
Un problema casi satánico. Es 19 de diciembre de 2021 cuando el Papa Francisco define así el drama de la violencia contra las mujeres. “El número de mujeres golpeadas y maltratadas en casa, incluso por parte de sus maridos, es muy grande. El problema para mí es casi satánico”, fueron sus palabras exactas, pronunciadas durante el especial de televisión Francesco e gli invisibili. Il Papa incontra gli ultimi.
Porque en realidad es así, a pesar de los muchos avances que la promoción de las mujeres ha logrado a lo largo de los años, siguen siendo “invisibles” y “últimas” en muchas partes del globo y en muchas culturas y sociedades. Invisibles y últimas siempre, excepto en lo referente a violencia y el abuso. En estas terribles categorías, las mujeres están en la cima. En casi doce años de pontificado, el Papa Francisco nunca ha dejado de denunciar este drama, o más bien, este crimen. En numerosas ocasiones ha reiterado la necesidad de ponerle fin y proteger la vida y la dignidad de las mujeres, reconociendo su importante papel social. En el punto 54 de la exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, por ejemplo, destacaba “la vergonzosa violencia que a veces se ejerce sobre las mujeres, el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud que no constituyen una muestra de fuerza masculina sino una cobarde degradación”. Y añade: “La violencia verbal, física y sexual que se ejerce contra las mujeres en algunos matrimonios contradice la naturaleza misma de la unión conyugal. Pienso en la grave mutilación genital de la mujer en algunas culturas, pero también en la desigualdad del acceso a puestos de trabajo dignos y a los lugares donde se toman las decisiones”.
Son numerosos los discursos y homilías de Francisco que contienen referencias a este dramático tema. El 1 de enero de este año, en la misa de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, también 53ª Jornada Mundial de la Paz, el Pontífice pidió al mundo entero “mirar a las madres y a las mujeres para encontrar la paz, para salir de la espiral de violencia y odio y volver a tener miradas humanas y corazones que vean. Y toda sociedad necesita acoger el don de la mujer, de cada mujer. De respetarla, protegerla y valorarla sabiendo que quien hace daño a una sola mujer profana a Dios, nacido de mujer”.
Parole, queste, che fanno eco a quelle pronunciate quattro anni prima, sempre nella solennità mariana del primo giorno dell’anno: «Le donne sono fonti di vita. Eppure sono continuamente offese, picchiate, violentate, indotte a prostituirsi e a sopprimere la vita che portano in grembo — dice il vescovo di Roma —. Ogni violenza inferta alla donna è una profanazione di Dio, nato da donna. Dal corpo di una donna è arrivata la salvezza per l’umanità: da come trattiamo il corpo della donna comprendiamo il nostro livello di umanità». Il Pontefice non manca poi di denunciare le tante, troppe volte in cui «il corpo della donna viene sacrificato sugli altari profani della pubblicità, del guadagno, della pornografia, sfruttato come superficie da usare. Va liberato dal consumismo, va rispettato e onorato; è la carne più nobile del mondo, ha concepito e dato alla luce l’Amore che ci ha salvati!».
Los abusos a los que se ven obligados el género femenino y la humanidad están también en el centro del discurso que el Papa pronuncia el 11 de marzo de 2023, al recibir en audiencia a los participantes del encuentro promovido por la Strategic alliance of catholich research universities y la Fundación Centesimus annus pro Pontifice: “Cada persona debe ser respetada en su dignidad y en sus derechos fundamentales: educación, trabajo, libertad de expresión, etc. Esto se refiere especialmente a las mujeres, más comúnmente sometidas a violencia y abuso. […] Durante mucho tiempo, las mujeres han sido el primer material de desecho. Esto es terrible. Se han de respetar los derechos de cada persona”. Su petición de “no permanecer en silencio ante este flagelo de nuestro tiempo” y no dejar “sin voz a las mujeres que son víctimas de abusos, explotación, marginación y presiones indebidas”, también es contundente. “Demos voz a su dolor y denunciemos con fuerza las injusticias a las que están sometidas, muchas veces en contextos que las privan de cualquier posibilidad de defensa”.
Unos meses más tarde, en noviembre de 2023, el Papa envió un mensaje a la campaña nacional contra la violencia contra las mujeres organizada por distintos medios italianos. También en esta ocasión, el obispo de Roma iluminó con sus palabras una tragedia que todavía se tiende a ocultar o, peor aún, que nos deja indiferentes, casi como si fuera normal. “La violencia contra las mujeres es una mala hierba que aflige a nuestra sociedad y que debe ser eliminada de raíz. Y estas raíces son culturales y mentales, crecen en el suelo del prejuicio, la posesión y la injusticia”, decía Francisco. “En demasiados lugares y en demasiadas situaciones, las mujeres son relegadas a un segundo plano, son consideradas inferiores, como objetos. Y si una persona es reducida a una cosa, entonces ya no se ve su dignidad, se le considerada solo una propiedad que puede ser utilizada hasta el punto de eliminarla”, destacaba.
