Mapamundi
“Empecé a rezar invocando a María, Stela Maris. Le decía: “Mamá, tú eres mi madre, eres la Stela Maris, y aquí estamos solo tú y yo. Haz un milagro y ven aquí conmigo”. Josefa compuso esta oración mientras sus ojos se perdían en un abismo oscuro y frío.
Nunca olvidaré el día en que me envió esa nota escrita a mano. La escribieron los voluntarios de Open Arms a quienes Josepha había dictado la oración pronunciada antes de quedarse dormida aferrado a una mesa, cerca del cadáver de un bebé recién nacido. No era su bebé, pero estaba muerto como todos los demás en el barco excepto ella. Lo peor de la xenofobia se había cebado con el cuerpo de Josepha. Porque las mujeres que migran son objeto de aún más calumnias y desprecios. La llamaban “la náufraga del esmalte de uñas”. O decían que era “una actriz, porque el esmalte estaba intacto tras 48 horas en agua”. Vilipendiada: “Está huyendo de la guerra, pero ha tenido tiempo de pintarse las uñas”. Ultrajada: “Sus manos no tienen el aspecto propio de quienes permanecen en el agua durante horas”. Ofendida: “No hubo ningún naufragio”. Y finalmente olvidada después de que el veneno de las noticias falsas hubiera hecho su efecto justificando los indescriptibles pactos con los criminales del Mediterráneo, para no ver a más “Josephas”. Era el 16 de julio de 2018 cuando fue rescatada casi por casualidad frente a las costas de Libia.
Trasladada a España, tras meses de mutismo casi selectivo, nos envió un mensaje de voz. Una voz dulce y melancólica. “Estoy mejor. Estoy muy agradecida con todos. Comienzo a dar mis primeros pasos”. Y luego esas notas, que deberían estar grabadas en la entrada de cada puerto. Mientras uno a uno todos los demás desaparecían en la oscuridad del mar “empecé a rezar invocando a María, Stela Maris. Le decía: “Mamá, tú eres mi madre, eres la Stela Maris, y aquí estamos solo tú y yo. Haz un milagro y ven aquí conmigo”. Más de un día y una noche a la deriva. Josepha había escapado de los torturadores libios, de los traficantes en el Sahara, e incluso antes había escapado de sus familiares en Camerún. Ella, casada, no pudo tener hijos. Una infamia. Pagó con humillaciones, palizas e insultos. Josepha rezaba mientras buscaba otra posibilidad.
Sin familia, sin los afectos que la habían engañado, Josepha solo miraba al cielo mientras su corazón se sumía en un abismo de lágrimas y oscuridad en medio del mar. “A Jesús le dije: “Padre, tú eres mi padre. Sé que estás aquí y que nada es imposible para ti. No me dejes aquí. No tengo miedo”. Entonces comencé a cantar una oración. Cuando terminé la canción me quedé dormida, hasta el momento en que me encontré aquí, en este barco. Aquí estoy con gente de gran corazón. Me están cuidando. En toda mi vida, hasta ahora, había conocido a personas como estas”.
¿En qué rincón del alma habrá encontrado esa fuerza? Porque todo el mundo reza. Pero entonces, ¿quién consigue decir, con la muerte mirándote a la cara, “no tengo miedo”? Y realmente no tenía ningún miedo si fue capaz, a continuación, de empezar a cantar. La sostenía por la cintura, Marc Gasol, el campeón español exportado a la NBA estadounidense y subido al Open Arms. En el intento, casi se rompe la mano, poniendo en riesgo su carrera.
