“Abogo por el restablecimiento de ese poco de humanidad que cree las condiciones para una solución diplomática en busca de una paz justa y duradera” en Ucrania: este fue el ruego del Papa Francisco en el Ángelus del 25 de febrero, al día siguiente del segundo aniversario del inicio de la guerra a gran escala en el país europeo. A pesar de haber suspendido sus audiencias por motivos de salud tanto el sábado pasado como el lunes 26 – “por precaución”, ya que persistían “síntomas gripales leves, sin fiebre”, anunció la Oficina de Prensa de la Santa Sede-, el Pontífice había vuelto a asomarse a la ventana de su estudio privado en el Palacio Apostólico Vaticano para recitar la oración mariana del mediodía con los veinte mil fieles presentes en la Plaza de San Pedro y con quienes le seguían a través de los medios de comunicación. Comentando como de costumbre el Evangelio del domingo, se detuvo en el de la segunda Cuaresma, centrado en el episodio de la Transfiguración de Jesús. Publicamos, a continuación, su meditación.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El Evangelio de este segundo domingo de Cuaresma nos presenta el episodio de la Transfiguración de Jesús (cf. Mc 9, 2-10).
Después de anunciar su Pasión a los discípulos, Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, sube a un monte alto y allí se manifiesta físicamente en toda su luz. Así les revela el sentido de lo que habían vivido juntos hasta ese momento. La predicación del Reino, el perdón de los pecados, las curaciones y los signos realizados eran en realidad chispas de una luz mayor: la luz de Jesús, la luz que es Jesús. Y de esta luz los discípulos no deben apartar nunca más los ojos, sobre todo en los momentos de prueba, como los que se acercan ahora con la Pasión.
He aquí el mensaje: no apartes nunca los ojos de la luz de Jesús. Un poco como hacían antiguamente los campesinos que, al arar los campos, centraban la mirada en un punto preciso que tenían delante y, manteniendo los ojos fijos en la meta, trazaban surcos rectos. Esto es lo que estamos llamados a hacer los cristianos en el camino de la vida: tener siempre ante los ojos el rostro resplandeciente de Jesús, no quites nunca los ojos de Jesús.
Hermanos y hermanas, ¡abrámonos a la luz de Jesús! Él es amor, Él es vida sin fin. A lo largo de los caminos de la existencia, a veces tortuosos, busquemos su rostro, lleno de misericordia, de fidelidad, de esperanza. Nos ayudan a lograrlo la oración, la escucha de la Palabra, los Sacramentos: La oración, la escucha de la Palabra y los Sacramentos nos ayudan a mantener la mirada fija en Jesús. Y este es un buen propósito para la Cuaresma: cultivar miradas abiertas, convertirnos en "buscadores de luz", buscadores de la luz de Jesús en la oración y en las personas.
Preguntémonos: en mi camino, ¿mantengo la mirada fija en Cristo que me acompaña? Y al hacerlo, ¿dejo espacio para el silencio, la oración, la adoración? Por último, ¿busco cada pequeño rayo de luz de Jesús, que se refleja en mí y en cada hermano y hermana que encuentro? ¿Y me acuerdo de dar gracias al Señor por ello?
Que María, resplandeciente de la luz de Dios, nos ayude a mantener la mirada fija en Jesús y a mirarnos los unos a los otros con confianza y amor.
Tras el Ángelus, el Papa recordó el doloroso aniversario del conflicto en Ucrania, pero también el de otros países “devastados por la guerra”, como Israel y Palestina. Después habló de la violencia en la República Democrática del Congo y de los demasiados secuestros en Nigeria. Por último, antes de despedirse de los grupos presentes, expresó su cercanía al pueblo de Mongolia, azotado por una ola de frío extremo, signo de la actual crisis climática.
Queridos hermanos y hermanas
Ayer, 24 de febrero, recordamos con dolor el segundo aniversario del comienzo de la guerra a gran escala en Ucrania. ¡Tantas víctimas, heridos, destrucción, angustia, lágrimas en un período que se está haciendo terriblemente largo y cuyo final aún no se vislumbra! Es una guerra que no sólo está devastando esa región de Europa, sino que está desatando una onda global de miedo y odio. Al tiempo que renuevo mi más profundo afecto por el atormentado pueblo ucraniano y rezo por todos, especialmente por las numerosas víctimas inocentes, abogo por el restablecimiento de ese poco de humanidad que cree las condiciones para una solución diplomática en busca de una paz justa y duradera. Y, hermanos y hermanas, ¡no nos olvidemos de rezar por Palestina, por Israel y por los numerosos pueblos devastados por la guerra, y de ayudar concretamente a los que sufren! Pensemos en tanto sufrimiento, pensemos en los niños heridos, inocentes.
Sigo con preocupación el aumento de la violencia en la parte oriental de la República Democrática del Congo. Me uno al llamamiento de los obispos a rezar por la paz, esperando el fin de los combates y la búsqueda de un diálogo sincero y constructivo.
Son preocupantes los secuestros cada vez más frecuentes en Nigeria. Expreso mi cercanía en la oración al pueblo nigeriano, esperando que se hagan esfuerzos para frenar en lo posible la propagación de estos episodios.
También estoy cerca de la población de Mongolia, azotada por una ola de frío intenso que está teniendo graves consecuencias humanitarias. Este fenómeno extremo es también un signo del cambio climático y de sus efectos. La crisis climática es un problema social global, que afecta profundamente a la vida de muchos hermanos y hermanas, especialmente a los más vulnerables: recemos para que se tomen decisiones sabias y valientes que contribuyan al cuidado de la creación.
Les saludo, fieles de Roma y de diversas partes del mundo, especialmente a los peregrinos de Jaén (España), a los jóvenes greco-católicos rumanos de París, a las Comunidades Neocatecumenales de Polonia, Rumanía e Italia.
Saludo al Pontificio Seminario Interregional Campano de Posillipo, a la Secretaría del Foro Internacional de Acción Católica, a los Scouts de Paliano y a los confirmandos de Lastra Signa, Torre Maina y Gorzano.
Saludo también a la Federación Italiana de Enfermedades Raras, al Círculo Cultural 'Reggio Ricama', a los miembros del Movimiento No Violento y a los voluntarios de la Asociación N.O.E.T.A. Y saludo a los muchachos de la Inmaculada.
Les deseo a todos un buen domingo. Por favor, no olviden rezar por mí. Buen almuerzo y hasta luego.