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Observatorio

La falta de un pensamiento cristiano sobre la violencia de género es un problema

31 octubre 2024

“Caso 992” es un colectivo feminista mexicano que apoya a las madres abandonadas víctimas de violencia. La violencia más significativa deriva de las lagunas del sistema penal mexicano, que todavía está permeado por rasgos patriarcales. Las cifras son impactantes: 30,2 millones de víctimas, entre ellas mujeres y niños. “Caso 992” cuenta con el apoyo de 29 institutos profesionales y asociaciones civiles. Luchan juntos por un cambio en el sistema jurídico sobre esta cuestión, que parece irracional por lo discriminatoria que es. Entre las organizaciones e investigadores implicados en la iniciativa no hay una sola universidad católica.

 México no es un caso aislado. Son pocas las universidades católicas que dedican recursos a la investigación sobre la violencia contra las mujeres. En el ámbito práctico y pastoral, no hay duda de que la Iglesia (principalmente, si no exclusivamente, gracias a las religiosas) se compromete cada día con las mujeres víctimas. Existen innumerables iniciativas para acoger, acompañar y reincorporar en el ámbito laboral... Pero ¿y la investigación? Prácticamente no existe.

Parece que las instituciones académicas católicas también tienen cierto recelo hacia el tema, que tradicionalmente ha sido considerado una cuestión “de izquierdas”. No abren líneas de investigación, ni dedican grupos o individuos para trabajar el tema. Ni siquiera mencionan el 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, establecido por Naciones Unidas en memoria del terrible asesinato de tres hermanas, Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, durante el régimen del dominicano Rafael Leónidas Trujillo en 1960. No se menciona en absoluto. En definitiva, se han autoexcluido de este asunto privándolo así de la contribución específica del pensamiento cristiano.

La ausencia de esta aportación supone un problema. No se trata tanto de obtener cifras o describir el fenómeno porque estos datos son a disposición de todos y son analizados por otras asociaciones. La perspectiva específicamente cristiana sirve, ante todo, para ampliar el análisis de las causas y realizar un diagnóstico más completo. Sirve también para proporcionar principios y criterios de interpretación y acción, a partir de la propia comprensión del ser humano.

Pondré un ejemplo para que quede más claro. El desgarrador fenómeno de la violencia ha sido interpretado desde una antropología que considera que la autonomía de las mujeres es el valor máximo y la relación entre hombre y mujer se lee en clave más bien dialéctica.

La visión cristiana puede enriquecer y modular esta interpretación añadiendo a la conversación que, si bien la autonomía es un valor fundamental, debe enmarcarse en una relación de comunión. En definitiva, todos dependemos unos de otros. Por tanto, el objetivo que alcanzar no será solo garantizar el mismo poder a todos (que parece ser el enfoque de las políticas actuales en este sentido). La autonomía y el empoderamiento son ciertamente condiciones necesarias, pero no objetivos finales. La visión cristiana amplía el horizonte y permite entender que también es necesaria la curación y la educación en la relación entre hombres y mujeres.

El Papa Francisco ha hablado claramente sobre la violencia contra las mujeres. Esperemos que los investigadores católicos puedan superar sus objeciones y entrar en un tema que no es ni de derechas ni de izquierdas: es de todos. Y el Evangelio tiene mucho que decir al respecto.

de Marta Rodríguez