· Ciudad del Vaticano ·

MUJERES IGLESIA MUNDO

El análisis de una consultora de la Secretaría del Sínodo

Como no decepcionar
a las mujeres

  Come non deludere  le attese delle donne  DCM-009
28 septiembre 2024

Muchas mujeres tienen grandes expectativas sobre la segunda sesión del Sínodo. En ella se tiene que recoger los múltiples frutos de los discernimientos en los diferentes fases del proceso sinodal y en base a ellos, formular las recomendaciones para el Papa Francisco. Este es un Sínodo especialmente significativo para las mujeres ya que por primera vez 85 mujeres participan en un Sínodo, de ellas 54 con voz y voto. A continuación, veamos los aportes, sobre todo de las mujeres, en las diferentes fases del Sínodo. Nos dan a conocer lo que ellas anhelan, aprecian y gozan, pero también lo que les duele y cuáles son sus sueños para la Iglesia.

En muchos aportes de las Iglesias locales en todas las partes del mundo se valora que las mujeres son las más comprometidas en el proceso sinodal. En el transcurso de este camino se percibió la necesidad de una conversión sinodal. Ésta implica la generación de una nueva cultura eclesial, “con nuevas prácticas, estructuras y hábitos” como lo señala el Documento para la Etapa Continental. La conversión implica fortalecer la conciencia de que en Cristo todos somos hermanos y hermanas y por ello llamados a fomentar relaciones de interdependencia y reciprocidad entre mujeres y hombres, que ayudan a ambos a crecer humanamente y en la fe. Es notable que en los diferentes espacios de escucha y consulta a lo largo del proceso sinodal, numerosas mujeres han apreciado las prácticas sinodales ya existentes en parroquias, diócesis y otras realidades eclesiales. A la vez, han hablado con mucha libertad y franqueza “de una Iglesia que hiere”, como lo indica el Informe de Síntesis. En muchos aportes a las consultas sinodales se señala que, sobre todo, el clericalismo y el machismo afectan y causan dolor porque excluyen a las mujeres de los procesos de discernimiento y toma de decisiones y de la participación en instancias de gobierno en la Iglesia que no tienen el requisito de haber recibido el sacramento del orden y por ello en teoría están abiertos a mujeres.

El Papa Francisco ha dado ejemplo de la inclusión de mujeres en estas instancias de gobierno y liderazgo en la Iglesia con la esperanza de que, en el proceso de conversión sinodal, este signo sea acogido en muchas Iglesias locales y allí inspire prácticas similares. Como lo muestran muchos aportes al proceso sinodal, el clericalismo y el machismo que se caracterizan por un uso inadecuado de la autoridad, afectan el respeto mutuo y causan daño a la comunión. En el proceso sinodal se percibió que la requerida conversión es responsabilidad de todos los miembros del pueblo de Dios, ya que el clericalismo y machismo se encuentran no solo en presbíteros sino a menudo también en laicos, laicas, religiosas y hermanos religiosos.

En la primera sesión del Sínodo en octubre de 2023, gracias a varias intervenciones, se reconoció que “cuando en la Iglesia se dañan la dignidad y la justicia en las relaciones entre hombres y mujeres resulta debilitada la credibilidad del anuncio que dirigimos al mundo”; esta observación que se encuentra en el Informe de Síntesis, hace ver la vital importancia que tiene el cuidado de las relaciones entre hombres y mujeres en la Iglesia.

Gracias al soplo del Espíritu, protagonista del proceso sinodal en sus diversas fases, en la Iglesia hemos tomado mayor conciencia de que “en Cristo, mujeres y hombres están revestidos de la misma dignidad bautismal y reciben en igual medida la variedad de dones del Espíritu Santo (cfr. Gal 3,27-28)”, como se dice en el Informe de Síntesis. Por ello, en una Iglesia sinodal, “hombres y mujeres están llamados a una comunión caracterizada por una corresponsabilidad no competitiva, para encarnarla en todo nivel de la Iglesia” (Informe de Síntesis).

