· Ciudad del Vaticano ·

MUJERES IGLESIA MUNDO

Miradas Distintas
La niña nacida en el barco de rescate en el Mediterráneo

Me llamo Milagro

 Mi chiamo Miracolo  DCM-011
02 diciembre 2023

Mi nacimiento fue un milagro. Un milagro que apestaba a aceite, a sudor y a miedo. Los milagros así siempre apestan antes de que huelan a vida. Apestan a excrementos y a vómitos, a hambre y a pobreza. El primer olor de mi vida es el de la huida. Dicen que nacer, vivir y morir es un viaje. Yo antes de venir al mundo ya había navegado en dos naves.

La primera se llama Maman en francés; Yaay en wolof; Mom en inglés; Mama en suajili; Ba en bambara; y Mamma, en italiano. En la nave que llamo Mamá flotaba en silencio y al calor. Al principio no sabía que mi nave estaba por montar en otra nave. La segunda nave era ruidosa, se movía con el viento y las olas y estaba cargada con demasiadas personas acompañadas por el miedo, la rabia, la muerte y la esperanza.

En mi nave-mamá estaba yo sola y el mundo éramos ella y yo.

He conocido el hambre cuando me pidió que tuviera paciencia. Yo no hacía más que comer de mi dulce madre, pero ella hacía días que no probaba bocado.

Ha tenido sed y también a mí me parecía que no había bastante agua. ¿Te puedes ahogar en la nave que te transporta? Conocí el miedo y la rabia porque, como las tormentas, llegaban hasta donde yo estaba protegida y salvaguardada.

Las primeras olas no eran tan distintas a las que ya conocía, casi me mecían. Porque mi nave, aunque se quejara y sintiera dolor, siempre era segura.

Mientras pasábamos por las olas yo todavía no sabía que tenía que nacer, aunque los truenos me anunciaran un cambio y hubiera dejado de escuchar solo la voz que me cantaba y me contaba historias. Empecé a oír muchas voces, muchos llantos que irrumpieron en mi noche tornada roja y oscura.

No sé cuándo Desesperación ha llamado a nuestra puerta. No me di cuenta, pero llegó con sus manos huesudas para decirme con esa voz aterradora: Sabes, tu madre no va a poder salvarte.

“¿Qué significa ‘salvarme’?”, le pregunté.

“No te puede prometer la vida”, me explicó Desesperación. “Es posible que las dos terminéis aquí, en el fondo del mar, entre peces y conchas”, insistía e insistía.

Por eso, le respondí con un grito seco: “Seré yo quién salve a mí mamá”.

Desesperación reía y me decía que eso no podía ser porque yo no tenía la suficiente fuerza para hacerlo.

“Pero, ¿qué dices? Así como ella me alimenta y me lleva en su seno, yo la alimentaré y ella caminará sobre el fondo del mar. Yo seré su oxígeno, su máscara y su traje de buzo”, le espeté.

Desesperación me respondió: “Ahora entonces me llamo Ilusión”.

Ilusión era hermosa, como una medusa, como una flor de montaña o como el horizonte: “Pequeña, tienes razón. Tú salvarás a tu madre. Ella solo vive por ti. Ahora tumbada en la cubierta, -entre cuerpos de ancianos, hombres y niños, con los ojos en blanco, sed, hambre y jadeando, casi más muerta que viva-, si está viva es por ti”.

Rompí en llanto y le pregunté: “Sufre”.

“Mucho. Sueña contigo, pero no puede dormirse”, me respondió.

“Vete, vete. No quiero saber nada más de lo que le pasa”, le pedí a Ilusión.

Y en el fondo de esa noche oscura, Ilusión se marchó haciendo todo aún más lúgubre.

De ponto, un terremoto, como el torrente de agua que cae de la montaña, algo me empujó contra la pared de mi nave. Grité y grité, pero mi voz no se escuchaba.

Mientras, de ese lugar de vida o de muerte, llegaba ruido, miedo, brusquedad…

Y, en algunos momentos, un silencio sordo.

“No puedo más, mi niña”, decía mamá. Non ce la faccio più, piccola mia.

“¿Qué no puedes hacer mamá?”.

“Resistir”.

“¿Desde cuándo estamos en este barco?”.

“Muchos. He perdido la cuenta”.

“¿Y todavía estamos vivas?”

“Quizá. Pero nos rodean muchos muertos. Ha muerto el chico que me daba agua. Ha muerto la señora que me daba la mano”.

“Mamá, ¿quién guía el barco donde estamos?”

“La incertidumbre”.

“¿Y por qué no nos ayuda?”

“No sabe cómo hacerlo. Nunca ha ayudado a nadie”.

Así, me di cuenta de que hay quien nos da la espalda en tierras lejanas. Porque creen que a ellos no les va a pasar nunca lo que nos pasa a nosotros. Quizá sí lo vivieron sus antepasados. Pero ellos se sienten seguros porque dicen que es imposible que les pase”.

“¿Estoy naciendo mamá?, ¿Estoy naciendo?”. Y entonces, alguien gritó: “¡Es un milagro!”.

de Antonella Cilento


Nacer en la cubierta de un barco


“Proteger la vida humana nunca puede ser una elección, es una obligación y ninguna excusa puede justificar no hacerlo, ninguna”. Al publicar esta foto en 2019, Óscar Camps, fundador y director de la ONG Proactiva Open Arms, cuya principal misión es salvar a las personas que intentan llegar a Europa por mar, añadió estas palabras. La niña, bautizada como Miracle, nació en la cubierta del barco de rescate pocos minutos después de que los voluntarios de la ONG española rescataran a Peace, ya de parto, y a su pareja Simón, ambos ghaneses. La imagen ha inspirado el relato de Antonella Cilento, una escritora italiana de novelas y obras de teatro.