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La historia de una matemática genial que quería ser monja

Lo que debemos
a María Gaetana

 Cosa dobbiamo a Maria Gaetana  DCM-006
01 junio 2024

Como suele suceder a quienes poseen talentos sublimes, María Gaetana Agnesi tuvo dos vidas en una. Fue una de las matemáticas más brillantes de todos los tiempos que, en un momento dado, transformó su existencia para convertirse en una benefactora de los pobres y excluidos.

Hay un retrato suyo, un grabado de María Longhi, donde Agnesi aparece como la joven milanesa aristocrática de la Europa del XVIII que era. Su mirada es seria y penetrante y lleva unos elegantes pendientes. Ella, en realidad, no era amiga de la riqueza y rechazaba la vida de la alta sociedad. La vida en los salones milaneses no le interesaba como tampoco las veladas de teatro, los bailes o los pasatiempos ociosos de la clase privilegiada. En aquella época, disfrutar del ocio era lo propio de las mujeres de su clase, destinadas a no recibir mucha instrucción académica para convertirse prontamente en madres de familia. María Gaetana Agnesi, nacida en Milán en 1718, habría emprendido este camino ya establecido si su padre no hubiera aprovechado su extraordinaria inteligencia. Para ello, Pietro tuvo que ir en contra no solo de los preceptos sociales de la época, sino también de la voluntad misma de su hija María Gaetana.

Mayor de 21 hermanos, aunque según algunas fuentes probablemente serían 22 o 23, siendo aún niña sorprendió a su familia demostrando un don excepcional para el aprendizaje de lenguas extranjeras, entre ellas el latín. Desde muy joven aprendió hebreo, inglés, francés, español y alemán. A los nueve años su tutor la ayudó a escribir un discurso a favor de los estudios de la mujer, que recitó delante de su emocionado padre.

Pietro Agnesi no era un aristócrata. Se hizo rico gracias a la industria de la seda y aspiraba a convertirse en un nombre importante en los círculos milaneses. Su esposa, Anna Fortunata Brivio, era una mujer noble que murió tras dar a luz a ocho hijos, muchos de los cuales fueron talentosos y brillantes, como su segunda hija Teresa Agnesi, una excelente música. Pero nadie en el linaje igualaba a María Gaetana. Decenas de intelectuales de la península italiana y de Europa visitaban a los Agnesi para conocer a la joven prodigio que a los diecinueve años dominaba la Filosofía, la Física, la Ética, la Metafísica o la Biología, hasta el punto de escribir un tratado completo –Propositiones Philosophicae– que explicaba en latín mientras la hermana Teresa tocaba el clavecín. Su fama también llegó al francés Charles Brosses, amigo de los enciclopedistas de la Ilustración, quien tras conocerla admitió que nunca había conocido a alguien tan excelente “hablando latín”. Sin embargo, en María Gaetana Agnesi, aunque halagada por los sinceros elogios, crecía un deseo radicalmente opuesto al que había experimentado hasta este momento: Hacerse monja y alejarse del mundo que la agasajaba.

Por eso, le rogó a su padre que no la abocara a la vida matrimonial y la dejara vivir en un convento. Pietro Agnesi tomó esta elección de su hija como un desperdicio y un insulto, por lo que no lo aprobó. Como pater familias ilustrado era uno de los pocos que apoyaba a sus hijas en el cultivo de los dones del intelecto y el arte. La inteligencia de María Gaetana volvía a jugar en contra de su deseo de forma tan intensa e inquietante que Agnesi decidió sumergirse en cuerpo y alma en el estudio de las Matemáticas, la materia que probablemente más que ninguna otra la acercó a Dios en poco tiempo. Se convierte en una matemática excepcional que logró desentrañar las disputas sobre el cálculo infinitesimal de Newton y Leibniz. Sus estudios llegaron a Francia e Inglaterra. En Cambridge (Gran Bretaña), ya entonces uno de los centros de conocimiento más importantes del mundo, matemáticos de la talla de John Colson leyeron con asombro el volumen de María Gaetana Agnesi, Instituzioni Analitiche ad uso della gioventù italiana (Instituciones analíticas para el uso de la juventud italiana). Fue el primer manual sistemático sobre álgebra, geometría y cálculos integrales y diferenciales. Agnesi lo tradujo del italiano al latín para una mayor difusión y lo hizo imprimir en el salón de su padre, convenciendo a los impresores de que realizaran el trabajo según sus dictados.