Muchas mujeres tienen la firme esperanza para la segunda sesión del Sínodo de que los aportes en relación con una mayor corresponsabilidad de mujeres y hombres en la Iglesia, basada en el reconocimiento y aprecio de los diversos carismas y ministerios, no quede solo en palabras. Recordando que, en Jesús, la Palabra se hizo carne, quiere decir, realidad concreta, visible y palpable, es relevante que se formulen recomendaciones concretas que fomenten la puesta en práctica de los diversos elementos necesarios para una mayor integración y corresponsabilidad de las mujeres en la Iglesia. El Documento de Trabajo para la segunda sesión del Sínodo presenta varios elementos claves en este sentido; aquí se pueden señalar solo algunos: Para lograr una mayor participación de las mujeres en los procesos de elaboración y toma de decisiones en parroquias, diócesis y otras realidades eclesiales, precisa promover una participación más amplia de mujeres. Eso implica que las mujeres que ya están activas en los Consejos y las comisiones correspondientes, animen a otras mujeres capacitadas a colaborar en estas instancias eclesiales. Requiere también de la voluntad de las respectivas autoridades eclesiales (párrocos, obispos etc.) a abrir espacios para una mayor participación de mujeres en los diversos ámbitos y a generar activamente las condiciones necesarias. Eso vale de modo especial para el acceso de mujeres a cargos de responsabilidad en las diócesis e instituciones eclesiásticas; éste debe ser promovido decididamente para que más mujeres que cuentan con las calificaciones requeridas, tengan la oportunidad de acceder a estos cargos en condiciones de igualdad en relación con los hombres y en base a las disposiciones existentes.

Un cambio hacia una mentalidad y práctica sinodal demanda que teólogas y acompañantes espirituales sean incluidas en la enseñanza teológica y formación integral que reciben los seminaristas. Solo en una labor formativa en conjunto se podrá superar el clericalismo y machismo y formar futuros presbíteros sinodales. Eso implica también que se ofrezca a más mujeres el apoyo requerido incluyendo becas, para poder estudiar teología y se facilite que más teólogas sean parte del equipo de docentes en las facultades de teología y en otros espacios de formación en la fe; así más mujeres podrán compartir sus dones en la enseñanza y el quehacer teológico.

Para asumir y responder a estos y otros desafíos se necesita un cambio de mentalidad, actitud y modo de relación. Junto con ello precisa también un cambio de estructuras, procedimientos y medios adecuados para fomentar entre mujeres y hombres una cultura sinodal en nuestra Iglesia. Para lograr en la práctica una participación más plena de las mujeres en los diversos ámbitos de la Iglesia, es imprescindible que se revise el derecho canónico vigente y se haga los cambios y adaptaciones requeridos para promover y fortalecer la sinodalidad como una práctica vinculante.

En algunas partes se ha pedido que las mujeres tengan acceso al diaconado como ministerio ordenado. Está cuestión está en debate. Es la voluntad explícita del Papa que el tema, así como algunas otras “cuestiones teológicas y canónicas en torno a formas ministeriales específicas” sean tratados en uno de los diez Grupos de Estudio instalados por el Papa. Muchas mujeres albergan la esperanza de que los estudios sobre los temas vinculados con la participación de las mujeres en la Iglesia se realicen en un espíritu de escucha activa, discerniente y sindodal y “en conexión con la más amplia reflexión sobre la teología del diaconado” (Informe de Síntesis). Se consideró que todos los Grupos de Estudio presenten un primer avance en la segunda sesión del Sínodo; no está previsto tener en el aula sinodal un debate amplio de los temas reservados para los Grupos incluyendo las cuestiones relacionadas con las mujeres.

Con miras a la segunda sesión del Sínodo, muchas mujeres albergan la esperanza de que sepamos caminar al ritmo del Espíritu, abiertos al desborde de su amor creativo que busca transformar nuestras mentes y corazones para que seamos cada vez más una Iglesia en el Espíritu de Jesús. La Iglesia se enriquecería mucho con los dones de las mujeres que el Espíritu les da por el bien de toda la Iglesia, el pueblo de Dios, y su misión en el mundo.

Con ojos de fe podemos percibir: Gracias a Dios, “algo nuevo está brotando” (Is 43,18) en nuestra Iglesia. Estamos llamados a notarlo, acogerlo y cultivarlo con amor y dedicación.

de Birgit Weiler
Hermanas Misioneras Médicas, profesora de Teología de la Pontificia Universidad Católica del Perú, consultora de la Secretaría general del Sínodo