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Después de Francisco

 Dopo Francesco  DCM-005
03 mayo 2025

Donde las mujeres mandan las cosas van mejor, decía el Papa Francisco. Y como si lo impulsara una suerte de urgencia, había nombrado hace poco a un par de ellas para puestos que antes se consideraban inalcanzables. Pero hay dos preguntas que vuelven con fuerza hoy, precisamente a la luz de estos recientes nombramientos históricos: ¿una mujer prefecta en la Curia y una mujer gobernadora del Vaticano suponen una revolución? Dos altos cargos, dos rostros femeninos en puestos hasta ahora reservados a los hombres, en un contexto donde el poder –espiritual y temporal– desde hace siglos habla en clave masculina, ¿pueden cambiar por completo el reparto de la autoridad y de la responsabilidad en la Iglesia? No. Para hablar de revolución, la presencia de las mujeres debe volverse sistémica, estructurada y estable. Ya no deberíamos utilizar el término “mujer” para expresar una excepción, como algo nunca antes visto, como un destello de genialidad de alguien que toma una decisión.

En cualquier caso, ambos nombramientos han roto un techo de cristal que parecía inquebrantable. Representan un precedente, abren un camino y permiten hablar de un umbral que ha sido cruzado. Demuestran además la voluntad reformista de Francisco que, a ritmo lento pero constante, ha iniciado un camino. El mapa que publicamos hoy de los roles de las mujeres en la Curia Romana y en el gobierno del Vaticano pone de manifiesto un cambio concreto, todavía no estructural pero sí tangible. Las mujeres están presentes, más que nunca, en puestos clave como dicasterios, consejos, comisiones… Algunas dirigen, muchas colaboran, todas –de diferentes maneras– participan. Aunque su representación sigue siendo parcial y no pocas veces simbólica, todavía ligada a la visión y a una cierta obstinación del Papa Francisco. Pero creemos que ya no se puede volver atrás. La decisión de la Asamblea Sinodal de las Iglesias en Italia de posponer la aprobación de un documento considerado decepcionante, con el fin de reescribirlo, es una prueba de la necesidad de una transformación que responda a criterios de justicia social y a la creencia de que la Iglesia puede ser más fiel a su misión cuando valora plenamente los carismas y las habilidades de todos sus miembros, independientemente del género.

No, el doble gesto de Francisco no es todavía una revolución, pero sin duda es el comienzo de algo que podría llegar a convertirse en una. Porque hay algo paradójico. Mientras la sociedad contemporánea en distintos contextos políticos y sociales parece estar retrocediendo hacia modelos excluyentes y autoritarios de poder, (dejando prevalecer una retórica que exalta modelos de liderazgo basados ​​en la fuerza, la agresividad y rasgos tradicionalmente asociados a una visión estereotipada de la masculinidad) la Iglesia se está “desmasculinizando” y el camino recorrido por el Papa Francisco, indica una dirección alternativa: la aportación femenina no amenaza, no resta. Esta es un recurso precioso, repetía el Papa.