
Lorena Pacho Pedroche
Francisco nunca se olvidó de los pobres. Lo subrayó en su primer discurso como pontífice en Roma, llegado “del fin del mundo” y lo tuvo presente durante todo su pontificado. Los pobres, que siempre sintieron su cercanía, tampoco lo olvidarán a él.
Los más necesitados y los movimientos sociales de la Argentina natal del Papa Francisco, que tanto marcaron la larga y fecunda trayectoria del pontífice en el país latinoamericano como sacerdote primero y arzobispo después, y a los que siempre puso en el centro de sus obras, también han estado representados en el funeral.
El padre Joaquín Giangrego, un cura villero argentino ordenado por Jorge Mario Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires, ha venido a Roma desde las periferias de la capital argentina para despedir a su maestro. La solidaridad y la providencia lo han traído hasta la capital. Un grupo de feligreses se organizó espontáneamente para costear el precio del billete de avión. “Me consiguieron hasta un pasaporte, porque yo no tenía”, señala el sacerdote, en conversación con L’Osservatore Romano.
Giangreco, actual párroco del partido de Moreno, situado en la provincia de Buenos Aires llegó el viernes a Roma y ese mismo día pudo ir a la basílica de San Pedro a despedirse de su querido Jorge Mario Bergoglio, a quien conoció bien en vida. “Yo necesitaba venir y él se lo merecía, vengo en nombre de todas las comunidades más humildes con las que pasó tanto tiempo”, apunta. Y reconoce que está viviendo estos momentos con gran emoción. “Para mí fue como despedir a mi papá, cuando me encontré frente a su ataúd me quebré, pero tenía la necesidad humana y espiritual de verlo. Representar a todas las villas en un momento tan profundo como la despedida del Papa es una dicha”.
En Argentina, las villas miseria o barrios populares son asentamientos urbanos muy precarios, donde hay viviendas construidas de manera informal, muchas veces sin acceso adecuado a servicios básicos como agua potable, cloacas, electricidad segura o recolección de basura.
Los conocidos como ‘curas villeros’ son sacerdotes católicos que trabajan y viven en las villas miseria, acompañando a las comunidades más pobres. No solo celebran misas, bautismos o matrimonios, sino que también se involucran profundamente en la vida diaria de estos barrios: organizan comedores, centros de apoyo escolar, talleres de oficios, campañas de salud y muchas otras actividades sociales. “Nos metemos en el barro y estamos ahí acompañando la vida como viene”, lo resume el padre Joaquín. La labor de estos curas era muy apreciada por el Papa Francisco, que siempre los animó a seguir al lado de los pobres.
“La gente de nuestras comunidades ha seguido muy de cerca la despedida del Papa, manda muchos mensajes, está muy presente, desde allí rezando en las capillas, tiene un vínculo muy fuerte con el Santo Padre, que siempre estuvo cerca de ellos también. De alguna manera hemos traído a Roma el cariño de tanta gente”, explica el sacerdote. Y Recuerda que siempre recibió “muy buenos consejos” del Papa Francisco, a quien a menudo planteaba sus inquietudes y desvelos, recibiendo siempre una respuesta cercana y fraternal. La última recomendación se la dio en febrero, antes de ingresar en el hospital.
El padre Joaquín ha venido acompañado del padre Leonardo Silio, otro cura villero de Moreno. Ambos son el vivo ejemplo de la Iglesia en Salida que no abandona a las periferias que tanto pedía Francisco. “Quería la Iglesia que fundó Jesús, bien arraigada en el Evangelio y siendo caricia de Dios y misericordia con todo aquel que está caído”, subraya el padre Joaquín, emocionado.
“Tantas veces decía: ‘prefiero una Iglesia accidentada, herida que encerrada y temerosa’. Creo que esa es la Iglesia que soñaba Francisco: una Iglesia de puertas abiertas una Iglesia que está siempre en el barrio, que siempre está en medio de la gente, con el pueblo, que esté acompañando, escuchando, porque Francisco nos enseñó a escuchar al pueblo”, agrega el padre Leonardo. Y recuerda: “Francisco nos enseñó a volvernos a sorprender con la Buena Noticia del Evangelio. Es lindo que un Papa nos haya llevado a la esencia de nuestra fe, al corazón de nuestra fe, que es el mensaje de Jesús, que también surge en las periferia de los más humildes, de los más descartados, de los pueblos enfermos, a los que a nadie se acercaba”.
El padre Leonardo, contemplando la basílica evoca la última imagen pública de Francisco “bendiciendo al pueblo desde el balcón de la basílica de San Pedro”. “Recordaba que él pidió la bendición y la oración al pueblo la primera vez que salió a ese balcón para que fuera un buen pastor y ahora lo último que hizo fue bendecir a su pueblo. Caminaremos por las sendas y por las huellas que él nos dejó”. El padre Leonardo recuerda el “vínculo” tan estrecho que el Papa siempre tuvo con el pueblo argentino y en particular con los fieles más humildes: “Siempre estábamos en contacto, había un vínculo de paternidad muy lindo. Nos ayudó mucho en nuestro discernimiento, en nuestra pastoral, en nuestro trabajo con los más pobres con los más humildes y para llevar la Iglesia a las periferias”.
Como ellos, otros argentinos asisten al funeral del papa conmovidos. Silvia Merino y su esposo Francisco Herrera vienen de la localidad de Chacras de Coria. Habían planificado su viaje para asistir a la canonización del Beato Carlo Acutis, que se iba a celebrar este domingo y por el momento se ha aplazado. “Nos ha pillado por sorpresa la muerte del Papa, pero estamos agradecidos de que nos hemos podido despedir de él aquí”, dicen en su funeral. “Tenemos la esperanza de que se continúe el mensaje integrador de Francisco”, comenta Francisco. “Nos enseñó a encontrar coincidencias donde todos veían diferencias”, añade. Su esposa Silvia recuerda con emoción un mensaje del Papa Argentino: “Puso gran humildad en todas sus obras y nos recordó que la Iglesia debe estar abierta a todos, todos, que no es una aduana y que Dios es misericordioso con todos y no deja a ninguno afuera”.