
Se podría decir, parafraseando la frase de Svetlana Aleksievich, que el pensamiento no tiene rostro de mujer (la guerra no tiene rostro de mujer). La materia, el cuerpo, la sexualidad, incluso las relaciones (empezando por las maternas) son cosa de mujeres. Pero no el pensamiento. La filosofía y la razón pertenecen al hombre. Y le pertenecen tanto que en el lenguaje el ser masculino y su logos representan a todos: hombres y mujeres. Dios también es naturalmente masculino porque así lo han imaginado los hombres. Y las mujeres han aceptado la visión masculina de lo divino durante siglos. Por consiguiente, la teología y la filosofía tienen poco o nada que ver con el género femenino, que ha seguido mayoritariamente la visión masculina del mundo, del pensamiento y del pensar el mundo.
¿Pero es realmente así? O tal vez esta creencia sea el resultado de siglos que no solo han discriminado, sino que también han eclipsado a las mujeres. Porque hay y ha habido mujeres filósofas y mujeres que se han dedicado a la actividad intelectual, a la reflexión, al pensamiento. Y hay místicas que han construido su relación con Dios de forma independiente, fuera de los cánones de una Iglesia organizada y dominada por un clero masculino.
Hay que buscarlas, leerlas y estudiarlas.
Y aquí hay dos libros que cambian el pensamiento dominante. En “Filosofe” (Ponte alle Grazie) Francesca Romana Recchia Luciani nos habla de diez mujeres que han repensado el mundo. En “Dio non è così” (Bompiani) Lucetta Scaraffia escribe sobre la vida y el pensamiento de ocho místicas laicas del siglo XX que propusieron su idea de Dios y la relación con lo divino. Mujeres -las descritas por Recchia Luciani- que, a partir del cuerpo femenino y negándose a negarlo, lo han entrelazado con la producción de teoría y de pensamiento, proponiendo una visión original y nueva del mundo y de la humanidad. Mujeres - aquellas descritas por Lucetta Scaraffia - que en su dedicación a lo divino han ejercitado el rechazo a la subordinación y a las actividades a ellas destinadas, elogiando la construcción del yo a través del silencio, el desapego del mundo, la oración y la contemplación. Que han propuesto a su Dios y han tenido el valor de decir a la Iglesia de los hombres: “Dios no es así como ustedes lo describen”.
En ambos libros se pueden descubrir historias únicas y fascinantes. Así, el libro de Recchia Luciani explora vidas de mujeres extraordinarias como Lou Salomé, María Zambrano, Hannah Arendt, Simone De Beauvoir, Simone Weil, Agnes Heller, Carla Lonzi, Audre Lorde, Silvia Federici y Judith Butler. Cada una de ellas ha sumado su voz a la filosofía, a la política y a la cultura.
El libro de Lucetta Scaraffia incluye biografías de Catherine Pozzi, Charlotte von Kirschbaum, Adrienne von Speyr, Banine, Elisabeth Behr-Sigel, Simone Weil, Romana Guarnieri y Chiara Lubich. La autora sostiene que son abismalmente diferentes de las místicas tradicionales. No pertenecen a esa tradición de místicas -también laicas, pobres y sencillas- que reproducen en el siglo XX modalidades de un misticismo antiguo. Las nuevas místicas viven en el mundo, ejercen profesiones que aman, tienen a menudo una vida sentimental y sexual, visten elegantemente y aprecian lo que la vida les ofrece. Su misticismo, como representa Adrienne Von Speyr, las lleva a la escucha del yo interior lo que las conduce a “una comprensión experiencial de Dios”.
Ambos libros, el de la laica Recchia Luciani y el de la creyente Lucetta Scaraffia, hablan de Simone Weil. Y no es casualidad. La filósofa que – dice Recchia Luciani – hizo suya la “condición de clase obrera”, que alternó los más altos estudios y lecturas y el amor por la filosofía con el sufrimiento del duro trabajo en el campo y en la fábrica; y que analizó profundamente el origen de la opresión, pero también de la libertad creativa del trabajo. Para Scaraffia, Weil es “un ejemplo perfecto de profunda espiritualidad sin fe”. Y esto es precisamente lo que busca hoy el ser humano, hombre y mujer, “mientras la fe lo aleja y lo llena de desconfianza”. Simone Weil es una mujer cuyo pensamiento no tuvo miedo a las contradicciones. Fue una pensadora que voló alto y que hoy habla a todas las mujeres, creyentes y no creyentes, que ejercitan su pensamiento convencidas de que a través de él pueden cambiar el mundo.
de Ritanna Armeni