· Ciudad del Vaticano ·

El Pontífice en el capítulo general de la congregación de la Pasión de Jesucristo

Anunciar al Resucitado para que el dolor no se resuelva en un desperdicio de humanidad

 Anunciar al Resucitado para que el dolor no se resuelva en un desperdicio de humanidad  SPA-050
13 diciembre 2024

“Que los pasionistas sepan también anunciar la presencia del Crucificado Resucitado en los sufrimientos de nuestros días” para que “se haga todo lo posible para evitar que el dolor de nuestros hermanos quede sin sentido y se resuelva en un derroche de humanidad y desesperación”. Este es el llamamiento encomendado por Francisco a los participantes en el xlviii capítulo general de la Congregación de la Pasión de Jesucristo, recibidos la mañana del viernes 25 de octubre, en la Sala Clementina. Publicamos, a continuación, el discurso del Pontífice.

Queridos hermanos, ¡bienvenidos, buenos días!

¡Saludo al Superior General y a todos vosotros, pasionistas o “apasionados”!

Me alegra encontrarme con vosotros en este momento en el que estáis a punto de concluir vuestro Capítulo General, que se ha preguntado cómo responder adecuadamente a nuestro tiempo tumultuoso -todos los tiempos han sido tumultuosos- y cómo responder a la iniciativa de Dios, que siempre llama a cooperar en su plan de salvación. [breve diálogo: ¿Ha sido un capítulo electivo? ... Te eligieron. ¿Y quién era el predecesor?... - Has sido liberado. Está bien. Enhorabuena].

Lo habéis hecho reflexionando de modo particular sobre las palabras dirigidas por Dios al profeta Isaías: «¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?» (Is 6,8) y meditando la invitación de Jesús ante las expectativas del Reino: «Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies» (Lc 10,3). [diálogo: ¿Y cuántos novicios tenéis? – 150 – ¿Y de qué partes son? – De todo el mundo, sobre todo de Asia – ¿También de Europa? – También Europa – La vieja Europa...].

A la pregunta del profeta Isaías, para volver a partir como anunciadores del Crucificado Resucitado, con los labios purificados con el fuego del amor, que se extrae de la contemplación del misterio, es necesario responder de nuevo «Aquí estoy, envíame» (Is 6,8). De este modo se renovarán las energías misioneras también en vista del próximo Jubileo.

Es deseable, más bien necesaria, una misión que se proponga el objetivo de llegar al mayor número posible de personas, ya que todos, sin excepción, tienen una necesidad extrema de la luz del Evangelio. Sin renunciar a los métodos habituales de acción pastoral, les deseo que identifiquen también nuevos caminos y creen nuevas ocasiones para facilitar el encuentro entre las personas y el encuentro con el Señor, que no abandona a nadie, sino que «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tm 2,4).

Por lo tanto, es necesario salir a las calles, plazas y callejones del mundo, para no anquilosarse y enmohecerse, y como prueba de la propia fe alegre y fecunda. Sin embargo, esta salida solo podrá ser eficaz si brota de la plenitud de amor a Dios y a la humanidad, vivida en la vida contemplativa, en las relaciones fraternas de la comunidad y en el apoyo mutuo. Vida contemplativa y relaciones con la comunidad. ¡No abandonéis la vida contemplativa! Tenéis una rica traducción de la vida contemplativa. Y esto para caminar juntos, experimentando la presencia del Señor en medio de vosotros.

Para crear eventos de evangelización, presentando la sublime belleza de la Persona de Cristo junto con el rostro de una Iglesia atractiva, acogedora y capaz de implicar en el compromiso, es necesario un arraigo constante en la oración y en la Palabra de Dios. Este arraigo en la oración es una parte importante en vuestra tradición: el retiro para la oración y la contemplación, a veces unos meses o a veces todos los días o parte del día.

Sed fieles a la tarea de mantener vivo el precioso carisma de San Pablo de la Cruz. La evangelización, basada en el buen testimonio de sí mismo, en el kerigma, en las homilías, anuncia el amor de Dios que se entrega en el Hijo para la salvación humana. Vuestro Fundador captó todo esto en su raíz y cautivado por este misterio, guiado por el Espíritu, se encontró inmerso en una experiencia espiritual que lo convirtió en uno de los místicos más famosos de su tiempo.

Su intuición más original fue que la muerte de Jesús en la Cruz es la manifestación suprema del amor de Dios. Es el milagro de los milagros del amor divino, la puerta para entrar en la intimidad de la oración y de la unión con Él, la escuela para aprender todas las virtudes, la energía que hace capaz de soportar cualquier dolor. Al mismo tiempo, vuestro Fundador fue atormentado por la percepción de que la humanidad no es plenamente consciente de este amor. -El amor de Dios no es conocido, no es apreciado -exclamaba.

De esta experiencia interior surgió la determinación de reunir compañeros que estuvieran inmersos en la contemplación de ese amor y dispuestos a anunciarlo.

Con la alegría y la fuerza de esta pertenencia carismática, que los pasionistas sepan también anunciar la presencia del Crucificado Resucitado en los sufrimientos de nuestros días. Conocemos su inmensidad y devastación en la pobreza, en las guerras, en los gemidos de la creación, en los dinamismos perversos que producen divisiones entre las personas y el descarte de los débiles. Hágase todo lo posible para evitar que el dolor de nuestros hermanos quede sin sentido y se resuelva en un derroche de humanidad y desesperación. En las vueltas de este dolor, Cristo pasó sufriendo y crucificado, viviendo en el amor cada traspaso y ofreciendo un sentido al dolor ofrecido por amor.

Vuestro Capítulo se ha desarrollado simultáneamente con la convocatoria del Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad y no lejos de la apertura del Jubileo, que tiene entre sus temas principales, el de la esperanza.

La virtud de la esperanza tiene una relación especial con el carisma de los pasionistas. De hecho, su razón teológica es la muerte y resurrección de Cristo. La sangre y el agua que fluyen de su corazón dicen que más allá de la muerte la vida continúa, el amor se derrama sobre la humanidad en el don del Espíritu, comunicándose con un poder que nadie puede eliminar. Si nada puede sofocar en el ser humano la capacidad de amar, entonces nada está perdido, todo encuentra sentido y valor, todo está salvado. Sobre esta certeza de fe se alza la esperanza.

Además, siéntanse atraídos por la solicitud de la Virgen María que, en los albores de su misión especial en el proyecto salvífico del Padre, salió rápidamente hacia la montaña, donde se entregó para ayudar a su anciana pariente. Declarada sierva del Señor, se puso al servicio del prójimo y fue proclamada Madre del Señor por su prima Isabel.

Siguiendo el ejemplo y mediante la intercesión de la Virgen María, que en el Calvario, frente a su Hijo moribundo, vive «la más profunda “kénosis” de la fe de la historia de la humanidad» (S. Juan Pablo II, Carta Enc. Redemptoris Mater, 18) - los pasionistas vivan su consagración y misión, conscientes de la urgencia de difundir el mensaje de salvación. No es la prisa del reloj, krónos, sino la de la gracia, kairós, del amor que corre para alcanzar el objetivo, como la ola del mar tiene prisa por tocar la orilla.

Un amor que se expresa con la palabra que es el eco de la Palabra de verdad, con el gesto que alivia al pobre y al necesitado, o con el simple silencio de estar cerca de quien sufre.

¡Dios os bendiga a cada uno, a vuestra congregación y a vuestra misión!