“Sueño con un mundo en el que los descartados puedan convertirse en protagonistas del cambio”, confió el Papa Francisco al saludar a un grupo de consejeros delegados de grandes empresas y bancos recibidos en audiencia la mañana del sábado 15 de junio, en el Aula de los Papas. Están reunidos en la Iniciativa de Mercados Sostenibles (Smi), una red de negocios y empresas de todo el mundo que buscan vivir los principios de la encíclica 'Laudato si’. Publicamos, a continuación, las palabras del Pontífice.
Con mucho gusto les doy la bienvenida a ustedes, directores ejecutivos y colaboradores de grandes empresas y bancos.
Las funciones que ustedes están llamados a desempeñar son cada vez más decisivas en la vida no sólo económica, sino también social y política. Las grandes empresas son actores que intervienen en la dinámica de las relaciones internacionales. Por lo tanto, ustedes se encuentran tomando decisiones que repercuten en miles y miles de trabajadores e inversores, y cada vez más a escala mundial. El poder económico está entrelazado con el poder político. De hecho, las grandes empresas, además de las opciones de consumo, ahorro y producción, también condicionan el destino de los gobiernos, las políticas públicas nacionales e internacionales y la sostenibilidad del desarrollo. Ustedes viven esta realidad, porque “están el ella”, es su mondo. Pero esto no basta: debe tomar conciencia de ella y contemplarla de forma crítica, con discernimiento, para poder ejercer plenamente su responsabilidad sobre los efectos, directos e indirectos, de sus elecciones. Porque hoy, más que nunca, la economía es más grande que la economía. A este respecto, me gustaría enfocar brevemente tres retos: el cuidado del medio ambiente, el cuidado de los pobres y el cuidado de los jóvenes.
En primer lugar, los invito a situar el medio ambiente y la tierra en el centro de su atención y responsabilidad. Nos encontramos en una época de grave crisis medioambiental, que depende de muchos actores y factores, incluidas las opciones económicas y empresariales de ayer y de hoy. Ya no basta con cumplir las leyes de los Estados, que proceden con demasiada lentitud: hay que innovar anticipándose al futuro, con elecciones valientes y previsoras que puedan ser imitadas. La innovación del empresario de hoy debe ser ante todo la innovación en el cuidado de la casa común.
En segundo lugar, no se olviden a los más pobres y a los descartados. La “economía circular” se ha convertido en una palabra clave, que invita a reutilizar y reciclar los residuos. Pero mientras reciclamos las materias y los materiales descartados, todavía no hemos aprendido – permítanme la expresión - a “reciclar” y no descartar a las personas, a los trabajadores, especialmente a los más frágiles, para quienes a menudo prevalece la cultura del descarte. Desconfíen de cierta “meritocracia” que se utiliza para legitimar la exclusión de los pobres, juzgados demeritorios, hasta el punto de considerar la propia pobreza como una falta. Y no se contenten con un poco de filantropía, es demasiado poco: el reto es incluir a los pobres en las empresas, hacer que se conviertan en recursos para el beneficio común. Es posible. Sueño con un mundo en el que los descartados puedan convertirse en protagonistas del cambio, pero creo que un tal Jesús ya lo ha conseguido, ¿no les parece?
Tercero: los jóvenes. Los jóvenes son a menudo entre los pobres de nuestro tiempo: pobres en recursos, oportunidades y en futuro. Y esto, paradójicamente, tanto donde hay muchos, pero faltan los medios, como donde hay cada vez menos jóvenes – como por ejemplo en Italia, porque aquí no hay nacimientos – y estarían los medios. No se aprende ningún trabajo sin la “hospitalidad de empresa”, lo que significa acoger generosamente a los jóvenes, aunque carezcan de la experiencia y las competencias requeridas, porque todo trabajo sólo se aprende trabajando. Los animo a ser generosos, a acoger a los jóvenes en sus empresas, dándoles un anticipo del futuro para que toda una generación no pierda la esperanza.
Queridos amigos, tienen una grande y hermosa responsabilidad. Que el Señor los ayude a utilizarla y a tomar decisiones valientes, en beneficio del medio ambiente, de los pobres y de los jóvenes. Será la inversión más fructífera, también económicamente. Les doy las gracias por lo que ya están haciendo: son pioneros, no se desanimen, sigan siéndolo. Y, por favor, recen por mí. Y les bendigo s todos, los bendigo a ustedes, a sus empresas, a sus esperanzas, a su trabajo. Bendigo a todos ustedes. Gracias.