· Ciudad del Vaticano ·

MUJERES IGLESIA MUNDO

Un encuentro directo que marca un cambio de paradigma

El Papa, los cardenales y las mujeres. El interdecto

 Il Papa, i cardinali,  DCM-011
07 diciembre 2024

“No hemos escuchado lo suficiente las voces de las mujeres en la Iglesia”. De esta observación nació la elección sin precedentes del Papa Francisco de hacer reflexionar a los cardenales de su Consejo, el llamado C9, sobre la cuestión de las mujeres. Aunque no solo porque las mujeres fueron convocadas para participar en un debate libre, franco y auténtico con las máximas autoridades eclesiásticas convencidas de que “la Iglesia todavía tiene mucho que aprender de ellas”. En los meses transcurridos entre las dos sesiones del Sínodo sobre la sinodalidad, el Pontífice encomendó a la religiosa y teóloga salesiana Linda Pocher la dirección de un ciclo de encuentros de formación sobre el tema.

“Nos conocimos en 2022 cuando me pidió más información sobre el pensamiento de Hans Urs von Balthassar, que había estudiado durante mucho tiempo. Un año después, en junio de 2023, volvió a contactarme – cuenta sor Pocher -. Me dio máxima libertad en la articulación de toda la propuesta, desde de la elección de temas hasta los invitados. El Papa me ha dado solo tres adjetivos para orientar el enfoque: que fuera funcional, administrativo y ministerial”

La teóloga los aplicó en un ciclo de cuatro momentos distribuidos entre diciembre de 2023 y junio de 2024, -cuyo desarrollo está contenido en distintos libros publicados por las Paulinas- que, con una perspectiva interdisciplinar, pusieron de relieve las diferentes caras del tema, así como los problemas más urgentes y algunas cuestiones subyacentes que resolver. “Estas últimas, a largo plazo, podrían revelarse muy fecundas”, explica.

Linda Pocher implicó a ocho personas - siete mujeres y un hombre - con habilidades, biografías y sensibilidades diferentes que ofrecieron una pluralidad de perspectivas. Eran la brasileña y afrodescendiente Regina da Costa Pedro, de la Congregación Misionera de la Inmaculada Concepción-PIME; el sacerdote y el teólogo, Luca Castiglioni; la consagrada del Ordo virginum y maestra, Giuliva Di Berardino; la canonista Donata Horak; la teóloga Stella Morra; la economista Valentina Rotondi; la presidenta de la Coordinadora de teólogas italianas, Lucia Vantini; y la obispa anglicana Jo Wells.

El camino partió precisamente de la comparación crítica con el principio mariano-petrino de Baltasar que inspiró los últimos pontificados, para afrontar el debate sobre los ministerios, la influencia del factor cultural y, finalmente, lo que Michel Focault llamaba el interdicto: el tema del poder.

“Confieso que me preocupé un poco cuando recibí la invitación. La hermana Linda seguía diciéndome que sería una reunión sencilla e informal. Y efectivamente, al contrario de lo que pensaba, así fue. Primero por el lugar, que era una habitación de la Casa Santa Marta. Me recibieron con extrema cordialidad. Contra todas las expectativas me sentí muy cómoda. Nos sentamos frente al Papa, a su secretario y al cardenal Pietro Parolin. Los demás cardenales estaban a los lados. Nos dieron tiempo para hablar -unos cuarenta minutos cada una- y nos escucharon con gran atención. Estaban realmente interesados como lo demuestra el hecho de que nos hicieron numerosas preguntas. Francisco, por ejemplo, nos preguntó cuáles pensábamos que eran las raíces del clericalismo y las causas de la resistencia a una presencia más incisiva de las mujeres. El Secretario de Estado nos preguntó si detrás de la solicitud de reconocimiento no se podía esconder un deseo de poder. Lo encontré muy sincero: dio voz a una duda que existe en muchos hombres de la Iglesia”, explica sor Regina, la única no europea del grupo, llamada, junto con Stella Morra, a halar sobre cultura.

Por su parte, Donata Horak que, con Valentina Rotondi, se centraron en la cuestión del poder, opina de este modo: “Sirva una anécdota para describir el clima. Cuando terminó la reunión me quedé en el pasillo esperando a una colega. El Papa, que ya estaba en el ascensor, regresó porque “no está bien retirarse antes de que se hayan ido los invitados”. La canonista optó por no pronunciar un discurso real. “Evidentemente había anotado mis reflexiones, pero preferí hablar espontáneamente para que fuera un espacio auténtico real de escucha y debate. Los cardenales son diferentes entre sí, tienen posiciones y visiones distintas, pertenecen a ámbitos culturales muy lejanos. Hemos discutido con franqueza las cuestiones de la reforma del derecho canónico y algunas dinámicas eclesiales”.

