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Brasil, arrodillarse
por los hijos

 Brasile, in ginocchio davanti ai figli  DCM-004
06 abril 2024

“Todo empezó hace trece años con una tragedia: la muerte del hijo de los vecinos. Tenía 9 años. Mi hija Vanessa quedó muy afectada y me pidió que rezara para que el Señor protegiera a los hijos de todos. Mi nuera se unió a nosotros. Nos hizo sentir bien, así que decidimos repetir la experiencia en la parroquia de San Camillo de Lellis a la que asistimos habitualmente. Lo hemos hecho varias veces. Éramos cinco madres, luego veinte y poco a poco se fueron sumando más”, cuenta Ángela Abdo, profesora universitaria y consultora empresarial en materia de recursos humanos.

Ahora son al menos 62.000 las madres las que rezan por sus hijos. Desde Vitória, ciudad donde nació el 30 de marzo de 2011, el movimiento - que eligió a Nuestra Señora de Saleta y a Santa Mónica como patronas y obtuvo el reconocimiento de la archidiócesis - se ha extendido por todo Brasil con más de dos mil grupos. Otros treinta están repartidos por Alemania, Estados Unidos, Japón, Hong Kong, Dubái, Argentina y Cuba. “Nunca pensamos en extender esta iniciativa. Ha sucedido gracias a pequeños encuentros o porque algunas madres se mudaron a otros lugares y replicaron la iniciativa allá donde fueron”.

Cada semana, las participantes se reúnen en una casa o parroquia y rezan juntas el Rosario y hacen adoración. Las reuniones concluyen con una formación. Las madres a veces rezan por una intención específica como cuando uno de los hijos de una de las mujeres del grupo está pasando por un momento de especial dificultad. Compartir el sufrimiento crea un fuerte vínculo entre las mujeres. Se da una especie de maternidad colectiva que cimenta la sororidad.


“Cualquier madre creyente reza por sus hijos. Pero el rezar juntas nos da una fuerza sin precedentes. Porque, como dice Jesús, Él está con quienes se reúnen en su nombre. Y porque nos apoyamos mutuamente en tiempos difíciles. La solidaridad es una parte esencial del movimiento. Todas cuidamos de todas y así las cargas de cada una se vuelven más ligeras. A mí personalmente y a muchas otras madres, esta experiencia nos ha abierto nuevos horizontes”, explica Ángela Abdo.

“Hemos sido testigo de muchas historias de sanación, espiritual y física, porque, como solemos repetir, cuando las madres se arrodillan, sus hijos permanecen de pie. Pero sobre todo crecimos como mujeres, como madres y como creyentes. La oración no nos da lo que quisiéramos, sino la gracia del discernimiento para comprender lo que Dios quiere de nosotras”, concluye esta madre.

de Lucia Capuzzi
Periodista «Avvenire»