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El arte de tejer y la meditación

 L’arte del telaio  e la meditazione  DCM-004
06 abril 2024

“Tejer ante todo nos hace escuchar, nos hace receptivas, abiertas a acoger nuestros movimientos interiores. En la metáfora de los hilos se pueden entrelazar vínculos, historias, compartir alegrías y dificultades... elementos que llevo dentro de la oración”. Patrizia Bagni teje sus tapices siguiendo el hilo de una Palabra, la inspiración de un rayo de luz, el silencio de la noche o el recuerdo de un encuentro. Utiliza ovillos de diferentes colores y consistencias: rojo, naranja, azul, rafia, lana, seda, cuerda, hilos de cobre y medias viejas, una semilla de aguacate o una bolsita de té. Y con tablones de madera crea los marcos de sus tapices.


Es una religiosa camaldulense que vive en el monasterio de Poppi, en Toscana. Hace más de veinte años descubrió el antiguo arte del telar, reinterpretado como una ayuda para la meditación. “Es el hilo que me guía: parto de una idea o de un sentimiento que quiero expresar y luego sigue solo. Es un espacio de libertad”. No le gustan las obras figurativas y con transparencias y colores cuenta lo que ha “rumiado”: “Como en la tradición monástica, la “ruminatio” trata sobre la Palabra de Dios, aunque la vida de los demás también puede convertirse en un mantra porque todo está en presencia de Dios”.

Tejer no tiene tiempos definidos, ni requiere de una disciplina particular: “No es un trabajo continuo, a veces hay meses en los que tienes que despegarte del trabajo”, otras veces se va con prisa por “escribir” lo que nos inquieta por dentro. ¿Es una oración “femenina”? “No sabría decir y no sé si son características femeninas, si bien es cierto que la mayoría en mis cursos de tejido son mujeres. También he tenido hombres tejedores... que generalmente son más esquemáticos y menos “suaves” en sus líneas”.


La práctica meditativa de tejer fue inventada por otra mujer, Katharina Shuppli, suiza, protestante y amiga de la comunidad monástica de Camaldoli. “Me dijo que tenía que aprender a quedarme con mis partes oscuras, porque el tapiz que deja al descubierto la realidad interior también es un trabajo introspectivo. Como en la lectio divina, nos interroga sobre lo que deseamos expresar. Es un proceso de transformación”.

Lo que comenzó como una práctica de meditación personal, se hizo de dominio público durante una feria en Bibbiena. Con motivo del Día de la Mujer, en este pueblo se organiza una exposición de los antiguos trabajos femeninos. Y los organizadores solicitaron al monasterio los tapices. “A partir de entonces comencé a venderlos y a impartir cursos”, comenta la religiosa.

Así nacieron las resurrecciones expuestas en el altar de San José en Jesi y en la parroquia de Casinalbo en Módena. Y también el pequeño tapiz de hilo dorado, rojo y blanco regalado al Papa Francisco cuando visitó a las monjas camaldulenses en San Antonio, en Roma, el 21 de noviembre de 2013.

de Vittoria Prisciandaro
Periodista «Credere» y «Jesus», Publicaciones de San Pablo