· Ciudad del Vaticano ·

En la audiencia a los donantes de los pesebres y del árbol de Navidad

«¡Basta guerras!»

 «¡Basta guerras!»  SPA-050
13 diciembre 2024

«Con las lágrimas en los ojos elevamos nuestra oración por la paz. ¡Basta guerras, basta violencias!»: es el llamamiento lanzado por el Papa Francisco en el día en el que se inauguran en la plaza de San Pedro el árbol y el pesebre, y en el Aula Pablo vi la “Natividad de Belén 2024”. Recibiendo la mañana del sábado 7 de diciembre, a las delegaciones de los donantes de los símbolos natalicios, en su saludo el Pontífice dirigió un pensamiento a la «martirizada Palestina».

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

Me alegra encontraros en el día en el que se inauguran, en la plaza de San Pedro, el árbol y el pesebre, y aquí, en este Aula, se abre oficialmente la “Navidad de Belén 2024”.

Saludo a la delegación de Grado, de cuyo territorio procede la representación de la Natividad puesta en el centro de la plaza, y a la de Ledro, de cuyos bosques ha llegado el imponente abeto rojo que se encuentra allí con sus 29 metros de altura; como también la representación de la Embajada del Estado de Palestina, la atormentada Palestina, que ha venido a presentar, de parte de la ciudad de Belén, esta “Natividad”, realizada por los artesanos de Belén. Dirijo una cordial bienvenida a las Autoridades civiles y eclesiales presentes, en particular a los representantes especiales del presidente de Palestina señor Mahmoud Abbas – ha venido muchas veces aquí -, al presidente del Consejo Regional del Friuli Venezia Giulia y al presidente de la provincia de Trento, al arzobispo de Gorizia, a los alcaldes de Grado y de Ledro.

Conmueve la majestuosa solemnidad del árbol. Este, cortado respetando los principios ecológicos del reemplazo natural del bosque, lleva los signos de muchos años, los numerosos estratos del macizo tronco, los viejos que han dado vida a los jóvenes, los jóvenes que han envuelto y protegido a los viejos, todos juntos elevándose hacia arriba. Puede ser una bonita imagen de la Iglesia, pueblo y cuerpo, desde donde la luz de Cristo se difunde por el mundo gracias a la sucesión de generaciones de creyentes que se reúnen en torno a un único origen, Jesús: las antiguas han dado vida a las jóvenes, las jóvenes abrazan y protegen las antiguas, en misión en el mundo y en camino hacia el Cielo. Así va adelante el santo pueblo fiel de Dios.

A la sombra del gran abeto, el pesebre reproduce un “caserón” de la Laguna de Grado, una de esas casas de pescadores que eran construidas con barro y cañas y donde los habitantes de las “mote”, las pequeñas islas de la laguna, compartían, durante el duro trabajo de la pesca, las alegrías y los dolores de la vida de cada día. También este símbolo nos habla de la Navidad, en el que Dios se hace hombre para formar parte hasta el fondo de nuestra pobreza, viniendo a construir su Reino sobre la tierra no con medios poderosos, sino a través de los débiles recursos de nuestra humanidad, purificados y fortificados por su gracia.

Respecto al Belén, hay otro signo que me gustaría destacar: los "caserones" están rodeados de agua y para llegar allí se necesita la "batela", la típica embarcación de fondo plano que permite desplazarse en aguas poco profundas. Y también para llegar a Jesús hace falta una barca: la Iglesia es la barca. No se llega “en solitario” – nunca – se llega juntos, en comunidad, sobre esa pequeña-gran barca que Pedro sigue guiando y a bordo de la cual, apretándonos un poco, siempre hay sitio para todos. En la Iglesia siempre hay sitio para todos. Alguno puede decir: “Pero ¿para los pecadores?”. Estos son los primeros, sino los privilegiados, porque Jesús ha venido para los pecadores, para todos nosotros, no para los santos. Para todos. No olvidemos esto. Todos, todos, todos dentro.

Miramos, finalmente a los pesebres de Belén, construidos en la Tierra donde nació el Hijo de Dios. Son diferentes entre ellos, pero todos llevan el mismo mensaje de paz y de amor que nos ha dejado Jesús. Delante de ellos, recordamos a los hermanos y a las hermanas que, sin embargo, precisamente ahí y en otras partes del mundo, sufren por el drama de la guerra. Con las lágrimas en los ojos, elevamos nuestra oración por la paz. Hermanos y hermanas, ¡basta guerras, basta violencias! ¿Vosotros sabéis que una de las inversiones que más rédito da aquí es en la fábrica de armas? Ganar para matar. ¿Pero por qué? ¡Basta guerras! ¡Haya paz en todo el mundo y para todos los hombres que Dios ama! (cfr Lc 2,14)

Queridas hermanas y queridos hermanos, os doy las gracias por haber venido y por vuestros dones preciosos. Y damos las gracias a la Dirección Infraestructuras y Servicios de la Gobernación, por el compromiso creativo y generoso con el que se ha encargado de organizar todo esto. Os bendigo a vosotros, bendigo a vuestras familias y a todos vuestros conciudadanos. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí, ¡pero a favor, no en contra!