· Ciudad del Vaticano ·

MUJERES IGLESIA MUNDO

Observatorio

Ampliar la mirada: el desafío para el mundo y la Iglesia
de hoy

monda.jpg
02 marzo 2024

El dos es el número que me ha acompañado durante toda mi vida. Nací el día 22 y unos minutos antes nació Alessandra, mi hermana gemela. Siempre dos, siempre con alguien más y si la compañera de viaje es una mujer entonces es verdaderamente “otra”. Habiendo vivido mi infancia y adolescencia en una familia muy femenina, hace solo 40 años me embarqué junto a mi esposa Elvira en un camino lleno de alegrías, penas y sorpresas. Quizá el día que lleguemos a “entendernos” será el día que nos dejemos.  

Es cierto lo que dice el Papa en el Documento sobre la Fraternidad Humana firmado el 4 de febrero de 2019 en Abu Dabi: para vivir el diálogo es necesario tener el valor de la identidad y, al mismo tiempo, el valor de la alteridad. Así, con ese doble valor he intentado (con muchos errores y fragilidades) afrontar el desafío inherente al nombramiento de director de L'Osservatore Romano, un desafío que inevitablemente afectó también a la relación con la alteridad femenina.

Sucedió por primera vez cuando en la primavera de 2019 me encontré reconstruyendo el comité de dirección de esta revista mensual, Mujeres, Iglesia, Mundo. Hoy muchas mujeres, de diferentes orígenes geográficos, culturales y religiosos, de diferentes edades y profesiones, piensan y crean este periódico con total autonomía. Con la misma confianza total en el talento femenino, avancé también hacia la renovación del equipo editorial: 3 de cada 4 contrataciones en estos 5 años son mujeres. 

Las mujeres son creativas. A diferencia de la de los hombres. Jesús también lo notó, por ejemplo, cuando su madre ordenó a los sirvientes en las bodas que hicieran lo que Él les decía. O cuando se encontró con la mujer sirofenicia (Mc 7,24-30) que, con su tenacidad combinada con un fino arte dialéctico, consigue que Jesús cambie de opinión. Esto es lo que hacen las mujeres: amplían la mirada, rompen los patrones habituales (que muchas veces son los de los hombres) y exigen una revisión que ensanche la visión.


Tuve y necesito esta creatividad decidida y concreta para afrontar la aventura que me propuso el pastor de la Iglesia universal, que es un sustantivo femenino. Y hablando de sustantivos, las mujeres me hacen pensar en lo que suele decir el Papa: hay que pasar de la cultura del adjetivo a la teología del sustantivo. Porque muchas veces los seres humanos hacemos esto, etiquetamos a otras personas, adjetivándolas, descuidando o pisoteando la dignidad de esa persona como tal. Me hace pensar que las mujeres, tan esenciales, son más “teológicas”, tienen ojos que miran la sustancia de las cosas y de las personas, sin perder tiempo en clasificarlas. Otro talento que puede y debe hacerse fructificar.

Un desafío exigente, el de la colaboración entre mundos tan distintos, hombres y mujeres, pero tan necesaria como urgente para el mundo y la Iglesia de hoy.

de Andrea Monda