“Nunca olvidaré la emoción que sentí al entrar en esa habitación – subraya Valentina Rotondi -. Había aceptado y preparado la intervención sin darme cuenta del carácter excepcional del momento que viviría. Ahí me di cuenta. El Papa Francisco, para tranquilizarme, bromeó sobre el hecho de que le había traído un nieto para distraerlo. Se refería a mi bebé de dos meses que, mientras tanto, estaba en otra habitación al cuidado de mi cuñado. Se dirigió a mí por mi nombre de pila, como a todos los demás, no por falta de respeto, sino para crear un ambiente de fraternidad que me desmontó por completo”.

“Cuando recibí la invitación pensé que era una broma”, añade la obispa Jo Wells, convocada con Giuliva Di Berardino para hablar de los ministerios. “Sin embargo, cuando me encontré en Santa Marta, me llamó la atención la normalidad con la que sucedía todo. Tan pronto como cruzamos el umbral, uniéndonos a un encuentro que ya había comenzado, el Papa Francisco se levantó para darnos la bienvenida. Después de las presentaciones, pasó la palabra a la hermana Linda, una señal de extraordinaria confianza y libertad. El modelo jesuita de discernimiento se hizo presente, sobre todo, cuando ella misma comenzó con un breve momento de oración para que el Espíritu Santo guiara nuestra escucha y aprendizaje. Resultaba algo irónico que fuera una mujer la que estaba presidiendo la oración”. Esa misma mañana, Giuliva Di Berardino no tuvo reticencias en sostener, ante el Pontífice y el Consejo, la oportunidad de abrir el diaconado a las mujeres. “No puedo negar que sentí una gran responsabilidad al ofrecer mi propuesta, sabiendo que varias mujeres tenían (y tienen) expectativas importantes al respecto. Yo no las tengo, pero el tema me toca de cerca, especialmente después de haber estudiado la situación de las mujeres a raíz del Sínodo de la Amazonía. El debate posterior fue animado y constructivo”.

Lucia Vantini argumentó que el principio mariano-petrino de Baltasar, sobre el que intervino junto con Luca Castiglioni, no era un buen punto de partida para la corresponsabilidad eclesial entre los sexos. “La reacción fue plural: hubo alguna resistencia, algún gesto de asombro y algún otro de complicidad. Yo no tuve ninguna sensación de angustia como la que puede tener una cuando se habla de temas casi personales. Yo estaba en ese lugar por mis estudios, formación y trabajo codo con codo con otras mujeres. En concreto, las de la Coordinadora de teólogas italianas donde he aprendido a reconocer y contener la tentación de cualquier protagonismo o personalismo”.

“¿Estamos seguras de que la cuestión de las mujeres no es, quizás, ‘la cuestión de los hombres’?, se pregunta Luca Castiglioni, la excepción masculina de estos encuentros con el Papa y los cardenales. “La buena noticia es que este problema ya no se entiende como de género, sino que se reconoce como una urgencia para toda la Iglesia cuya credibilidad hoy depende en gran medida de la calidad de las relaciones entre los ministros ordenados y los demás bautizados, en concreto, las mujeres bautizadas. Durante mucho tiempo, ignorarlo fue parte del problema porque no se escuchaba el grito de las mujeres y se creía que la exaltación del “genio femenino” era la solución. Invitaciones como esta del Papa a su reunión con el C9 señalan una toma de conciencia y una orientación que nos pide reflexionar sobre cómo ‘desmasculizar’ la Iglesia y fomentan el diálogo y la puesta en cuestión de los argumentos tradicionales escuchando a las mujeres. ¡Aunque también en esta ocasión estaban en minoría frente a los nueve cardenales! Todos ellos reaccionaron con humanidad y moderación, pero con palabras siempre “más pesadas” que las de sus invitadas. En cualquier caso, escucharon reflexiones inusuales en los “palacios sagrados”. Si la operación en su conjunto contribuye a generar algún consenso sobre el tema, ya será un fruto. Sería bueno que no se marchitara”.

“No se trata solo de una cuestión de equidad de género – afirma Regina da Costa Pedro -. Estoy convencida de que el Espíritu tiene mucho que decir a la Iglesia a través de las palabras y las acciones de las mujeres”.

“Más allá de sus efectos inmediatos, esta serie de reuniones han supuesto un paso decisivo. Que las autoridades de la Iglesia digan que necesitan comprender mejor y se pongan en actitud de aprender de las mujeres es un verdadero cambio de paradigma”, concluye Stella Morra.

de Lucia Capuzzi
Periodista «Avvenire»