Desiertos de agua y ríos de tierra: el planeta Tierra está cada vez más dividido en dos, con algunos países arrasados por lluvias torrenciales y otros dañados por la sequía.
Las imágenes tomadas en todo el mundo son claras: en Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos, las calles se han convertido literalmente en ríos, a los coches se los ha tragado el barro, las escuelas han cerrado y las tiendas están dañadas. En todo el territorio desértico ha caído una lluvia incesante como no se veía desde 1949, con 254 milímetros de precipitación en solo dos días, es decir, la cantidad que se registra en dos años. El aeropuerto internacional ha sido cerrado en gran parte; solo la Terminal 1 está en funcionamiento, con vuelos constantemente retrasados. Por el momento se registra una víctima, un hombre de 70 años arrastrado por su coche. La alerta meteorológica también se extiende a Bahréin y Omán, donde 18 personas, entre ellas varios niños, perdieron la vida.
Pakistán también llora 65 víctimas causadas por el mal tiempo: en solo 4 días, ha caído el doble de lluvia de lo normal en el país. El balance más grave, con 32 muertos, entre ellos 15 menores, se registra en la provincia noroccidental de Khyber Pakhtunkhwa. Un escenario similar se refiere a Kazajstán, también azotado por violentas inundaciones y donde casi 117.000 personas han sido evacuadas por seguridad. En el frente opuesto, la Cuenca de Guavio, en el Departamento de Cundinamarca, Colombia, está reseca por la sequía y muestra en la superficie las grietas áridas de una tierra sedienta. A partir de hoy, en Bogotá, 10 millones de habitantes tendrán que racionar el agua, mientras que las exportaciones de electricidad al vecino Ecuador se han interrumpido, ya que las centrales hidroeléctricas colombianas han alcanzado niveles críticos.
La misma situación se vive en México: la sequía ha secado las principales presas del país, ahora llenas solo en un 40,6 por ciento. España, en particular Cataluña, también se enfrenta al mismo problema, con el agua contingentaria por sectores y sanciones pecuniarias para las instalaciones que superen los límites de consumo de agua establecidos durante tres meses consecutivos. Por no hablar de la ola de calor excepcional que, desde los primeros días de abril, está afectando al Sahel, con Malí y Burkina Faso que ven temperaturas superiores a los 45 °C.
Pero estos dos escenarios claramente opuestos están unidos por un único “hilo rojo”: el cambio climático. Para los expertos, de hecho, el calentamiento climático causado por las emisiones de gases de efecto invernadero aumenta la frecuencia y la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos. Y las repercusiones se ven también en la economía: según un estudio del Potsdam institute for climate impacts research publicado en la revista científica «Nature», a causa de la crisis climática la economía mundial está destinada a perder 38 billones de dólares al año hasta 2050, con una reducción media de los ingresos de los ciudadanos del 19 por ciento. Las poblaciones del sur de Asia y África serán las más afectadas, subraya el estudio, recordando también que los países menos responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero serán los que más sufrirán, con una pérdida de ingresos media del 60 por ciento más que los países de altos ingresos y del 40 por ciento más que los países con las mayores emisiones. De ahí el llamamiento de los científicos a «un cambio estructural hacia un sistema de energía renovable», porque «permanecer en el camino que estamos recorriendo tendrá consecuencias catastróficas».