El saludo que el Papa Francisco dirigió la mañana del lunes 25 de noviembre, a una delegación de jóvenes organizada por el “Universal Peace Council” (Consejo de la Paz Universal), recibida en audiencia en el Salón del Consistorio. El pensamiento del Papa se dirigió luego a Tierra Santa, sumergida desde hace más de un año por las “nubes oscuras del conflicto”. Publicamos, a continuación su discurso.
Queridos amigos:
Me alegra tener la oportunidad de conocerlos durante su visita a Roma, y elogio su dedicación a la causa de la paz en Tierra Santa, una tierra que ha sido testigo de tanta violencia y sufrimiento a lo largo de los siglos. Lamentablemente, nuestros días no son diferentes, y desde hace más de un año las oscuras nubes del conflicto han vuelto a envolver la región del mundo que ustedes llaman hogar. Es feo, es feo.
La situación actual hace que la promoción de la paz sea aún más importante, y me alegra ver que su delegación está formada por jóvenes de diferentes orígenes y religiones. Esta es una clara señal de que el deseo de paz está arraigado en el corazón humano y de que es capaz de aportar unidad en la diversidad. Todos sabemos, sin embargo, que su tarea no es fácil. Por eso me gustaría proponer tres breves puntos para su consideración.
El primero es que necesitamos a los jóvenes para desempeñar este importante servicio, porque poseen un tipo de idealismo, entusiasmo y esperanza que nos recuerdan a todos que un mundo mejor es posible, que la paz es posible. En particular, los jóvenes pueden ayudar a los demás a descubrir los elementos cruciales que preparan el camino hacia la paz: el perdón y la disponibilidad para dejar los prejuicios y las heridas del pasado. Los jóvenes son creativos, pero es feo cuando nos encontramos con jóvenes ideologizados, en los que la ideología ocupa el lugar del pensamiento y de la voluntad de hacer el bien. Siempre debemos recordar y aprender de la historia, un apego malsano a las heridas y los prejuicios del pasado nunca puede conducir a una paz verdadera y duradera. De hecho, sólo perpetúa la espiral de conflicto y división.
El segundo punto es entablar siempre el diálogo, ya que es la principal herramienta de que disponemos. "Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo esto se resume en el verbo “dialogar”. El diálogo es el único camino hacia la paz, hacia el encuentro (Lett. enc. Fratelli tutti, 198). Los jóvenes pueden ser grandes artesanos de la paz a través del diálogo.
El tercer punto es no perder nunca la esperanza. La esperanza no defrauda: no pierdan la esperanza. Es tan fácil desanimarse cuando vemos los efectos devastadores de la guerra y el odio, por no hablar de la pobreza, el hambre, la discriminación y otras realidades diversas que amenazan la perspectiva de la paz. Estas realidades son el resultado de las guerras. Esto puede llevarnos a pensar que nuestros esfuerzos de diálogo son en vano porque producen pocos resultados concretos. Quizá también le critiquen por centrarse en la necesidad del diálogo para avanzar en la causa de la paz. En esos momentos, recuerden que cualquier cosa que merezca la pena no es nunca fácil. Requiere sacrificio, requiere la voluntad de volver a comprometerse cada día, especialmente cuando las cosas no parecen ir como nos gustaría. Mantengan viva la esperanza, queridos jóvenes, teniendo siempre presente que todos formamos parte de una misma familia humana. Todos somos hermanos y hermanas y los esfuerzos por promover la reconciliación, la armonía y la paz siempre merecerán nuestro tiempo y nuestro esfuerzo. Y, por supuesto, ¡nunca pierdan el sentido del humor, esa sana alegría! Esto es muy importante. No pierdan esa capacidad de alegría que ayuda a ver las mejores cosas.
Les agradezco su visita y les aseguro mis oraciones por su compromiso con la paz en Tierra Santa. Los bendigo a todos y les pido, por favor, que me recuerden en sus oraciones. Muchas gracias.