El sacerdote que quisiera y que se necesita es un hombre de la Palabra, que vive a la luz del Evangelio y que lo testimonia con su propia vida, antes que con sus palabras. Es un hombre que se acerca a las historias de las personas y que “pierde el tiempo” para conocerlas.
El sacerdote que quisiera y que se necesita no tiene miedo de escuchar realmente las preguntas de la gente sobre las cuestiones más espinosas y profundas que interrogan a las personas, las escucha y se pregunta, poniéndose en el lugar de quien las formula. El sacerdote que quisiera y que hace falta huye de la lógica del poder, no solo el vinculado a la institución que acompaña, sino también el vinculado a las personas; no abusa porque siente que no gobierna la vida de las personas que encuentra, sino que se coloca junto a ellas como un compañero de viaje. Es abierto y humilde.
El sacerdote que quisiera y que se necesita estudia, se mantiene al día, siente que sus conocimientos están en camino, se siente provocado por los acontecimientos que le rodean. Y, por eso, está siempre en diálogo con la ciudad y la zona o la realidad que le ha sido confiada. El sacerdote que quisiera y se necesita tiene confianza en los laicos y se siente corresponsable con ellos de la Iglesia. Necesitamos sacerdotes que sean ante todo hombres, en camino.
de Emanuela Gitto
Vicepresidenta nacional de Acción Católica Jóvenes, Italia