“¡Donde hay dominación hay abuso! No es amor si requiere ser prisioneros”, señalaba claramente el Pontífice, llamando a todos al deber y a la responsabilidad de escuchar y tomar en consideración “a las mujeres que son víctimas de abusos, explotación, marginación y presiones injustas”. “¡No nos quedemos indiferentes! Es necesario actuar inmediatamente, a todos los niveles, con determinación, urgencia y valentía”. También porque - y lo escribió en la cuenta @Pontifex el 25 de noviembre de 2022, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer – “ejercer violencia contra una mujer o explotarla no es un simple delito, es un crimen que destruye la armonía, la poesía y la belleza que Dios quiso dar al mundo”.
Los predecesores del Papa Francisco también abordaron en varias ocasiones la cuestión de la violencia contra las mujeres. En 2008, al recibir en audiencia a los participantes en la conferencia internacional Mujer y hombre, el humanum en su totalidad, Benedicto XVI afirmó: “Hay lugares y culturas donde las mujeres son discriminadas o subestimadas por el simple hecho de ser mujeres, donde se recurre a los argumentos religiosos y se utilizan presiones familiares, sociales y culturales para sustentar la desigualdad de sexos, donde se cometen actos de violencia contra las mujeres, convirtiéndolas en objeto de maltrato y explotación en la publicidad y en la industria del consumo y el entretenimiento”. “Ante fenómenos tan graves y persistentes, el compromiso de los cristianos parece aún más urgente para que se conviertan en todas partes en promotores de una cultura que reconozca a las mujeres, en el derecho y en la realidad, la dignidad que merecen”, sentenciaba.
No podemos dejar de mencionar la Carta a las mujeres escrita por Juan Pablo II en 1995 y de la que el año próximo se cumplirá su trigésimo aniversario. Un hito, podríamos decir, de la posición de la Iglesia contemporánea ante esos terribles fenómenos que el Papa Wojtyła llama “perversiones”. “Mirando también uno de los aspectos más delicados de la situación femenina en el mundo, cómo no recordar la larga y humillante historia —a menudo ‘subterránea’— de abusos cometidos contra las mujeres en el campo de la sexualidad. A las puertas del tercer milenio no podemos permanecer impasibles y resignados ante este fenómeno”. De ahí la firme advertencia del Papa santo de “condenar con determinación, empleando los medios legislativos apropiados de defensa, las formas de violencia sexual que con frecuencia tienen por objeto a las mujeres”. Del mismo modo, Juan Pablo II denuncia, “en nombre del respeto a la persona”, “la difundida cultura hedonística y comercial que promueve la explotación sistemática de la sexualidad, induciendo a chicas incluso de muy joven edad a caer en los ambientes de la corrupción y hacer un uso mercenario de su cuerpo”.
Finalmente, es fundamental el Mensaje a las mujeres, escrito por Pablo VI el 8 de diciembre de 1965. Entre los documentos finales del Concilio Vaticano II, el texto se dirige, en particular, a “las mujeres que sufren”. “Vosotras, que os mantenéis firmes bajo la cruz a imagen de María; vosotras, que tan a menudo, en el curso de la historia, habéis dado a los hombres la fuerza para luchar hasta el fin, para dar testimonio hasta el martirio, ayudadlos una vez más a conservar la audacia de las grandes empresas, al mismo tiempo que la paciencia y el sentido de los comienzos humildes”, escribe el Papa Montini.
La actualidad de ese Mensaje - del que celebraremos el 60º aniversario en 2025 - nos dice lamentablemente que la brutalidad contra las mujeres representa una herida que aún sangra y que se agrava por la soledad en la que muchas veces se encuentran las víctimas. Solas frente a los abusos, solas frente a los largos e interminables tiempos de la justicia, solas frente a los Estados que no siempre son capaces de garantizarles el acompañamiento adecuado, hoy más que nunca las mujeres deben ser salvadas. Que el próximo Jubileo sea también una oportunidad para reflexionar sobre este tema.
de Isabella Piro
Periodista de «L'Osservatore Romano»
Solo nos queda llorar
Durante su viaje a África en febrero de 2023, el Papa se reunió con las víctimas de la violencia en el este de la República Democrática del Congo. Con valentía y dignidad algunas mujeres contaron al Pontífice los sufrimientos que habían padecido. Bijoux Mukumbi Kamala fue secuestrada por una milicia en 2020. Tenía 17 años y durante 19 meses fue violada “como un animal” por el comandante “varias veces al día, cuando quería, durante varias horas”. Cuando logró escapar estaba embarazada. “Tuve unas gemelas que nunca conocerán a su padre”. Emelda M'karhungulu tenía 16 años en 2005. “Fui retenida como esclava sexual y abusada durante tres meses. Cada día, entre cinco y diez hombres abusaban de cada una de nosotras. Nos hacían comer harina de maíz y la carne de los muertos. Esta era nuestra comida diaria. Quien se negaba a comerla era asesinada y descuartizada para que las demás tuvieran que comérsela”.
“Solo nos queda llorar”, respondió el Papa Francisco.