· Ciudad del Vaticano ·

El Papa pide en el Ángelus que se detenga la escalada del conflicto en Oriente Medio

¡Basta de odio y venganza!

 ¡Basta de odio y venganza!  SPA-033
09 agosto 2024

“¡Basta...! Basta!” El grito de dolor del Papa por el conflicto “sangriento y violento” que inflama Oriente Medio se convierte en una sentida petición para que cesen “los ataques, también los selectivos, y las matanzas”, que “nunca pueden ser una solución” porque “generan aún más odio y venganza”. Al final del Ángelus del 4 de agosto, Francisco hizo un nuevo llamamiento a la paz, pidiendo la reanudación del diálogo entre las partes y expresando su cercanía a la comunidad drusa de Tierra Santa y a las poblaciones de Palestina, Israel, Líbano y Myanmar. Hablando a mediodía desde la ventana del Estudio Privado del Palacio Apostólico Vaticano, el Pontífice introdujo el rezo de la oración mariana con los fieles presentes en la Plaza de San Pedro comentando el Evangelio dominical, tomado de un pasaje del capítulo 6 de Juan (24-35). Publicamos, a continuación, el texto de su meditación.

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

Hoy el Evangelio nos habla de Jesús que, después del milagro de los panes y de los peces invita a las multitudes, que lo buscan, a reflexionar sobre lo que ha sucedido, para comprender el sentido (cf. Jn 6,24-35).

Habían comido aquella comida compartida y habían podido ver cómo, aunque con pocos recursos, con la generosidad y la valentía de un muchacho, que había puesto a disposición de los demás lo que tenía, todos se habían alimentado hasta saciarse (cf. Jn 6, 1-13). La señal era clara: si alguien da a los demás lo que tiene, con la ayuda de Dios, incluso con poco, todos puede tener algo. No olvidemos esto: si uno entrega a los demás lo que tiene, con la ayuda de Dios, incluso con poco todos pueden tener algo. No olvidemos eso.

Y ellos no lo entendieron: confundieron a Jesús con una especie de prestidigitador, y volvieron a buscarlo, esperando que repitiera el prodigio como si fuera magia (cf. v. 26).

Fueron protagonistas de una experiencia para su camino, pero no captaron su importancia: su atención se concentró solo sobre los panes y sobre los peces, sobre la comida material, que se terminó enseguida. No se dieron cuenta de que aquello era solo un instrumento, a través del cual, el Padre, mientras saciaba su hambre, les revelaba algo mucho más importante, y, ¿qué revela el Padre? El camino de la vida que dura para siempre y el sabor del pan que sacia sin límites. El verdadero pan, en definitiva, era y es Jesús, su Hijo amado hecho hombre (cf. v.35), que vino para compartir nuestra pobreza para guiarnos, a través de ella, a la alegría de la comunión plena con Dios y con los hermanos (cf. Jn 3,16).

Las cosas materiales no llenan la vida, nos ayudan a avanzar y son importantes, pero no llenan la vida: solo el amor lo puede hacer (cf. Jn 6,35). Y para que eso suceda el camino a tomar es el de la caridad que no se guarda nada para sí, sino que lo comparte todo. La caridad comparte todo.

¿Y esto no sucede así también en nuestras familias? Lo vemos. Pensemos en esos padres que luchan toda la vida para educar bien a sus hijos y dejarles algo para el futuro. ¡Qué hermoso cuando este mensaje se entiende y los hijos se muestran agradecidos y a su vez se vuelven solidarios entre ellos como hermanos! Es cierto, es triste, en cambio, cuando pelean por la herencia – he visto tantos casos, es triste – y están peleados entre ellos y tal vez no se hablan por el dinero, no se hablan durante años. El mensaje del padre y de la madre, su legado más valioso no es el dinero: es el amor, es el amor con el que entregan a los hijos todo lo que tienen, precisamente como hace Dios con nosotros, y así nos enseñan a amar.

Preguntémonos, entonces: ¿Yo qué relación tengo con las cosas materiales? ¿Soy esclavo, o las uso con libertad, como instrumentos para dar y recibir amor? ¿Yo sé decir “gracias” , “gracias” a Dios y a los hermanos por los dones recibidos y sé compartirlos con los demás?

Que María, que entregó a Jesús toda su vida, nos enseñe a hacer de todo un instrumento de amor.

