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La paradoja cristiana y la teología feminista

'Albrecht Dürer, Saint Paul, 1514, engraving, Rosenwald Collection, 1943.3.3526'
03 febrero 2024

Con el último libro de Elizabeth Green en la mano, una vivaz teóloga y pastora emérita de la Unión Cristiana Evangélica Bautista de Italia, recuerdo las líneas en las que Emily Dickinson observa cómo el verano se convierte en una estación de colores: “Para no ser anticuada, me pondré una joya yo también”. No encuentro mejores palabras para definir este libro, precioso y contenido, sin caer nunca en la superficialidad porque cada pasaje está documentado; ni en la autorreferencialidad, porque teje un diálogo constante con teólogos y teólogas; ni en la banalidad, porque las preguntas, hipótesis y testimonios se entrelazan de forma sabia.

Se trata de una visión global de la fe cristiana que aprovecha las teologías feministas y se materializa a través del comentario al Himno contenido en la carta de Pablo a los Filipenses, 2,5-11, que también nos acompaña en el rezo de las primeras vísperas de cada domingo.

Muchas veces hemos meditado sobre aquel texto que contiene un pasaje “peligroso”: “Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina (…) se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo”. El texto termina con una afirmación de vida, de resurrección. Pero aquí radica la paradoja: ¿cómo puede Él vaciarse de uno mismo (lo que también se conoce como kénosis) conducir a la vida?, ¿cómo puede el vacío generar plenitud? ¿Este movimiento singular dice algo importante sobre Dios y sobre ser mujeres y hombres? He aquí, por tanto, el desarrollo, pero también el título del libro: Dios, el vacío, el género (Dio, il vuoto, il genere, ed. Claudiana).

El comienzo es también autobiográfico, porque Elizabeth confiesa que para su primera homilía se le confió precisamente ese texto, que le sigue interpelando desde entonces. ¿Tiene, por tanto, este el libro una faceta homilética? ¡Absolutamente no! El estudio se divide en tres partes que dan vida a una lectura global. Son ocho capítulos, dedicado cada uno a una teóloga que desarrolla el tema vacío/lleno según un determinado punto de vista. Tenemos así distintos capítulos dedicados a Rosemary Radford Ruether, Daphne Hampson, Anna Mercedes, Sallie Mc Fague, Marcella Althaus-Reid, Sarah Coakley, Masao Albe con Paul Knitter (son dos hombres, el primero de los cuales es budista) y Dorothee Sölle.

Muchos de los libros citados nunca han sido traducidos en Italia y todavía hay quienes pueden darse el lujo de enseñar teología ignorándolos y sin darse cuenta de la gravedad de esta brecha, un vacío que borra. En cambio, Green crea un puente importante que nos permite tener acceso a sus escritos. Se abre así una primera forma de vacío diferente, que es más bien un espacio lleno de energía que posibilita mostrar alianzas y no olvidar ciertos nombres propios. Esta práctica se llama empoderamiento: compartir energía no es solo una suma, sino una multiplicación que crea vida.

He aquí, pues, la tesis principal del libro: hay una buena noticia en el Evangelio -y en el Himno que lo resume- siempre que se lea sin superponer estructuras injustas que quieren suprimir a las mujeres y a los pobres. Es precisamente esta iniquidad la que debe ser vaciada, para liberar no solo a las víctimas, sino también a Dios, prisionero de nuestros peores imaginarios. Así, a través de las teólogas invitadas a estas páginas encontramos tanto hallazgos críticos como soluciones capaces de invertir los términos: la paradoja del vaciamiento, si es interpretada y transformada por la resistencia de las mujeres, es la posibilidad de liberación.

Por lo tanto, no se trata de un vacío de vidas borradas, sino de una operación de vaciado que elimina las trampas para delinear un espacio lleno de energía vital y compartida, para todos, humanos y no humanos. De esta forma, se desarrollan diferentes declinaciones de la kénosis/vaciamiento: como abandono del patriarcado, como “poder para”, como recurso para la crisis climática y luego en relación con el deseo queer, la oración y la contemplación, y la prueba del diálogo con el budismo y el misticismo.

En la conclusión, todavía más personal, aparecen tres imágenes importantes, conocidas por la tradición, pero transformadas en un viaje que ya no ha dejado nada como antes: el pozo de agua viva y la tumba vacía de la Pascua. Todo esto está aderezado con la calidad, bastante rara y envidiable, de un lenguaje sencillo, que se hace entender pese a emplear una teología nada fácil y siempre demasiado poco conocida. Se lee como si se escuchara a la propia autora hablando en vivo, lo que supone una experiencia impagable.

de Cristina Simonelli
Teóloga, docente de Historia de la Iglesia Antigua, Facultad de Teología de la Italia Settentrionale, Milán


El himno de los Filipenses


Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios;
al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo,
hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo,
hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Filipenses 2,5-11