· Ciudad del Vaticano ·

Discurso del Pontífice al Capítulo General de los Hermanos de la Educación Cristiana de Ploërmel

Que los niños de los países en conflicto vuelvan a sonreír

 Que los niños de los países en conflicto vuelvan a sonreír  SPA-017
26 abril 2024

Deseos de paz, para que los niños que viven en países en situación de conflicto puedan encontrar sus sonrisas perdidas, expresó también el Papa en su discurso a los participantes en el capítulo general de los Hermanos de la Educación Cristiana de Ploërmel, recibidos en audiencia la mañana del lunes 22 de abril, en la Sala del Consistorio.

Queridos Hermanos:

Les doy la bienvenida con ocasión de su Capítulo general. Saludo al Superior y a cada uno de ustedes y expreso mi cercanía a todos sus hermanos esparcidos por el mundo.

Doy gracias al Señor por la obra de su Espíritu manifestada en su carisma, es decir la evangelización de los niños y de los jóvenes a través de la educación. Este Capítulo suyo se sitúa en la estela de las celebraciones del bicentenario del Instituto, y les ofrece la oportunidad de volver a las intuiciones fundamentales que guiaron al Venerable Jean-Marie de La Mennais y al Padre Gabriel Dashayes. Hoy, su obra está presente en varios países del mundo, porque creían que todo es posible para quien se confía totalmente al Señor y se pone al servicio del desarrollo humano integral de cada persona. Nunca debemos olvidar de dónde venimos y tener siempre presentes las motivaciones de nuestras acciones.

Queridos hermanos, ustedes trabajan en regiones del mundo donde impera la pobreza, el desempleo juvenil y las crisis sociales de todo tipo. Por eso, los exhorto a ser padres para aquellos a quienes son enviados, padres que reflejen el rostro amoroso y compasivo de Dios. En un mundo en constante cambio, ustedes se ponen generosamente al servicio de los jóvenes, atentos a sus aspiraciones y, al mismo tiempo, siempre vueltos a Cristo, regla suprema de sus vidas. Su vocación los impulsa a ir donde otros no van, a las periferias, a las personas que forman la categoría de los rechazados, de los heridos por la vida y de las víctimas. Que su presencia sea fuente de esperanza para muchos. Que en su espíritu de fraternidad y acogida puedan reconocer otro rostro de la humanidad desfigurada por las guerras, la indiferencia y el descarte de los más débiles. Esos niños, esos jóvenes, esas personas también tienen sueños, pero hoy, por tantas razones, son sueños rotos. ¡Que les ayuden a revivir sus sueños, a creer en ellos y a realizarlos!

Los niños juegan, incluso bajo las bombas, en los países en guerra. Cuando vemos fotografías de estos países, hay niños jugando. Pero una cosa me llama la atención, cuando vienen a Roma niños de Ucrania que se han trasladado aquí y viven aquí, estos niños no sonríen: han perdido la sonrisa. La guerra hace eso: que los niños pierdan la sonrisa. ¡Trabajen para que recuperen la capacidad de sonreír!

Queridos hermanos, la Iglesia es una familia y todos nosotros, en la variedad de carismas y vocaciones, cooperamos a la salvación de la humanidad. En este maravilloso misterio de comunión, cuento con vuestra filial confianza y adhesión al ministerio del Sucesor de Pedro. Los animo a trabajar en estrecha colaboración con las diócesis donde están en misión y con el Pueblo fiel de Dios; a alejar de sus vidas todo espíritu de orgullo, cerrazón, división y cotilleo. Los chismes hacen mucho daño a las comunidades religiosas. Un buen propósito para un religioso y una religiosa sería morderse la lengua cada vez que tengan ganas de chismorrear unos de otros. Sería una buena resolución, ¿no? De hecho, «ser Iglesia es ser Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Esto implica ser el fermento de Dios en medio de la humanidad» (Exort. ap. Evangelii Gaudium, 114).

Al término de su Capítulo, renovarán la consagración del Instituto al Corazón Inmaculado de María. Que su pedagogía se inspire siempre en ella que, con su "sí" total, permitió que se cumpliera en su persona el designio salvífico de Dios sobre la humanidad. Que ella los ayude a cultivar el celo de ponerse a servir, a cultivar la humildad, la confianza en Dios y la alegría de ser servidores de su ternura y misericordia. Por favor, ¡no perder la alegría!

De corazón los bendigo a ustedes y a todos sus hermanos en todas partes del mundo, así como a los jóvenes que acompañan. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.