
Dos ángeles abren una cortina, revelando a María en una pose que expresa toda la fuerza y el misterio de su maternidad divina y humana, la naturaleza tanto de Theotòkos (madre de Dios) como de Aeipàrthenos (siempre virgen), destacando su papel crucial en el misterio de la Encarnación.
Se trata de la Madonna del Parto de Piero della Francesca. De esta obra, entre las más enigmáticas del Renacimiento, parte La Pasión de María, escrita por Massimo Cacciari y publicada por Il Mulino, que forma parte de la serie “Iconos - Pensar en imágenes”, editado para la editorial boloñesa por el propio Cacciari. Un intenso y fascinante ensayo en el que el filósofo italiano explora la figura de la Virgen que no es un mero “instrumento” de la voluntad divina, sino una Mujer que ocupa el centro de la experiencia y del drama de la salvación. María muestra “de qué herida se genera Dios”, dejando entrever una verdad llena de humanidad y sacralidad. Una de las imágenes más poderosas y místicas del arte cristiano. Se trata de una Virgen que no posee ningún atributo real, no tiene ningún libro en la mano y está atrapada en el gesto de colocar una mano en su cadera para soportar el peso de su vientre.
“Esta Mujer, figura muy real en su forma de vestir y en su gesto, es al mismo tiempo un enigma que estamos llamados a interpretar – escribe Cacciari –. Esta Mujer, que armoniza tan perfectamente en sí misma la humilitas de la mirada y la monumentalidad de la pose, es una dimensión esencial del plèroma divino: el contenido y significado de la revelación que aquí ocurre, del acontecimiento que aquí se describe”.
Se trata de la maternidad corporal de la Virgen, pintada entre 1455-1465 por un pintor sublime; un poderoso icono que hoy se conserva en Monterchi, el espléndido pueblo medieval de la provincia de Arezzo. Con una lectura profunda y evocadora de la maternidad divina, Cacciari se pregunta sobre el papel central de María como madre de Cristo y como “compañera en el destino” de su hijo. Una puerta abierta al significado de la Pasión, sobre el sacrificio y sobre el amor incondicional. El grito del parto que María lanza se repetirá bajo la Cruz y luego nuevamente - quizás de alegría- en el momento de la Asunción, revelando su papel central en el misterio cristiano.
“La Mujer, por tanto - escribe Cacciari - es esta Mujer y en uno el Cielo, o la puerta del Cielo, del cosmos pitagórico-platónico. La suma abstracción de los Números de la antigua sophia concuerda con la Revelación que se produce, en la tierra, en quien está por generar. Aquí se manifiesta el verdadero ombligo del mundo”.