
Con motivo de la visita a Trieste, el domingo 7 de julio, para la conclusión de la 50ª Semana Social de los Católicos en Italia, el periódico «Il Piccolo» publicó un texto inédito de Francisco. Se trata de una introducción a una antología de discursos y mensajes del Papa titulada «En el corazón de la democracia». El volumen, editado por la Librería Editorial Vaticana y por «Il Piccolo», se distribuyó gratuitamente el domingo, como anexo del periódico y tiene una presentación del cardenal Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Publicamos, a continuación, el texto del Pontífice.
Me alegra dirigir estas palabras para introducir este texto que el periódico Il Piccolo y Libreria Editrice Vaticana ofrecen a los lectores en concomitanza con mi visita a Trieste con ocasión de las Semanas sociales.
Mi presencia en Trieste, ciudad de fuerte sabor centroeuropeo por su presencia simultánea de diferentes culturas, religiones y etnias, tiene lugar en concomitancia con el evento que la Conferencia Episcopal Italiana organiza en esta ciudad, las Semanas Sociales de los Católicos en Italia, dedicadas este año al tema «En el corazón de la democracia. Participar entre historia y futuro».
Democracia, lo sabemos bien, es un término nacido en la antigua Grecia para indicar el poder ejercido por el pueblo a través de sus representantes. Una forma de gobierno que, si por un lado se ha extendido globalmente en las últimas décadas, por otro lado parece sufrir las consecuencias de una enfermedad peligrosa, la del “escepticismo democrático”. La dificultad de las democracias para hacerse cargo de la complejidad del tiempo presente -pensemos en los problemas relacionados con la falta de trabajo o el exceso de poder del paradigma tecnocrático- a veces parece dar paso a la fascinación del populismo. La democracia tiene un valor grande e indudable: el de estar “juntos”, el hecho de que el ejercicio del gobierno tiene lugar en el ámbito de una comunidad que se confronta, libre y laicamente, en el arte del bien común, que no es más que un nombre diferente de lo que llamamos política.
“Juntos” es sinónimo de “participación”. Ya don Lorenzo Milani y sus muchachos lo subrayaban en la magistral Carta a una profesora: «He aprendido que el problema de los demás es el mismo que el mío. Salir juntos es la política, salir solos es la avaricia». Sí, los problemas que tenemos por delante son de todos y afectan a todos. El camino democrático es discutirlo juntos y saber que solo juntos estos problemas pueden encontrar una solución. Porque en una comunidad como la humana no se salva uno solo. Tampoco vale el axioma del mors tua vita mea. Todo lo contrario. Incluso la microbiología nos sugiere que lo humano está estructuralmente abierto a la dimensión de la alteridad y del encuentro con un «tú» que está ante nosotros. El propio Giuseppe Toniolo, inspirador y fundador de las Semanas Sociales, era un estudioso de la economía que había comprendido muy bien los límites del homo oeconomicus, es decir, de esa visión antropológica basada en el «utilitarismo materialista», como él lo definía, que atomiza a la persona, amputando su dimensión relacional.
Quisiera decirlo así, pensando hoy en lo que significa el “corazón” de la democracia: juntos es mejor porque solos es peor. Juntos es bonito porque solos es triste. Juntos significa que uno más uno no son dos, sino tres, porque la participación y la cooperación crean lo que los economistas llaman valor añadido, es decir, ese sentido positivo y casi concreto de solidaridad que nace de compartir y llevar adelante, por ejemplo en el ámbito público, cuestiones sobre las que encontrar una convergencia.
Al fin y al cabo, es precisamente en la palabra «participar» donde encontramos el sentido auténtico de lo que es la democracia, de lo que significa ir al corazón de un sistema democrático. En un régimen estatista o dirigista nadie participa, todos asisten, pasivos. La democracia, en cambio, requiere participación, demanda poner de su parte, arriesgar la confrontación, hacer entrar en la cuestión los propios ideales, las propias razones. - ¿Lo crees conveniente? Pero el riesgo es el terreno fecundo en el que germina la libertad. Mientras que, en cambio, Balconar, estar en la ventana frente a lo que sucede a nuestro alrededor, no solo no es éticamente aceptable, sino que, egoístamente, no es ni sabio ni conveniente.
Son muchas las cuestiones sociales sobre las que, democráticamente, estamos llamados a interactuar: pensemos en una acogida inteligente y creativa, que coopera e integra, de las personas migrantes, fenómeno que Trieste conoce bien por estar cerca de la llamada ruta balcánica; pensemos en el invierno demográfico, que ahora afecta de manera generalizada a toda Italia, y en particular a algunas regiones; pensemos en la elección de auténticas políticas para la paz, que pongan en primer lugar el arte de la negociación y no la elección del rearme. En resumen, ese cuidar a los demás que Jesús continuamente nos señala en el Evangelio como la actitud auténtica de ser personas.
Desde Trieste, ciudad con vistas al mar Mediterráneo, crisol de culturas, religiones y pueblos diferentes, metáfora de la fraternidad humana a la que aspiramos en estos tiempos oscurecidos por la guerra, puede surgir un compromiso más convencido por una vida democrática plenamente participada y orientada al verdadero bien común.