· Ciudad del Vaticano ·

A la diócesis de Aosta y a la congregación de los Canónigos del Gran San Bernardo

La valentía de promover siempre la reconciliación

15 noviembre 2024

«Promoviendo la paz, sin desanimarse, incluso ante el fracaso», con la misma «valentía» que tuvo en el siglo ii san Bernardo de Aosta, patrón de los alpinistas, de los viajeros y de los habitantes de los Alpes. Este es el llamamiento dirigido por el Obispo de Roma a las delegaciones de la diócesis de Aosta y de las congregaciones de los Canónigos del Gran San Bernardo, recibidos en audiencia la mañana del lunes 11 de noviembre, en la Sala Clementina.

Queridos hermanos y hermanas, ¡bienvenidos!

Saludo al obispo de Aosta, al preboste del Gran San Bernardo, a las distinguidas autoridades civiles y religiosas presentes y a todos ustedes.

Me alegra encontrarme con ustedes al final del Año Jubilar dedicado al centenario de la proclamación de San Bernardo de Aosta como Patrón de los alpinistas, viajeros y habitantes de los Alpes (cf. Pío xi, Lett. Quod Sancti, 20 de agosto de 1923), así como al noveno centenario desde su canonización y al primer milenio desde su nacimiento.

El punto de apoyo de los diversos momentos que acompañaron este tiempo de celebración fue, por tanto, la figura de este santo alpino, sobre el que también nosotros nos detenemos un momento para reflexionar. Podríamos resumir algunos de los rasgos fundamentales de su obra refiriéndonos a tres ámbitos de acción a los que la Providencia lo llamó y que siguen siendo muy de actualidad aún hoy: el anuncio, la acogida y la promoción de la paz.

En primer lugar, el anuncio. Bernardo, archidiácono de la diócesis de Aosta, fue un predicador capaz de conmover incluso a los corazones más endurecidos, abriéndolos al don de la fe y de la conversión. Era capaz de hacer del anuncio «una intensa y feliz experiencia del Espíritu» (Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 135), y se dedicó a esta misión con celo hasta su muerte en 1081 en Novara, donde predicaba.

Segundo: la hospitalidad. La aventura caritativa que le haría famoso está, sin embargo, ligada a otra misión que le confió la obediencia: la de hacerse cargo de los peregrinos y caminantes que atravesaban los pasos alpinos cercanos al Mont Blanc -pasos que aún hoy llevan su nombre- para llegar a Italia desde Francia y Suiza y viceversa, en un viaje internacional. El viaje era duro y conllevaba el riesgo de perderse, ser atacado y morir en los hielos. Para atender a estas personas, Bernardo fundó los dos conocidos Hospicios, reuniendo a su alrededor a su comunidad de canónigos, que aún hoy se dedican a este servicio, fieles al lema: Hic Christus adoratur et pascitur, «Aquí Cristo es adorado y alimentado». Se trata de un programa de caridad integral, material y espiritual, que tiene a la Eucaristía en su centro, y que fluye de la oración a la acogida de todo aquel que llama a la puerta. Un verdadero modelo también para nuestros días: acoger y cuidar a todo aquel que pida ayuda, en cuerpo y espíritu, sin distinciones y sin cerrazones.

Anunciador, acogedor y, en tercer lugar, operador de paz. Bernardo operador de paz. El episodio emblemático, en este sentido, es su viaje a Pavía, ya enfermo, para intentar convencer al emperador Enrique iv de que desistiera de su intención de hacer la guerra al papa Gregorio vii . Fue un viaje que le costó la vida. De hecho, moriría poco tiempo después de su regreso. Como sabemos, su intento no tuvo éxito. Sin embargo, esto lo hace aún más noble a nuestros ojos, porque nos lo muestra comprometido en una empresa delicada e incierta, más allá de cualquier garantía de éxito. Promoviendo la paz, sin desanimarse, incluso ante el fracaso. Y ¡cuánto necesitamos esta valentía incluso ahora!

Queridos amigos, puesto que algunos de ustedes son guías alpinos y profesores de esquí, me gustaría concluir recordando a su santo patrón a través de dos símbolos de la montaña: el piolet y la cuerda. El piolet de San Bernardo era la Palabra de Dios, con la que era capaz de abrasar incluso a las almas más frías y endurecidas; su cordada era la comunidad, con la que caminaba -y ayudaba a caminar a los demás- incluso por senderos arriesgados, para alcanzar su meta. Ojalá todo el mundo camine por senderos tan hermosos como los suyos, por las altas montañas, pero sobre todo camine por el interior del corazón. ¿Tenemos la valentía de caminar dentro del corazón para saber lo que siente el corazón, lo que dice el corazón? Los bendigo a ustedes y a la gente del Valle de Aosta, y les pido por favor que recen por mí. Gracias.