Renunciar a la «cultura del miedo para abrir la puerta de la acogida y de la amistad», para que el Mediterráneo «deje de ser un cementerio», sino que «encuentre su rostro más bello: el de la fraternidad y de la paz». Es la invitación del Papa Francisco a los cincuenta jóvenes que participan en el med 24 en Tirana, nueva edición de los Encuentros del Mediterráneo, organizados por la Iglesia católica en colaboración con actores mediterráneos. El objetivo del encuentro es afrontar los desafíos y las oportunidades presentes en la región. El evento, que tiene lugar en Albania del 15 al 21 de septiembre, sigue los encuentros de Bari, Florencia y Marsella y tiene como tema “Peregrinos de esperanza, constructores de paz”, sugerido por la archidiócesis de Tiranë-Durrës, en continuidad con el lema del Jubileo 2025. Publicamos a continuación el texto del videomensaje enviado por el Pontífice a los participantes del encuentro, difundido la mañana del martes 17 de septiembre.
Queridos amigos, queridos jóvenes albaneses y del Mediterráneo:
Es para mí una alegría saber que estáis reunidos en Tirana, diez años después de mi visita a vuestro amado país en 2014. ¡No me olvido! Me acuerdo de ese viaje en el que pude encontrar a vuestro pueblo, un pueblo de múltiples rostros, pero unido por la valentía. Como dije entonces a los jóvenes, «ustedes son la nueva generación de Albania» (Ángelus, Tirana, 21 de septiembre de 2014). Añado hoy, queridos jóvenes de las cinco orillas del Mediterráneo: vosotros, la nueva generación, sois el futuro de la región mediterránea.
Todos somos peregrinos de la esperanza, caminando en búsqueda de la verdad y viviendo nuestra fe construyendo la paz. ¡La paz debe ser construida! Dios ama a todos los hombres y no hace distinción entre nosotros. La fraternidad entre las cinco orillas del Mediterráneo que vosotros estáis construyendo es la respuesta - ¡la respuesta! – la mejor respuesta que podemos ofrecer a los conflictos y las indiferencias que matan. Porque la indiferencia mata.
Aprender juntos a leer los signos de los tiempos. Contemplad la diversidad de vuestras tradiciones como una riqueza, una riqueza querida por Dios. La unidad no es uniformidad, y la diversidad de nuestras identidades culturales y religiosas es un don. Unidad en la diversidad. Creced en la estima recíproca, como testimonian vuestros antepasados.
Poned en el centro la voz de aquellos que no son escuchados. Pienso en los más pobres, que sufren el ser considerados como un peso o una molestia. Pienso en aquellos que, a menudo muy jóvenes, deben dejar su país por un futuro mejor. Cuidad de cada uno. No se trata de número sino de personas, y cada persona es sagrada; se trata de rostros, cuya dignidad debe ser promovida y protegida. Renunciemos a la cultura del miedo para abrir la puerta de la acogida y de la amistad.
Como un gran lago de Tiberíades encomendado a vuestros cuidados, habitáis las orillas de esta gran cuenca, que os une: el Mediterráneo os une, os une como un hermoso jardín para cultivar. Custodiad el espíritu de servicio en toda circunstancia, cuidad toda criatura encomendada a vuestras manos.
Sabed caminar tras las huellas de vuestros mártires. Su valentía es un testimonio vivo que puede inspirar vuestro compromiso de resistir a todas las violencias que desfiguran nuestra humanidad, como hizo con tan solo veintidós años la beata Maria Tuci.
Os encomiendo a María, Madre del Buen Consejo, que desde siempre dirige su mirada materna de amor y de dolor a los sucesos de vuestra tierra. Aprended de Su Corazón Inmaculado a ser incansables peregrinos de la esperanza y a seguir los signos de Dios, para que el Mediterráneo reencuentre su rostro más hermoso: el de la fraternidad y de la paz. Y que deje de ser un cementerio.