
Me he inscrito en el Diploma conjunto “Mujeres e Iglesia: mujeres y hombres en una comunidad sinodal”, promovido por el Instituto de Estudios Superiores sobre la Mujer del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum. Lo he hecho impulsada, tanto por la curiosidad sobre un tema que me preocupa de cerca y que está vinculado a mis estudios sobre el feminismo cristiano, como por la posibilidad de conocer diferentes testimonios y es lo que he encontrado. Así como también me he encontrado, para sorpresa de nadie, poca participación de los hombres. Creo que esto revela un problema. El debate entre las mujeres sobre su lugar en la Iglesia es fundamental, pero no suficiente, porque – como subrayó la hermana Patricia Murray (secretaria de la UISG y consultora del Dicasterio para la Cultura y la Educación) – la Iglesia cambia construyendo relaciones entre las personas.
La historia nos ayuda a comprender. Así, el módulo del curso coordinado por Sor Grazia Loparco (Pontificia Facultad de Ciencias de la Educación Auxilium) y Sor Nicla Spezzati (Pontificia Universidad Lateranense) analiza la cuestión mujer-Iglesia desde un punto de vista sociohistórico. Durante los siglos XIX y XX las mujeres han asumido una creciente conciencia de su dignidad, pero ¿cuánto de lo que conquistaron y aportaron como innovación fue favorecido por la institución eclesiástica?
Aunque las mujeres siempre han sido un gran recurso para la Iglesia, como promotoras de una fe activa, rara vez han visto su contribución formalmente reconocida. Y es precisamente esta indiferencia hacia ellas lo que ha alejado a muchas de la Iglesia. Como subraya Spezzati, resulta llamativa la falta de un enfoque de género en los estudios sobre la secularización y el consiguiente alejamiento de la Iglesia. Loparco destaca también la novedad del apostolado femenino, una forma de emprendimiento de las religiosas entre los siglos XIX y XX. Por su parte, Rita Moussallem (codirectora del Centro Internacional para el Diálogo Interreligioso del Movimiento de los Focolares) se centra en la capacidad de las mujeres para fomentar el diálogo como antídoto a la polarización, con especial referencia a la convivencia entre mujeres cristianas y musulmanas en Oriente Medio. Nicla Spezzati, finalmente, nos invita a escuchar nuestro propio tiempo y espacio, para no quedarnos en lo abstracto de la teoría y llegar a la concreción de la participación.
de Elena Esposito
Doctora Magistral en Filología Moderna y alumna del Diploma conjunto