Publicamos, a continuación, una traducción del mensaje del Santo Padre, pronunciado la mañana del 13 de noviembre por el cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, en la XXIX Sesión de la Conferencia de los Estados Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29), en curso en Bakú, del 11 al 22 de noviembre.
Sr. Presidente.
Jefes de Estado o de Gobierno
Señoras y señoras:
En nombre del Papa Francisco, os saludo cordialmente a todos y os aseguro su cercanía, su apoyo y su aliento para que la COP29 logre demostrar que hay una comunidad internacional dispuesta a mirar más allá de los particularismos y a poner en el centro el bien de la humanidad y nuestra casa común, que Dios ha confiado a nuestro cuidado y responsabilidad.
Los datos científicos de que disponemos no permiten más retrasos y muestran claramente que la preservación de la creación es una de las cuestiones más urgentes de nuestro tiempo. También debemos reconocer que está estrechamente relacionada con el mantenimiento de la paz.
La COP29 se desarrolla en un contexto condicionado por la creciente desilusión con respecto a las instituciones multilaterales y las crecientes tendencias a construir muros. El egoísmo -individual, nacional y de grupos de poder- alimenta un clima de desconfianza y división que no responde a las necesidades de un mundo interdependiente en el que deberíamos actuar y vivir como miembros de una sola familia que habita la misma aldea global interconectada [1].
«La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos» [2]. El desarrollo económico no ha reducido las desigualdades. Por el contrario, ha favorecido la priorización del beneficio y de los intereses particulares en detrimento de la protección de los más débiles y ha contribuido al progresivo empeoramiento de los problemas medioambientales.
Con el fin de invertir la tendencia y crear una cultura de respeto a la vida y a la dignidad de la persona humana, es necesario comprender que las consecuencias perjudiciales de los estilos de vida afectan a todos, y modelar juntos el futuro para «procurar que las soluciones se propongan desde una perspectiva global y no sólo en defensa de los intereses de algunos países» [3].
Que el principio de «responsabilidades comunes pero diferenciadas y sus respectivas capacidades» [4] guíe e inspire el trabajo de estas semanas. Dejad que las responsabilidades históricas y presentes se conviertan en compromisos concretos y con visión de futuro, para que de estas semanas de trabajo pueda surgir un Nuevo objetivo colectivo cuantificado de finanzas climáticas, que es uno de los más urgentes de esta Conferencia.
Es necesario realizar esfuerzos para encontrar soluciones que no socaven aún más el desarrollo y la capacidad de adaptación de muchos países sobre los que ya pesa la carga de una deuda económica opresiva. Al hablar de finanzas climáticas es importante recordar que la deuda ecológica y la deuda externa son dos caras de la misma moneda que hipotecan el futuro.
En esta perspectiva, deseo reiterar el llamamiento hecho por el Papa Francisco en vista del Jubileo ordinario del año 2025, dirigiéndose a las naciones más acomodadas «para que reconozcan la gravedad de tantas decisiones tomadas y establezcan condonar las deudas de países que nunca podrían pagarlas. Antes que de magnanimidad, es una cuestión de justicia, agravada hoy por una nueva forma de iniquidad de la que nos hemos dado cuenta: «Porque hay una verdadera “deuda ecológica”, particularmente entre el Norte y el Sur, relacionada con desequilibrios comerciales con consecuencias en el ámbito ecológico, así como con el uso desproporcionado de los recursos naturales llevado a cabo históricamente por algunos países» [5].
De hecho, es esencial buscar una nueva arquitectura financiera internacional centrada en la persona [6], audaz, creativa y basada en los principios de equidad, justicia y solidaridad. Una nueva arquitectura financiera internacional que realmente pueda garantizar a todos los países, especialmente a los más pobres y vulnerables a las catástrofes climáticas, vías de desarrollo tanto de baja emisión de carbono como de alto reparto, que permitan a todos alcanzar su pleno potencial y ver respetada su dignidad. Contamos con los recursos humanos y tecnológicos para invertir el rumbo y perseguir el círculo virtuoso de un desarrollo integral que sea verdaderamente humano e inclusivo [7]. Trabajemos juntos para garantizar que la COP29 también refuerce la voluntad política de canalizar estos recursos hacia este noble objetivo para el bien común de la humanidad de hoy y de mañana. Debemos volver a encontrar nuestra esperanza en la capacidad de la humanidad, en el hecho de «siempre podemos reorientar el rumbo, que siempre podemos hacer algo para resolver los problemas» [8]. Debemos esperar que «la humanidad del período post-industrial quizás sea recordada como una de las más irresponsables de la historia, es de esperar que la humanidad de comienzos del siglo XXI pueda ser recordada por haber asumido con generosidad sus graves responsabilidades» [9].
Reitero el compromiso y el apoyo de la Santa Sede en este esfuerzo, especialmente en el campo de la educación en la ecología integral y en la sensibilización sobre la cuestión ambiental como «un problema humano y social en un variado arco de sentidos» [10], que exige ante todo un compromiso claro, donde la responsabilidad, la adquisición de conocimientos y la participación de cada persona son fundamentales. No podemos «pasar por el camino mirando a otro lado» [11]. La indiferencia es cómplice de la injusticia. Por lo tanto, pido que, teniendo en cuenta el bien común, podamos desenmascarar los mecanismos de autojustificación que tan a menudo nos paralizan: ¿qué puedo hacer? ¿Cómo puedo contribuir? Hoy no hay tiempo para la indiferencia.
No podemos lavarnos las manos, manteniéndonos distantes, descuidados, desinteresados. Este es el verdadero reto de nuestro siglo. Por un acuerdo ambicioso, por cada iniciativa y proceso dirigido a un desarrollo verdaderamente inclusivo, les aseguro mi apoyo y el del Santo Padre, con el fin de prestar un servicio eficaz a la humanidad, para que todos podamos asumir la responsabilidad de salvaguardar no solo nuestro futuro, sino también el de todos. Gracias.
Notas
[1] Papa Francisco, audiencia general, 2 de septiembre de 2020.
[2] Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 29 de junio de 2009, n. 19.
[3] Papa Francisco, Carta encíclica Laudato si’, 24 de mayo de 2015, 164.
[4] Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, art. 3.1, art. 4.1; Acuerdo de París, art. 2.2.
[5] Papa Francisco, Spes non confundit, 9 de mayo de 2024, n .º 16, citando la Carta encíclica Laudato si ', 24 de mayo de 2015, n .º 51.
[6] Cf. San Pablo VI, Carta encíclica Populorum progressio, 26 de marzo de 1967, n. 14.
[7] Cf. Ibidem
[8] Papa Francisco, Carta encíclica Laudato si’, 24 de mayo de 2015, n. 61.
[9] Ibidem, n .º 165.
[10] Papa Francisco, Exhortación apostólica Laudate Deum, 4 de octubre de 2023, n. 58.
[11] Papa Francisco, Carta encíclica Fratelli tutti, 3 de octubre de 2020, n. 75.