
«Cooperar con todas las personas de buena voluntad» en la promoción de «una cultura de respeto, dignidad, compasión, reconciliación y solidaridad fraterna» para «derrotar la cultura del individualismo, de la exclusión, de la indiferencia y de la violencia». Es el llamamiento lanzado por el Papa a los cerca de 200 participantes del Congreso en el centenario de la primera “All Religions’ Conference”, organizada por Sree Narayana Guru (1856-1928). Francisco les recibió en audiencia la mañana del sábado 30 de noviembre, en la Sala Clementina, dirigiéndoles el saludo que publicamos a continuación.
¡Estimado Swamis de Sivagiri Mutt y seguidores de Sree Narayana Guru, queridos amigos!
Con alegría os doy la bienvenida a todos vosotros, pertenecientes a tradiciones religiosas diferentes, que habéis venido desde Kerala y de otras partes del mundo para celebrar el centenario del primer “congreso de todas las religiones” organizado por la guía espiritual y reformador social
Sree Narayana Guru. Me alegra saber que participaréis en un congreso interreligioso organizado – con el apoyo del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso – para conmemorar este importante evento en la historia del diálogo interreligioso en India y en Asia. El tema elegido para el Congreso, «Religiones juntas para una humanidad mejor», es realmente muy actual e importante para nuestros tiempos.
Sree Narayana Guru ha dedicado su vida a promover el rescate social y religiosa con su claro mensaje que todos los seres humanos, independientemente de su etnia y de sus tradiciones religiosas y culturales, son miembros de la única familia humana. Ha insistido sobre el hecho de que no debe haber discriminación contra nadie, de ninguna manera y a ningún nivel. Su mensaje se adapta mucho al mundo de hoy, donde asistimos a crecientes casos de intolerancia y odio entre pueblos y naciones. Lamentablemente, manifestaciones de discriminación y exclusión, tensiones y violencias basadas en las diferencias de origen étnico o social, raza, color, lengua y religión son una experiencia cotidiana para muchas personas y comunidades, sobre todo entre los pobres, los indefensos y aquellos que no tienen voz. En el documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, que firmé junto al Gran Imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb, afirmamos que Dios «ha creado todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos» (Abu Dabi, 4 de febrero de 2019). Todas las religiones enseñan la verdad fundamental que, en cuanto hijos del único Dios, debemos amarnos y honrarnos los unos a los otros, respetar las diversidades y las diferencias en un espíritu de fraternidad y de inclusión, cuidando los unos de los otros, así como de la tierra, nuestra casa común. La falta de respeto de las nobles enseñanzas de las religiones es una de las causas de la atormentada situación en la que el mundo se encuentra hoy. Nuestros contemporáneos redescubrirán el valor de las altas enseñanzas de las tradiciones religiosas solo si todos se esforzarán en vivirlas y cultivar relaciones fraternas y amigables con todos, con el único fin de reforzar la unidad en la diversidad, asegurar una convivencia armoniosa entre las diferencias y ser trabajadores de paz, no obstante las dificultades y los desafíos que debemos afrontar.
Como seguidores de nuestras respectivas tradiciones religiosas, deberíamos siempre cooperar con todas las personas de buena voluntad en la promoción de «una cultura de respeto, dignidad, compasión, reconciliación y solidaridad fraterna» (Declaración conjunta en Istiqlal, 5 de septiembre de 2024). De esta manera, podemos contribuir a derrotar la cultura del individualismo, de la exclusión, de la indiferencia y de la violencia que lamentablemente se está difundiendo. Basándonos en las verdades espirituales y los valores que tenemos en común, podemos caminar y trabajar juntos para construir una humanidad mejor, permaneciendo firmemente enraizados en nuestras creencias y convicciones religiosas.
Queridos amigos, os doy las gracias por vuestra presencia y por vuestro compromiso para dialogar y comprenderos entre seguidores de religiones diferentes. Asegurándoos mi oración, os pido, por favor, que me recordéis en las vuestras. ¡Gracias!