La obra se volvió fundamental para todo aquel que quisiera profundizar en los sistemas de Newton y Leibniz y ha recibido elogios universales. La Accademia della Crusca, la institución que supervisa la lengua italiana, utiliza los términos matemáticos utilizados por Agnesi en el primer Diccionario. La joven matemática milanesa decidió dedicar los dos volúmenes de la prodigiosa obra a María Teresa de Austria, su emperatriz, a quien escribe que se siente de alguna manera cercana a ella ya que ambas son mujeres y están acostumbradas a luchar más para obtener la consideración de los demás. A pesar de ser una de las soberanas más poderosas de la época, María Teresa agradeció esas palabras escritas por una mujer brillante y envió a María Gaetana Agnesi una pequeña bolsa de diamantes como agradecimiento. El Papa Bonifacio le ofreció la cátedra de la Universidad de Bolonia convirtiendo a Agnesi en la primera profesora de Matemáticas de este ateneo. Entonces tampoco se había instituido la medalla Fields, concedida a los mejores matemáticos del mundo, pero los reconocimientos y honores a María Gaetana Agnesi se podían considerar como los premios Nobel de hoy en día. Y todo con apenas 30 años. Al palacio milanés de Pietro Agnesi llegaban cartas de estudiosos de todo el mundo pidiéndole a la mujer que respondiera a dudas de geometría y álgebra. La Real Academia de Francia incluyó su trabajo entre los textos más avanzados del conocimiento humano.

Agnesi también probó suerte con la geometría y bautizó un tipo de curva que aún hoy se conoce como curva de Agnesi, que en los países anglosajones debido a un error de traducción se llama “curva de la bruja de Agnesi”, una paradoja si tomamos en cuenta la extraordinaria transformación que María Gaetana estaba a punto de vivir, seguir esa caridad del corazón que hasta ese momento nunca tuvo la oportunidad de poner en práctica. El padre, el único capaz de imponer su visión a su hija, murió repentinamente durante una disputa. Si la tutela le permitió convertirse en una extraordinaria mujer de ciencia, Agnesi encontró ahora el valor de dar sustancia a su auténtica vocación y en 1750 abandonó las matemáticas, rechazó la cátedra en Bolonia y se entregó por completo a un proyecto que desconcertó a toda la familia.

En poco tiempo, el palacio Agnesi se convirtió en un lugar donde las mujeres estudiaban para ser enfermeras. La propia María Gaetana se dedicó a cuidar a los pobres y a los enfermos, encontrando tiempo para actuar como institutriz de quien quisiera formarse. Cuando se dio cuenta de que su trabajo caritativo era incompatible con la vida familiar, vendió los diamantes de la emperatriz María Teresa y abrió un hospital donde habilitó una habitación para ella con el fin de estar cerca con los enfermos sufrientes.

En Milán, el nombre de Agnesi se empezó a asociar a la filantropía hasta el punto de que en 1771 fue nombrada presidenta del Pio Albergo Trivulzio, un lugar que acogía a los pacientes más pobres y donde siguió recibiendo a científicos y miembros de la instituciones académicas más prestigiosas de Europa, ansiosos por llamar su atención sobre nuevos cálculos algebraicos y nuevas teorías matemáticas. Estaban convencidos que solo ella podía dar una opinión autorizada sobre los estudios que estaban realizando. Ninguno es atendido. Solo las Sagradas Escrituras y las vidas de los santos llenan las largas horas nocturnas de la mujer ahora pobre como los pobres que atiende.

María Gaetana, que podría haber vivido cómodamente, no tenía ni siquiera dinero para comprar ropa y zapatos nuevos y, por eso, su hermano Giuseppe la quiso acoger en su palacio milanés desde donde Agnesi podría continuar con su compromiso con mejores condiciones. Sin embargo, la mujer, ya sexagenaria, rechazó este gesto de generosidad y siguió pasando sus días junto a los enfermos. Nunca llegó a escribir nada sobre sí misma, su espíritu o su vida excepcional.

No quiso dejar nada en papel sobre su vida pasada porque lo que menos quería era llamar la atención. Sí aprovechó su fama para visitar a personajes milaneses con el objetivo de dar a conocer el estado de necesidad de los pobres de la ciudad y pedir fondos para aliviar la pobreza. Como científica fue buscada, pero como defensora de los pobres no fue tan bien acogida. Los guardeses de los palacios de los ricos milaneses tenían orden de no abrir la puerta a María Gaetana Agnesi. Marginada del que fuera su círculo, trabajó incansablemente en Pio Trivulzio durante veintitrés años hasta que enfermó de neumonía. Dejó una sola carta en la que pidió ser enterrada en una fosa común anónima junto a los más olvidados.

de Laura Eduati
Periodista, docente y escritora