· Ciudad del Vaticano ·

MUJERES IGLESIA MUNDO

Sudán del Sur

Mariam, la lucha por sobrevivir porque el hambre puede matar más que las armas

 Mariam, la lotta per sopravvivere   perché la fame può uccidere più delle armi  DCM-002
01 febrero 2025

«Es duro vivir aquí en el campo. En Sudán me iba bien, vivía con mi marido, mi madre y mis hijos. Pero la guerra nos obligó a huir. Durante la huida nos separamos. Algunos miembros de nuestra familia fueron asesinados, incluidos mi marido y mi madre. Se llevaron a uno de mis hijos y ya no sé dónde está”. Mariam tiene unos veinte años, está demacrada y débil y está amamantando a una niña, su tercera hija, Salwa, concebida durante la huida de Sudán y nacida en el campo de refugiados de Malakal, en el estado del Alto Nilo. “Intento ganar algo de dinero llevando agua potable y agua para cocinar a domicilio: desde la bomba hasta las tiendas. Por este pequeño servicio me pagan unas cuantas monedas, pero nunca es suficiente”.

Arroz, maíz, judías… Se come todo lo que puede en Malakal, Sudán del Sur. El hambre es una de las primeras consecuencias de la guerra y que a veces mata más que las armas. Las mujeres, que son las primeras en ir a buscar comida, suelen ser las últimas en comerla. A veces también llega al campamento pescado fresco: lo pescan en el río y los que pueden permitírselo lo compran en el mercado. El resto de la comida la proporciona el Programa Mundial de Alimentos, que la entrega cada dos semanas a Cáritas que, a su vez, la redistribuye entre los refugiados. Los primeros desplazados cultivaron pequeñas parcelas de tierra y así pueden revender las verduras frescas. “Puedo decir que he salvado mi vida – repite Mariam dando gracias a Dios por ello – pero ya no tengo a mi familia y no trabajo”.

La guerra civil ha desgarrado a Sudán, al otro lado de la frontera, y ha producido una cifra récord de siete millones de desplazados internos y refugiados. Hasta 2013, Malakal era una próspera ciudad portuaria en el Nilo Blanco. Sin embargo, hoy es una extensión interminable de tiendas y chabolas donde se mezclan las ollas con los trapos y hambre. Tiene una población de 50.000 personas y la mayoría de ellas proceden de Sudán. Las Fuerzas de Apoyo Rápido y el Ejército Nacional de Sudán no han logrado llegar a un acuerdo de alto el fuego y el país se ha vaciado.

Con las mejillas hundidas y la mirada abatida, Mariam recuerda que “en Sudán empezó a haber problemas hace casi dos años y nos marchamos”. “En el camino de Jartum a Renk, al otro lado de la frontera con Sudán del Sur, me separé de mis hermanos y familiares. Nos encontramos con unos soldados rebeldes, los de las RSF, nos atacaron y nos dispersamos”, rememora. Mariam acaricia a su hija con la esperanza de regresar algún día a su casa en Jartum. Haciendo lo que solía hacer que no es más que intentar seguir adelante con una vida normal. Un Jartum que antes de la guerra no era rico, pero tampoco tan desesperadamente pobre. (Ilaria De Bonis)