· Ciudad del Vaticano ·

MUJERES IGLESIA MUNDO

Lo sagrado en las artistas contemporáneas

Representar lo espiritual

 Rifigurare lo spirituale   DCM-001
05 enero 2024

Las huellas visuales del siglo XX se pueden seguir a lo largo de una preciosa unión entre artistas femeninas y temas sagrados. El siglo pasado ha trastocado los modelos canónicos de la figuración, abriendo las obras a los sueños y a lo surrealista, a las abstracciones y a los experimentos de vanguardia. En este escenario, también lo Sagrado ha cambiado su fisonomía estética, tornándose diferente con respecto a la figuración religiosa de siglos pasados y menos centrada en los temas bíblicos que habían caracterizado el arte hasta mediados del siglo XIX. El siglo XX se ha articulado como un viaje revolucionario, un encuentro complejo entre memoria y modernidad. Las mujeres que lograron cruzar el umbral de lo nuevo fueron estrellas valientes de mirada inquieta, autónomas y poco dóciles al dominio de la sociedad masculina. Las seis artistas de las que hablamos han dejado una huella extraordinaria en su época, una huella singular que hace de sus obras un patrimonio raro y precioso. Son guerreras pacíficas que han creado una idea única de lo Sagrado, ideando metáforas abstractas, destacando las formas vegetales, pintando paisajes de la mente, utilizando su propio cuerpo como si fuera pintura y mezclando materiales como nuevas alegorías espirituales. Son pinturas, esculturas y fotografías que no siguen las narraciones de los Evangelios, las iconografías de Cristo y la Virgen o las escenas de los santos y mártires. Hablar de temas sagrados en el siglo XX significa, por el contrario, practicar la modernidad con las herramientas disponibles y los imaginarios de la sociedad mediática. A diferencia de sus colegas masculinos, las mujeres artistas han creado y crean mundos sorprendentes, modulan el color con una sensibilidad única y se centran en detalles fantásticos que muchas veces se les escapan a los hombres. Porque las mujeres miran el mundo con los ojos, pero también con la pupila interior que da forma inusual a las energías espirituales.

Hilma Af Klint
 La revelación de lo abstracto

Redescubierta en 1986, la sueca Hilma af Klint (1862-1944) pintó mil doscientas obras que representan una singularidad histórica en forma y contenido. Recordemos, por ejemplo, los 193 cuadros que habrían decorado un templo utópico: eran lienzos de formato gigante llenos de figuras radiantes, con elementos orgánicos y geométricos, con el color como símbolos (amarillo para lo masculino, azul para lo femenino), con visiones de amplio espectro (desde lo micro del átomo hasta lo macro del universo) y contrastes entre blanco y negro o vacío y lleno. O las 200 pinturas de “Caos Primordial”, unas acuarelas de un mundo esotérico que narran las amplitudes simbólicas de lo espiritual y que plasman la visión de lo trascendente en metáforas geométricas. Hoy estas obras parecen gemelas de las de Kandinski, pero con un toque sagrado que remite al culto al sol, a la posición astrológica de los planetas, a los mandalas tibetanos y a ciertas visiones cósmicas de San Pablo. Frente a esas visiones “alienígenas” se comprende que la vida en el planeta es solo una pequeña parte del lenguaje universal.

Sonia Delaunay
 Los arcoíris del universo

Ucraniana de nacimiento y parisina de adopción, Sonia Terk (1885-1979) se casó con el artista Robert Delaunay y con él, entre París y España, experimentó nuevas fronteras en la pintura abstracta. Los Delaunay y los Apollinaire fundaron en 1912 el Orfismo, un movimiento que proponía una pintura fluida de formas cósmicas, entre lirismos cromáticos como danzas estelares dentro de las auroras boreales. Sonia, que además luchó por los derechos de las mujeres artistas, inventó tejidos, ropa y tapices inspirados en sus pinturas, siguiendo un dinamismo futurista donde todo parecía en constante pulsación, como si una fuerza sobrenatural gobernara el ritual creativo. Sonia Delaunay confirma un hecho significativo: que las obras de los grandes artistas captan la libertad estética de lo absoluto, de algo que, como el embarazo, genera versiones renovadas del ser vivo. Si el arte es la invención de una idea sobre el mundo, el arte femenino es la creación de un mundo lleno de nuevas ideas.

