· Ciudad del Vaticano ·

MUJERES IGLESIA MUNDO

Jesús y la mujer siro fenicia

La fe que va
más allá de las fronteras

©Photo. R.M.N. / R.-G. Ojéda??
07 septiembre 2024

Mucho se ha hablado del episodio evangélico del encuentro de Jesús con la mujer siro fenicia. También porque la exégesis feminista la ha convertido en bandera ya que, frente a los numerosos relatos evangélicos que narran los encuentros de Jesús con varias mujeres, esta tiene un encanto particular. Ella sale victoriosa porque él tuvo que ceder, no ante su insistencia, sino ante su argumento.

No es el único caso, pues varias veces en los Evangelios los personajes femeninos no se corresponden al estereotipo de la mujer débil que necesita ayuda. De las historias de milagros e incluso de las parábolas surge muchas veces la imagen de una mujer que sabe qué hacer, como la hemorroísa, o la que ha perdido su dracma; y,​​sobre todo, sabe qué decir, como la samaritana o la viuda inoportuna.

La siro fenicia, que le es doblemente ajena por ser extranjera y por ser mujer, se dirige al profeta galileo en una lengua que no es la suya y lo mira con sorprendente orgullo. Por supuesto, una madre se vuelve capaz de todo si tiene una hija enferma, pero lo sorprendente es que, ante el rechazo de Jesús, esa mujer no añade más lágrimas a sus súplicas, sino que lo interpela y se lo gana.

Empleando la dialéctica le dice: “Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija”. Para el evangelista Marcos (7,24-30), a diferencia que para Mateo (15,21-28), no son las súplicas de la mujer las que convencen a Jesús ni las peticiones de los discípulos que quieren que se aparte de su camino y ni siquiera es su fe, sino su “palabra”. La mujer sigue siendo extranjera, regresa a su mundo pagano, no se convierte.

Era inevitable que esta mujer se convirtiera en un icono, ya que las mujeres creyentes han podido leer las páginas del Evangelio desde sus ojos e interpretarlas desde su razonamiento. Y hay que decir también que esto ha hecho justicia a un texto en el que el énfasis recae más en el protagonismo de la extranjera que en la acción taumatúrgica de Jesús que, quizás por primera vez, acepta obedecer las circunstancias.

Sin restar nada a esta interpretación, que resulta completamente evidente en el propio texto, no se puede negar, sin embargo, que en el fondo de la escena se vislumbra un tercer protagonista que, aunque implícito, en realidad le da al conjunto un ulterior nivel de significado. Tanto Marcos como Mateo, es decir, los dos únicos evangelistas que narran el episodio, le atribuyen una importancia decisiva. Este tercer protagonista no es un personaje, sino una situación geográfica y teológica al mismo tiempo: La frontera.

La historia subraya que Jesús se encuentra con la mujer extranjera porque ella había cruzado la frontera que separaba la tierra de Israel del territorio de Tiro y Sidón, es decir, las zonas paganas. Según el relato de Marcos, la importancia de este elemento narrativo permanece implícita, pero Mateo le da una connotación muy fuerte. De hecho, el evangelista deja completamente claro el valor del diálogo entre Jesús y la mujer sobre el pan destinado a los niños y no a los perros debajo de la mesa, cuando a la negativa de Jesús a realizar el milagro, añade una declaración muy importante desde el punto de vista teológico: está en juego no solo la fuerza taumatúrgica del Mesías, sino el significado mismo de su mesianismo.

¿Fue el Mesías enviado a todos los hombres o solo “a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”? ¿A quién debe dirigirse el anuncio evangélico, solo a los judíos o también a los paganos? Sabemos bien por la experiencia del apóstol Pablo que este es el gran problema de las dos primeras generaciones cristianas.

La universalidad que Pablo persigue con todas sus fuerzas, que tanto Mateo como Lucas presentan como la entrega del Resucitado a los discípulos, Marcos también la deja entrever precisamente con el episodio de la mujer extranjera. Llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra no fue una elección arbitraria de los discípulos de Jesús después de su muerte, ni tampoco fue fruto de la fe en la resurrección y la exaltación pascual.

Jesús mismo ya había superado los límites y había superado las fronteras, las geográfica y las teológicas. Él, que había entendido su mesianismo únicamente en función de la reconstitución del pueblo de Israel, aceptó que no solo los niños, sino también los perros tienen hambre de pan. Tuvo que aprender a ser el Mesías de todos. Y lo aprendió en su encuentro con esta mujer extranjera.

de Marinella Perroni


La fe de una mujer pagana


Desde allí fue a la región de Tiro. Entró en una casa procurando pasar desapercibido, pero no logró ocultarse. Una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: “Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Señor, pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños”. Él le contestó: “Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija”.

Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.

Marcos 7,24-30