«Que disminuya la iniquidad» en el ámbito económico y financiero: lo ha repetido dos veces el Papa Francisco dirigiéndose a los participantes en los «Diálogos para unas finanzas integralmente sostenibles», promovidos por la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice. El Obispo de Roma los ha recibido en audiencia esta mañana, lunes 3 de junio, en la Sala del Consistorio, pronunciando el discurso que publicamos a continuación.
Queridos amigos, ¡buenos días!
Saludo a la presidenta, a los miembros de la Fundación Centesimus Annus y a todos los que participan en los "Diálogos" que ha promovido en colaboración con Prospera-Progetto Speranza.
He leído con interés los resultados del trabajo que han realizado durante los dos últimos años para iniciar un diálogo entre las finanzas, el humanismo y la religión: no es fácil. Ustedes han optado por iniciar estos "Diálogos" con exponentes del sistema financiero italiano. Un economista me dijo una vez: el diálogo entre finanzas, teología y humanismo es muy difícil. ¡Es curioso! Un sistema, este sistema financiero italiano, que tiene detrás una historia antigua, en la que, por ejemplo, los «Monti di Pietà» ("montes de misericordia") fueron un gran acicate para ayudar a los más pobres sin caer en la lógica asistencialista, y favorecieron los préstamos para que la gente pudiera trabajar y, a través de su actividad, recuperar su dignidad. En efecto, "«ayudar a los pobres con dinero debería ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles llevar una vida digna a través del trabajo" (Carta encíclica Laudato si’, 128).
También me ha sorprendido el objetivo principal que se han dado ustedes, es decir, razonar junto con las altas esferas del mundo de las finanzas sobre la posibilidad de que el compromiso de hacer el bien y el compromiso de hacer el bien puedan ir de la mano. En otras palabras, ustedes se han impuesto una noble tarea: combinar la eficacia y la eficiencia con la sostenibilidad integral, la inclusión y la ética. Ustedes dicen, con razón, que creen que el magisterio social de la Iglesia puede ser una brújula. Para que esto ocurra realmente, es necesario no detenerse en el momento exhortativo, sino ser capaz de mirar el funcionamiento de las finanzas, exponer los puntos débiles e imaginar medidas correctoras concretas.
Permítanme poner un ejemplo. En el llamado siglo de oro - el siglo XVI - el comercio de la lana en España era un mercado floreciente que movía grandes cantidades de capital económico. Los teólogos españoles de la época disertaban sobre ese comercio y daban valoraciones éticas que cambiaban con el cambiante contexto histórico. De hecho, la guerra de Flandes hizo que quienes trabajaban directamente en la ganadería y el esquileo ya no recibieran una remuneración adecuada por su trabajo, por lo que denunciaron ese sistema financiero, mostrando sus debilidades y exigiendo una mayor equidad. Los teólogos españoles pudieron intervenir porque conocían ese proceso laboral, por lo que no se limitaron a decir: «hay que buscar el bien común», sino que explicaron lo que estaba mal y exigieron acciones concretas de cambio para el bien común, se entiende.
Ustedes conocen los procesos financieros, y ésa es su gran baza, pero al mismo tiempo es también una gran responsabilidad. De ustedes depende averiguar cómo hacer que disminuya la iniquidad: repito, hacer que disminuya la iniquidad. Porque "Una reforma financiera que no ignore la ética requeriría un cambio de actitud enérgico por parte de los dirigentes políticos, [...]. ¡El dinero debe servir y no gobernar!” (Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 58) Una vez oí decir a un crítico político: «En este país se gobierna desde los bolsillos»: ¡es feo!
Ustedes han trabajado en tres niveles: el pensamiento, la concreción y la valoración del bien. Estoy de acuerdo en que nunca hay que perder de vista la concreción, porque está en juego el destino de los más pobres, de la gente que lucha por encontrar los medios para una vida digna.
El trabajo que han realizado en Milán es alentador y quizás sería bueno extenderlo a otros centros financieros, promoviendo un modelo de Diálogo que se extienda y genere un cambio de paradigma. De hecho, el paradigma tecnocrático sigue siendo dominante; hace falta una nueva cultura, capaz de dar cabida a una ética adecuadamente sólida, una cultura y una espiritualidad (cf. Carta Encíclica Laudato si’, 105).
Les agradezco el trabajo que han realizado y están realizando. Gracias Centesimus Annus por su iniciativa. Los animo a continuar y a difundir este método y este estilo. El diálogo es siempre el mejor camino, también para mejorar la casa común. les bendigo y les pido por favor que recen por mí. Gracias.