Agenda 2030, igualdad

El objetivo número 5 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas es la igualdad de género. Deben eliminarse todas las formas de discriminación y violencia contra todas las mujeres, de todas las edades. Debe haber igualdad en los ambientes de trabajo, políticos y privados. Aunque se ha hecho mucho, en promedio las mujeres, en todo el mundo, todavía ganan un 23% menos que los hombres y dedican casi tres veces más horas que ellos al trabajo doméstico no remunerado. A pesar de que en los países occidentales existe la conciencia de que las mujeres son la fuerza motriz del sistema económico y que su presencia enriquece la organización con nuevas habilidades interpersonales, aún persisten techos de cristal. Las razones son complejas, pero hay cosas que hay que repensar inmediatamente. Y la Iglesia puede ofrecer su contribución.
La visión cristiana tiene muy en cuenta la dimensión relacional del individuo: la persona no se realiza sola, sino en sus relaciones. Este aspecto antropológico fundamental recibe poca consideración en las leyes de igualdad que tienden a pensar en las personas (mujeres y hombres) como si fueran islas en sí mismas. El pensamiento cristiano podría contribuir a que el derecho y las políticas no solo se hagan cargo de los derechos de los individuos, sino también de los tejidos relacionales. En Italia, la Fundación Marco Vigorelli (de inspiración cristiana) reúne capital económico y capital relacional, porque se ha constatado que cuidar las relaciones dentro y fuera del lugar de trabajo aumenta la productividad. Así, favorecer la conciliación familiar y laboral es una ayuda concreta y eficaz para la igualdad: si menos mujeres son despedidas, más mujeres progresarán en sus carreras. El cuidado de las relaciones se aplica a ambos sexos. Así, en España, desde el 2024, el permiso parental 100% remunerado es igual para madres y padres y cada progenitor tiene derecho a entre 16 y 20 semanas de baja. Este tipo de medidas fomenta la implicación de ambos en el cuidado del hijo y crea condiciones concretas para superar la discriminación (no en el papel, sino en la realidad) contra la mujer.
Otro elemento central en la visión cristiana es el significado de la diferencia sexual. La Iglesia quiere preservar las diferencias, no acabar con ellas. Por lo tanto, podría ser útil pensar en cómo las leyes de igualdad pueden garantizar la igualdad y al mismo tiempo abordar las diferencias reales. Por ejemplo, el esfuerzo de una mujer embarazada o en período de lactancia con la investigación académica podría recibir un mayor reconocimiento en términos de puntación, porque su esfuerzo es más exigente. En Alemania ya se han llevado a cabo algunos experimentos en este sentido. En el fondo, cuidar de la dimensión relacional y de las diferencias son dos elementos fundamentales para el pensamiento cristiano. Creo que la igualdad de género y los objetivos del Desarrollo Sostenible no son cuestiones que le deban ser ajenas, sino espacios donde puede hacer una aportación concreta y necesaria.
de Marta Rodríguez