Georgia O’ Keeffe
 La vegetación cósmica

Profesora de arte desde muy joven, esposa del fotógrafo Alfred Stieglitz, la estadounidense Georgia O'Keeffe (1887-1986) encontró su reveladora quimera en los paisajes desérticos de Nuevo México. A partir de 1929 comenzó a frecuentar esa tierra árida, alejada de las glorias de Nueva York, como fuente de meditación sobre una vida vegetal que representaría en su viaje pictórico el éxtasis táctil de lo sobrenatural. Flores gigantes como planetas, hojas que parecen nubes sedosas, paisajes paradisíacos, ecos místicos en sus vórtices lisérgicos: un acuerdo armonioso entre una naturaleza resistente y la elevación de un aroma sobrenatural, como si el desierto percibiera los ecos bíblicos de Oriente Medio, del misticismo que flota en los silencios y de una elevación de la mirada hacia las luces del interior de los vivos. Prueba de que lo sagrado se manifiesta allí donde el ojo inventivo capta ángulos más allá de lo visible.

Marisa Merz
El sudario de las grandes madres

Turinesa, esposa del artista Mario Merz, única mujer en el movimiento del Arte Pobre (el movimiento fundado por Germano Celant que desde finales de los años 1960 crea obras con materiales reales), Marisa Merz (1926-2019) encarnó una idea pictórica sencilla pero radical: la búsqueda, con mínimos trazos, de un espíritu sagrado dentro del rostro femenino. Sus cabezas de líneas frágiles, oníricas como fantasmas, parecen provenir de antiguas cuevas donde las mujeres curaban cuerpo y espíritu. Esas pequeñas panaceas son arquetipos de los orígenes, un eco que se extiende por siglos y nos devuelve a los sudarios de las madres universales. También las pequeñas esculturas razonan con la cruda esencialidad de los dibujos a mano, ampliando la presencia silenciosa de sus almas flotantes, impregnadas de materiales energéticos como la cera, el cobre y el oro para fomentar el recogimiento y transmitir una trascendencia que hace del rostro una pequeña puerta a lo sagrado.

Gina Pane
Las heridas sagradas

Nacida de padre italiano y madre austriaca, Gina Pane se formó en París y se convirtió durante los años setenta en la referencia del Body Art. Con sus performances radicales investigó la relación entre cuerpo y naturaleza, llegando hacerse daño con espinas de rosas mientras llevaba un simbólico vestido blanco. Entre las obras que confirman su poder alegórico, recordamos la caja de hierro soldado que escondía un dibujo en su interior. Fue una de las obras más alquímicas y sagradas del siglo XX, un culto misterioso que vinculaba la visión del dibujo al desgaste geológico del metal. Un acto extremo que aclara el vínculo fértil entre el cuerpo femenino y la utopía de las acciones simbólicas, hijas generativas de una progresión mística, más allá de lo terrenal, hacia ese tiempo suspendido en el que lo sagrado encuentra en la performance su apoteosis estética.

Shirin Neshat
Corazones rebeldes

Cerramos este viaje con Shirin Neshat (1957), iraní de nacimiento y estadounidense de adopción, artista y directora, símbolo de una reflexión moral sobre el papel de la mujer en la cultura islámica. Su modelo figurativo, jugando con la escala de contrastes (blanco/negro, lleno/vacío, alto/bajo, uno/muchos), golpea la vista y toca los sentimientos con una empatía inmediata y radiante. Pensemos en los poemas en farsi que se convierten en caligrafía sobre el rostro femenino, como un tatuaje sagrado que expande, en la impresión fotográfica en blanco y negro, el poder catártico de los escritores persas. Pensemos también en sus videos y películas en los que las metáforas se convierten en imágenes de perfección pictórica, donde la intensidad del mensaje emerge del vínculo catártico entre mujeres con chador y el paisaje desértico. Verdaderamente un viaje increíble a la historia colectiva, entre mitos y leyendas, en el corazón de una revolución femenina que habla con la síntesis universal de las apariciones sagradas.

de Gianluca Marziani
Crítico y comisario de arte contemporáneo