Jubileo, la cuestión

“Como si se hubieran superado las fronteras”. La Bula Papal “Spes non confundit” que anuncia el Jubileo de 2025 se refiere así a la peregrinación jubilar por la que se pasará de un país a otro hasta llegar a Roma. Sabemos que no será exactamente así, pero la esperanza, “que no defrauda ni decepciona”, no es una vaga conmoción del alma, sino una profecía activa. Nos pide y nos permite superar los límites, precisamente porque sabemos que están ahí.
Lo que se aplica al mundo entero también se aplica a la Iglesia ya que en ella también hay fronteras. Son las que se dan entre hombres y mujeres o las que conciernen a las minorías sexuales, económicas o étnicas en un mundo cada vez más mezclado, pero no pacificado. Nos toca a nosotros vivir y operar como si hubieran sido superadas, en una travesía que puede ser tan agotadora como ir contracorriente, pero que ya es en sí misma un buen resultado y también una profecía de lugares verdaderamente abiertos para los que una puerta es demasiado.
Retomando una imagen evangélica, la puerta es Cristo que significa el acceso sin condiciones, en el que nuestra conversión no es una condición, sino un resultado. En este caso es una verdadera metáfora, es el signo de una realidad que nos precede, que declara que alguien emerge continuamente de ella para que nada se pierda y nos invita a compartir su vida, porque pasamos “de ovejas a comensales”. (Hanz Gutierres Salazar, Más allá de la Biblia, más allá de Occidente).
Sin embargo, a pesar de la alta referencia y a pesar de que las puertas santas se abren en lugares inesperados, sus dinteles siguen sufriendo entre el viento que las abre de par en par y la corriente que tiende a cerrarlas. Me gusta imaginar al Señor que, como algunos vendedores puerta a puerta del pasado, mete el pie en la puerta y el marco para que al menos quede entreabierta. Quizás en complicidad con las mujeres que son guardianas de los umbrales de la morada para la que siempre han dispuesto adornos, los espejos de bronce, por usar la imagen bíblica de Éxodo 38,8.
Entre los elementos frágiles de aquello que rodea el Jubileo, creo que debo mencionar uno que sigue siendo verdaderamente embarazoso: las indulgencias. Si indican que hay algo que siempre queda de nuestras acciones, ¿por qué deberíamos pensar que cada uno puede eliminar ese “resto” de un plumazo dando lugar además a un lucro? Quizá sería un hermoso signo de conversión jubilar colectiva el eliminarlas; un signo que también sería de arrepentimiento y de consenso ecuménico, teniendo en cuenta también el papel conflictivo que desempeñaron en el enfrentamiento a la Reforma.
de Cristina Simonelli
Teóloga, docente de Historia de la Iglesia Antigua, Facoltà Teologica dell'Italia Settentrionale, Milán.