· Ciudad del Vaticano ·

Dubai 2023, pensando en las generaciones futuras

 Dubai 2023, pensando en las generaciones futuras  SPA-051
22 diciembre 2023

La presencia anunciada del Papa Francisco en la cop 28 marca un punto de inflexión, advertido por muchos, para que la comunidad internacional actúe sobre el clima. El hecho de que no se haya llevado a cabo por razones de salud representa un elemento menos decisivo, porque el énfasis que ha quedado claro es que hoy en día cuidar el medio ambiente no es tanto una posición política, sino una dramática responsabilidad ética de todos. En este sentido, el hecho de que, ocho años después de la histórica encíclica Laudato si’, el anciano Papa vuelva a poner en juego su autoridad moral para impulsar a la audacia a los negociadores de la cop 28, y para movilizar a la sociedad civil, constituye un punto de no retorno. Miles de millones de seres humanos son instados por este liderazgo espiritual a reavivar su conciencia y a involucrarse en un cambio profundo en la idea de desarrollo.

El cuidado de la casa común ha sido una prioridad constante del pontificado del Papa Francisco, como lo demuestran sus muchas intervenciones y muchos otros esfuerzos para promover un punto de inflexión frente a los peligros del cambio climático y las injusticias sufridas por las comunidades más vulnerables. En el horizonte de la ecología integral, la cuestión ambiental no es una costumbre de los ambientalistas, sino ante todo un «problema social global», que no puede ser minimizado o incluso ridiculizado, considerado como un desafío «solo ambiental, verde, romántico». El Papa contesta todo negacionismo y reduccionismo, identificando en la distorsión climática «un problema humano y social en sentido amplio y a varios niveles» que «requiere una implicación de todos».

El 4 de octubre pasado, dos meses antes del inicio de la cop 28, el Santo Padre publicó la exhortación apostólica Laudate Deum, con dos capítulos dedicados a las cumbres de la onu , no ahorrando duras críticas a las ediciones pasadas, sino renovando la confianza en la vía multilateral, como instrumento imprescindible de gobernanza de las dinámicas globales. Como es sabido, el punto de máxima convergencia de la diplomacia climática fue la cop 21, de la que surgieron los famosos «Acuerdos de París», ratificados recientemente también por la Santa Sede. Es necesario «relanzar el camino» y la Iglesia -para ser fiel a lo que cree y anuncia- debe favorecer en todos los sentidos la superación del estancamiento y de las divisiones experimentadas en conferencias decepcionantes en muchos aspectos. En su mensaje a la cop 28, el Papa exhorta a salir de las estrecheces de los particularismos y nacionalismos que son esquemas del pasado y que han representado, en muchos casos, un obstáculo para poner freno a la codicia, la explotación y las injusticias.

Pronunciado en Dubái por el cardenal Parolin, el mensaje del Papa Francisco es amplio y lleno de exhortaciones e invitaciones. Sus palabras sobre una acción más valiente por parte de los Estados que han causado la actual crisis ecológica, y que tienen los recursos para pagar los efectos de políticas insostenibles, llegan directamente al corazón de la discusión central de estas negociaciones: «No es culpa de los pobres, porque casi la mitad del mundo, más indigente, es responsable de solo el 10% de las emisiones contaminantes, mientras que la brecha entre los pocos acomodados y los muchos desfavorecidos nunca ha sido tan abismal». En este sentido, entre los temas surgidos de las intervenciones de los líderes mundiales en la cop 28, el que más se inspira en las palabras del Papa es el de la responsabilidad ética de los países más desarrollados hacia los países con las economías más frágiles, que a menudo sufren el mayor peso del cambio climático.

También hay que señalar que la exhortación apostólica Laudate Deum pide una acción climática urgente y vinculante con la advertencia poco común de utilizar solo herramientas tecnocráticas para abordar la cuestión. En el mensaje enviado a Dubái, el Papa Francisco denuncia las «posiciones rígidas, si no inflexibles, con rebotes periódicos de responsabilidad» y pide abrazar «una visión alternativa, común» que «permitirá una conversión ecológica», porque «no hay cambios duraderos sin cambios culturales». Es a este nivel que cuentan las grandes narrativas, capaces de movilizar el imaginario de las comunidades humanas, y más aún los recursos espirituales indispensables para entrar en un proceso de conversión. Esta expresión, en el origen y en el corazón del mensaje evangélico, motiva «el compromiso y el apoyo de la Iglesia católica» que el Papa asegura a los líderes mundiales y a toda la humanidad. Conversión es cambio de mirada y de dirección. La predicación del Reino implica que este cambio se produzca aquí abajo, entre las cosas de cada día, restableciendo a cada uno en la justa relación con las criaturas y con el creador.

Por primera vez en una cop , hay un “Pabellón de la Fe”, un espacio de encuentro y diálogo interreligioso que todos tienen la responsabilidad de hacer profético y capaz de verdadera incidencia cultural. Aunque no se habla mucho de ello, el papel de las creencias siempre ha sido relevante en las conversaciones sobre el clima. A menudo son las comunidades religiosas las que en sus países apoyan a los grupos más pobres y vulnerables y las que instan a sus gobiernos a actuar más. La esperanza es que muchas personas sean alentadas e inspiradas por la fe para hacer un progreso significativo en el tema.

De hecho, cabe señalar que, en el escenario actual y con los datos que nos llegan de la comunidad científica, la cop 28 aparece, si no la última llamada, ciertamente como una de las pocas ventanas de oportunidad disponibles. La esperanza es, entonces, que el poderoso mensaje del Papa y la invitación a superar intereses y actitudes divisivas puedan dar un nuevo impulso a las negociaciones técnicas de estos días, para llegar a un acuerdo final que se adopte por unanimidad. Se trata de pasos inaplazables para una acción coordinada sobre el clima, guiada por el imperativo de entregar un planeta habitable y acogedor a las generaciones presentes y futuras.

*Cardenal Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral

Michael Czerny*