¡feliz Día de la Madre! Una de las expresiones más bellas del amor de Dios es el amor que derraman las madres, sobre todo a sus hijos y nietos.

Este domingo es especial por varios motivos: uno de los primeros que mencionaría es el de las vocaciones. Durante los recientes trabajos de los cardenales, antes y después de la elección del nuevo Papa, hemos hablado mucho de las vocaciones en la Iglesia y de lo importante que es que todos nos interroguemos juntos. En primer lugar y, sobre todo, dando buen ejemplo con nuestra vida, con alegría, viviendo la alegría del Evangelio, sin desanimar a los demás, sino buscando más bien formas de animar a los jóvenes a escuchar la voz del Señor, a seguirla y a servir en la Iglesia. «Yo soy el Buen Pastor» (Jn 10,11), nos dice Jesús.

Ahora añado una palabra también en italiano, porque esta misión que llevamos adelante ya no se dirige a una sola diócesis, sino a toda la Iglesia: este espíritu universal es importante. Y lo encontramos también en la primera lectura que hemos escuchado (cf. Hch 13,14.43-52). Pablo y Bernabé van a Antioquía, primero van a los judíos, pero ellos no quieren escuchar la voz del Señor, y entonces comienzan a anunciar el Evangelio a todo el mundo, a los paganos. Parten, como sabemos, a esta gran misión. San Pablo llega a Roma, donde finalmente la cumple. Otro ejemplo de testimonio de un buen pastor. Pero en ese ejemplo hay también una invitación muy especial para todos nosotros. Lo digo también de manera muy personal: anunciar el Evangelio a todo el mundo.

¡Ánimo! ¡Sin miedo! Muchas veces Jesús dice en el Evangelio: «¡No tengan miedo!». Hay que ser valientes en el testimonio que damos, con la palabra y sobre todo con la vida: dando la vida, sirviendo, a veces con grandes sacrificios, para vivir precisamente esta misión.

He leído una pequeña reflexión que me hace pensar mucho, porque también aparece en el Evangelio. En este sentido, alguien preguntó: «Cuando piensas en tu vida, ¿cómo explicas dónde has llegado?». La respuesta que dan en esta reflexión es, en cierto sentido, también la mía: con el verbo «escuchar». ¡Cuán importante es escuchar! Jesús dice: «Mis ovejas escuchan mi voz» (Jn 10,27). Y creo que es importante que todos aprendamos cada vez más a escuchar, para entrar en diálogo. En primer lugar, con el Señor: escuchar siempre la Palabra de Dios. Luego, también escuchar a los demás: saber construir puentes, saber escuchar para no juzgar, no cerrar las puertas, pensando que nosotros tenemos toda la verdad y que nadie más puede decirnos nada.

Es muy importante escuchar la voz del Señor, escucharnos a nosotros mismos, en este diálogo, y ver hacia dónde nos llama el Señor. Caminemos juntos en la Iglesia, pidamos al Señor que nos conceda esta gracia: poder escuchar su Palabra para servir a todo su pueblo.