En mis años de viajes y reportajes, muchos rostros y muchas palabras permanecen conmigo. De algunas mujeres inmigrantes solo queda la voz. Como la de las cinco menores somalíes presas en Libia. Junio de 2021. Consiguieron hacernos llegar su desesperada petición de ayuda con un ardid. La policía libia conocía sus edades. El ser poco más que niñas no sirvió para protegerlas de las violaciones de los guardianes equipados y entrenados por la Europa civilizada. Dos de ellas, tras una nueva sesión de abusos a manos de agentes libios, habían intentado quitarse la vida. Ambas fueron hospitalizadas en Trípoli y tratadas por personal de Médicos Sin Fronteras. Después del tratamiento, las metieron de nuevo a la celda y siguieron como estaban.
“Aunque no es la primera vez que sufro agresiones sexuales, estas son las más dolorosas, porque las cometen las personas que se supone deben protegernos”, dijo una de ellas. No hay alternativa: “Hay que darle algo a cambio para poder ir al baño, o llamar a la familia, o evitar que te peguen”. Las agresiones sexuales pueden ocurrir en cualquier momento del día: “Pasa todos los días. Si te resistes, te golpean y te privan de todo”. Otra adolescente denunció que comenzó a ser acosada sexualmente a los pocos días de ser llevada al centro de detención. El brutal guion no cambia. Cuando la joven somalí pidió a un guardia que le permitiera llamar a sus padres, el soldado le dio un teléfono y la dejó salir de la celda. Después de que la chica colgó, él se cobró el favor. Meses después fueron liberadas y pudieron obtener protección internacional. Los psiquiatras que los tratan dicen que sus heridas nunca sanarán.
Mujeres salvadas y mujeres que salvan. Era el 7 de marzo de 2016. Las autoridades europeas declararon oficialmente cerrada la ruta de los Balcanes. Desde aquel día, no ha pasado ni una sola tarde sin la habitual marcha hacia las fronteras de la Unión Europea hasta Veles, a 40 kilómetros de Skopje. Es un auténtico reguero de migrantes procedentes de Grecia. Lence Zdravkin fue la primera en notarlo una tarde de 2013. Ella, que vive cerca del ferrocarril que une Macedonia del Norte con Serbia, comprendió que la mayor crisis migratoria de nuestro tiempo no se resolvería ni con alambre de púas ni con tanques desplegados en las fronteras.
Al principio la gente no lo tomó bien. “Pero todos juntos hemos demostrado que somos un país pequeño con un gran corazón, una tierra de solidaridad. No tenemos mucho, pero lo poco que tenemos lo podemos compartir con los migrantes y refugiados”. Así vieron multiplicarse los panes en Veles. El panadero, que inicialmente llevó los panes sobrantes al improvisado campo de tránsito, terminó amasando muchos más de los que ponía en su puesto del mercado cada día. Por no hablar del verdulero, que nunca dejaba que a nadie le faltara una buena manzana.
Una comunidad entera se convirtió en un hospital de campaña. “Aquí nos hemos dicho una cosa sencilla: que nadie pase por Veles y se quede hambriento y desnudo o enfermo y sin cura. Que nadie nos recuerde como personas que miraron hacia otro lado”. Y así ha sido. “El hecho de que el Papa provenga de una familia de cinco hijos y de que su padre fuera un inmigrante italiano, creo que contribuirá a llamamiento por nosotros y para denunciar una vez más el Gólgota de los refugiados que, sin culpa alguna, tienen que abandonar su hogar”.
de Nello Scavo
Desde los ojos de un corresponsal
Nello Scavo es enviado especial y corresponsal de guerra de Avvenire, periódico italiano de inspiración católica. Ha investigado el crimen organizado y el terrorismo global, ha informado desde zonas calientes del mundo como la ex Yugoslavia, Camboya y el Sudeste Asiático, los países de la ex URSS, América Latina, las fronteras más hostiles en Turquía, Siria, el Cuerno de África y el Magreb. En 2016, pasó más de un año informando sobre la ruta de los Balcanes por la que llegan los inmigrantes a Europa. En septiembre de 2017 logró entrar en una prisión clandestina de traficantes de personas en Libia, revelando las condiciones de los migrantes retenidos.