· Ciudad del Vaticano ·

La triple petición del Papa a los clérigos regulares teatinos en el v centenario de la profesión solemne de san Cayetano de Thiene y de sus primeros compañeros

Renovación comunión y servicio

 Renovación comunión y servicio  SPA-038
20 septiembre 2024

«Seguir caminando en esta triple dirección, en la renovación, en la comunión y en el servicio»: es el envío encomendado por el Papa Francisco a los clérigos regulares teatinos con quienes se reunió el sábado 14 de septiembre por la mañana, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, en la basílica vaticana, con ocasión de la peregrinación que han realizado en el quinto centenario de la profesión solemne, en el mismo lugar, del fundador san Cayetano de Thiene y de sus primeros compañeros. Este es el saludo que les dirigió el Pontífice.

Queridos hermanos y hermanas, ¡bienvenidos!

Saludo al prepósito general y a todos ustedes. Me alegra encontrarme con ustedes en el quinto centenario de la profesión solemne de san Cayetano de Thiene y sus primeros compañeros, realizada aquí, en esta Basílica, el 14 de septiembre de 1524. La historia dice que los teatinos tuvieron algo con los jesuitas, ¡Yo no lo creo! Sigamos adelante.

Fue el comienzo de su instituto religioso, nacido para practicar y promover “la vida común y el servicio de Dios a los hermanos”, y para contribuir a la reforma de la Iglesia mediante la reforma de sí mismos, siguiendo el modelo de la primera comunidad apostólica (cfr. Mc 3,13-15). Les agradezco y me gustaría animarlos a seguir caminando en esta triple dirección, en la renovación, en la comunión y en el servicio. Y me gusta hacerlo inspirándome en el lugar en el que nos encontramos y en las circunstancias en las que sus Fundadores hicieron su profesión.

Primero: renovación. Los primeros Teatinos no profesaron votos solemnes en un edificio perfecto y completo, como lo vemos hoy, sino prácticamente en una gran «obra en construcción». Tal era el aspecto de la basílica vaticana en 1524. Desde hacía algún tiempo, de hecho, se había comenzado a trabajar en la demolición gradual del antiguo edificio constantiniano, que ya no era adecuado para las necesidades del pueblo de Dios, con el fin de construir uno nuevo. Las obras avanzaban lentamente, los fondos eran escasos e incluso los planos no estaban del todo claros. Sin embargo, se pusieron manos a la obra, porque la comunidad crecía y las estructuras anteriores ya no eran suficientes. Hermanos, ésta es una imagen que nos ayuda a reflexionar sobre la necesidad, para permanecer fieles a nuestra misión, de emprender con valentía caminos de renovación. Es interesante: la fidelidad debe renovarse. No puede haber fidelidad que no se renueve, permaneciendo fundada en lo antiguo, sí, pero al mismo tiempo dispuesta a demoler lo que ya no es necesario para construir algo nuevo (cf. Lc 5,36-39) dócil al Espíritu y confiada en la Providencia. Esto es la renovación.

Lo segundo: la comunión. Como sabemos, muchos trabajaron en San Pedro: artistas famosos, artesanos expertos y una multitud de obreros y trabajadores, hombres y mujeres, comprometidos en las tareas más humildes, unidos en el mismo esfuerzo para dar vida al nuevo edificio. Y esto también es un signo importante: una casa acogedora no se construye sola, sino juntos, en comunidad, valorando la contribución de todos (cf. 1 Co 12,7-11).

Renovación, comunión y, en tercer lugar, la «fábrica», es decir, el servicio. Los proyectos más hermosos se habrían quedado en nada si la gente, arremangándose, no se hubiera puesto manos a la obra. Los buenos propósitos resultan estériles si no nos ponemos concretamente al servicio de los demás, con humildad, buena voluntad y espíritu de sacrificio. San Gaetano nos lo mostró, con las numerosas obras de caridad que promovió, algunas de las cuales siguen vivas hoy en día; pero ante todo nos lo enseñó Jesús, que no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida (cf. Mc 10,45). Y es muy significativo que su Instituto naciera precisamente en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.

Queridos hermanos y hermanas, ¡qué hermosa es esta Basílica! Pero luego mirémonos los unos a los otros y recordemos que el edificio en el que nos encontramos es sólo un símbolo: la realidad somos nosotros, personalmente y en comunidad. Hace quinientos años, sus fundadores no consagraron sus vidas a una obra de ladrillos y mármoles, sino de piedras vivas (cf. 1 Pe 2,4-5); consagraron sus vidas a la Iglesia con mayúscula, la Iglesia esposa de Cristo, el Pueblo de Dios y el Cuerpo Místico del Señor (cf. Constitución dogmática Lumen Gentium, 6-9). Es por su bien por lo que cada uno de ellos se ha entregado hasta el final, dando vida a una obra que, tras siglos de fidelidad, se confía hoy a ustedes. ¡Ánimo y adelante!

Por eso invito a toda la Familia Teatina a abrazar con alegría, en el Jubileo de hoy, intenciones de renovación, comunión y servicio, siguiendo el ejemplo de san Cayetano. Gracias, muchas gracias por el trabajo que realizan. Los bendigo y rezo por ustedes. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí.