· Ciudad del Vaticano ·

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La Biblia
Miriam, Débora y las protectoras de la comunidad

Las madres metafóricas

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02 diciembre 2023

Durante las conversaciones con grupos de mujeres en las parroquias, suelo pedir a las participantes que expliquen sus impresiones sobre las “mujeres en la Biblia”. Una de las respuestas más frecuentes es que existe hay una sensación de que en la Biblia se valora a las mujeres, principalmente, como esposas y madres. La Biblia no elogia esos roles y ni siquiera los considera indispensables. De hecho, la Biblia recoge la historia de muchas mujeres, no solo por casarse y tener hijos, sino también por sus forma de guiar o proteger a otros lo que las convierte en simbólicas “madres en Israel”. Además, estos roles tradicionalmente maternos también se atribuyen a Jerusalén, a la tierra, a la Sabiduría, a Pablo, a Jesús y a Dios.

A continuación, presentamos algunas de las figuras del Antiguo Testamento, identificadas como femeninas, a quienes se recuerda por haber dado vida, alimento y protección a la comunidad.

1. El Libro del Éxodo presenta a la profetisa Miriam, quien protege a su hermano recién nacido Moisés (2, 4-9) y luego dirige a las mujeres israelitas en la celebración litúrgica en el Mar Rojo (15, 20-21). También está la hija del Faraón, que no solo adopta a Moisés, también le da un nombre y lo cría (2, 10). Al proteger a ese niño israelita desafía la orden de su padre de ahogar a todos los niños judíos en el Nilo. Finalmente están las parteras Sifra y Pua, quienes a su vez desobedecieron la ley y salvaron a los niños judíos (1, 21).​

2. En el Libro de los Jueces encontramos a Débora, que es a la vez profetisa y líder militar. Aunque la mayoría de las traducciones la presentan como “Débora, esposa de Lapidot” (4, 4), la expresión hebrea eshet lappidot significa “mujer de llamas”. En su canto, Débora exclama: “Se interrumpió la vida de los pueblos, se interrumpió en Israel, y yo, Débora, me puse en pie, me puse en pie como una madre en Israel” (5, 7). Es madre porque da sabios consejos, une a las tribus israelitas y lleva a su pueblo a la victoria. También conocemos a Yael, quien maternalmente le da a beber un poco de leche al general enemigo Sísara y lo cubre (4, 19), y luego le clava una estaca en la cabeza.

3. El Libro de Ester cuenta cómo una mujer judía supera la violencia de ser reclutada en el harén del rey de Persia, se convierte en reina y luego utiliza su inteligencia, junto con los dones de la naturaleza, para salvar a su pueblo del genocidio.

4. La heroína del Libro de Judit no solo da una lección de teología a los ancianos de la comunidad y salva a su pueblo encantando, seduciendo y decapitando al general (con su propia espada), sino que también encabeza la procesión de celebración en el templo de Jerusalén donde las mujeres comandan y los hombres las siguen.

5. En el Libro de Isaías (49, 22) se habla de Sión (es decir, Jerusalén) como de una madre, y en el 66, 8-11, se ofrece una larga metáfora de Jerusalén que se pone de parto, da a luz y alimenta a sus hijos. Hablando de la Jerusalén celestial, en Gálatas (4:26) Pablo se inspira precisamente en esta tradición.

6. En la Sabiduría de Salomón (7, 12) y en el Eclesiástico (15, 2-5) la Sabiduría es descrita como madre.

7. Entre las numerosas metáforas maternas que los profetas aplican a Dios, es ejemplar la de Isaías 49, 15. En respuesta a las oraciones del pueblo judío exiliado en Babilonia, Dios responde: “¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré”.

Estos mismos aspectos aparecen en el Nuevo Testamento, donde junto a muchas mujeres recordadas por acontecimientos distintos del embarazo y el parto, encontramos imágenes maternas asociadas a Jesús, a Pablo y a la Iglesia. Aquí hay siete ejemplos más.

1. Mientras Jesús enseña, una mujer se le acerca y le dice: “¡Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!”. Y Jesús responde: “Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen” (Lucas 11, 27-28). A las mujeres de la Iglesia que enfrentan la esterilidad y que no están llamadas a la castidad, este versículo ofrece un gran consuelo.

2. María Magdalena, María y Marta, Susana y Juana, la mujer que unge la cabeza de Jesús (Marcos 14, 3-11 // Mateo 26, 6-16), la mujer samaritana que Jesús encuentra junto al pozo y otras mujeres discípulas son importantes por su fidelidad a Jesús, no por el matrimonio o los hijos.

3. No se habla por sus hijos de Lidia, la primera nueva discípula de Jesús en suelo europeo (Hechos 16, 14), de la diaconisa Febe (Romanos 16, 1), o de la apóstol Junia (Romanos 16, 7).

4. Jesús también puede ser considerado maternal. Él mismo se compara con una gallina que reúne a sus polluelos debajo de las alas (Mateo 23, 37 // Lucas 13, 34); además, como narra Juan 19, 34, cuando su costado es alcanzado por la lanza de un soldado, sale “sangre y agua”. Como sucede durante un parto.

5. En la Primera Carta a los Corintios (3, 1-2) Pablo describe su papel de dar de beber leche a sus “niños en Cristo”; a los Gálatas se les aparece como una mujer de parto (Gálatas 4, 19); y en la Primera Carta a los Tesalonicenses (2, 7) asume el papel de “madre [que] nutre y cuida de sus criaturas”.

6. Para Pablo, la tierra también tiene un papel materno ya que “toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto” (Romanos 8, 22).

7. Por último, en continuidad con la visión de Jerusalén o Sión como madre y la idea de personificar instituciones, ciudades, o naciones con rasgos femeninos, los cristianos han desarrollado la imagen de la Iglesia como madre. Por ejemplo, san Cipriano afirma que “nadie puede tener a Dios como Padre si no tiene a la Iglesia como Madre” (Habere iam non potest Deum patrem qui ecclesiam non habet matrem), mientras que san Agustín habla del “vientre de la Iglesia Madre”, (uterus matris ecclesiae), y de la Iglesia como “nuestra verdadera madre” (mater nostra vera). Esta metáfora permitió que todos los bautizados se consideraran hijos de una misma madre y por tanto hermanos.

Esta lista, a la que se podrían añadir otros ejemplos, no pretende restar importancia a los roles físicos relacionados con el embarazo, el parto y la lactancia, sino que pretende introducir tres consideraciones importantes.

Primero, asegura a todas aquellas a quienes les han dicho que lo más importante que puede hacer una mujer es tener hijos, (y que por motivos físicos o personales no pueden ser madres biológicas), que no son unas fracasadas. El parámetro bíblico para la mujer no es ante todo la maternidad: es la fidelidad. Así lo sienten las religiosas, la mayoría de las cuales no han tenido hijos.

Líderes internacionales como Julia Gillard, Park Geun-hye y Angela Merkel, que no han tenido hijos, han llegado a ser acusadas de falta de compasión o de no actuar como mujeres. Como Miriam y Débora, Esther y Judith, Febe y Junia, su liderazgo tendría que haber sido celebrado por sus comunidades.

Por último, dado que las funciones maternales del embarazo, el parto y la lactancia en la Biblia se extienden metafóricamente también a los hombres, podemos colegir que los hombres también tienen la responsabilidad de cuidar a los hijos. El cuidado de los niños, dadas estas imágenes, no debería ser algo que pertenezca solo a las mujeres.

de Amy-Jill Levine