Tras el Ángelus, Francisco recordó la beatificación en Líbano del Patriarca Stephen Douayhy y lanzó un llamamiento por la paz en Oriente Medio. A continuación, expresó su “preocupación” por la “crítica situación” que atraviesa Venezuela y manifestó su “cercanía” a las poblaciones indias afectadas por las lluvias torrenciales de los últimos días. Por último, dirigió palabras de “gratitud” a los párrocos del mundo en el día de la memoria litúrgica de su patrón, el Santo Cura de Ars.

Queridos hermanos y hermanas:

El viernes pasado en Bkerke, en Líbano, fue beatificado el Patriarca Stefano Douayhy, que guio con sabiduría la Iglesia Maronita desde 1670 hasta 1704, una época difícil marcada también por las persecuciones. Maestro de fe y pastor solícito, fue testigo de esperanza siempre cerca de la gente. También hoy el pueblo libanés sufre tanto. En particular, pienso en las familias de las víctimas de la explosión del Puerto de Beirut. Deseo que haya pronto justicia y verdad. Que el nuevo Beato sostenga la fe y la esperanza de la Iglesia en Líbano, e interceda por este amado país. ¡Un aplauso para el nuevo Beato!

Sigo con gran preocupación lo que está sucediendo en Oriente Medio y deseo que el conflicto, que ya es terriblemente sangriento y violento, no se extienda todavía más. Rezo por todas las víctimas, en particular por los niños inocentes, y expreso mi cercanía a la comunidad drusa de Tierra Santa y a las poblaciones de Palestina, Israel y Líbano. No nos olvidemos de Myanmar. Que se tenga el valor de retomar el diálogo para que cese inmediatamente el fuego en Gaza y en todos los frentes, que se libere a los rehenes y se auxilie a la población con la ayuda humanitaria. Los ataques, también los ataques selectivos, y las matanzas no pueden ser nunca una solución. No ayudan a recorrer el camino de la justicia, el camino de la paz, sino que generan todavía más odio y venganza. ¡Basta, hermanos y hermanas! ¡Basta ya! ¡No ahoguéis la palabra del Dios de la paz y permitid que esta sea el futuro de Tierra Santa, de Oriente Medio y del mundo entero! ¡La guerra es una derrota!

Igualmente, expreso preocupación por Venezuela, que está viviendo una situación crítica. Dirijo un sentido llamamiento a todas las partes para que busquen la verdad, practiquen la moderación, eviten toda clase de violencia, resuelvan las disputas con el diálogo y se preocupen por el verdadero bien del pueblo y no por los intereses partidistas. Encomendemos este país a la intercesión de Nuestra Señora de Coromoto, tan amada y venerada por los venezolanos, y a la oración del Beato José Gregorio Hernández, cuya figura une a todos.

Expreso mi cercanía a las poblaciones indias, en particular, de Kerala, que se ha visto duramente afectada por las lluvias torrenciales, que han provocado numerosos deslizamientos de tierras, causando pérdidas de vidas humanas, numerosos desplazados y daños ingentes. Os invito a uniros a mi oración por quienes han perdido la vida y por todas las personas afectadas por una calamidad tan devastadora.

Hoy, memoria del Santo Cura de Ars, en algunos países se celebra la “fiesta del párroco”. Expreso mi cercanía y también mi gratitud a todos aquellos párrocos que, con celo y generosidad, a veces en medio de mucho sufrimiento, se consumen por Dios y el pueblo. Pensemos en nuestros párrocos: ¡un hermoso aplauso para nuestros párrocos!

Os saludo a vosotros, romanos y peregrinos de Italia y de tantos países, en particular al grupo de la República Checa, a la Compañía de Santa Úrsula, a los fieles de Chiusa Sclafani y Siderno, a los jóvenes de San Vito dei Normanni, a los muchachos de la parroquia Sagrado Corazón de Padua y a los ciclistas que han venido desde Sambuceto. Con alegría mando un saludo a los participantes del 1º Festival de los jóvenes de Portugal, que se está celebrando en Fátima. Queridos jóvenes, veo que la experiencia apasionante del año pasado en Lisboa sigue dando frutos. ¡Gracias a Dios! Rezo por vosotros y, por favor, rezad por mí en la Capilla de las Apariciones.

Os deseo a todos un feliz domingo. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.