La Reflexión
La teología incómoda
Marsella, ciudad costera y portuaria, se parece a mi ciudad Palermo, en Sicilia, una isla en el corazón del Mediterráneo. Y son a la vez lugar de llegada y de acogida de muchos migrantes en busca de una vida mejor. Los Encuentros del Mediterráneo en Marsella fueron una oportunidad para poner en común distintas historias migratorias, reflexiones teológicas y experiencias de diálogo intercultural. Por este motivo, con algunos profesores, en representación de la Facultad de Teología de Sicilia, junto con teólogos de las diferentes orillas del Mare nostrum, hemos elaborado y firmado el Manifiesto por una teología del Mediterráneo.
El Mediterráneo no es solo el mar en cuyas orillas nacieron las tres grandes religiones monoteístas: el islam, el judaísmo y el cristianismo, sino que también lo son las ciudades que asoman a sus orillas, ciudades cada vez más híbridas y complejas donde se mezclan diferentes culturas y religiones. Como teólogas, nos sentimos interrogadas por el contexto mediterráneo. No somos nosotras quienes conformamos el contexto, sino que es el Mediterráneo el que nos obliga a escucharlo y nos indica nuestras responsabilidades éticas ante la historia. Nos habla de un cambio de época, de una nueva humanidad mestiza que lleva en sí algunos valores comunes a las experiencias y vidas de las mujeres. Es un encuentro del que emerge una nueva forma de hacer teología a partir de los descartados de la humanidad.
El Mediterráneo pide que la teología sea humilde, “concreta”, no como un laboratorio sino capaz de atravesar las calles de nuestras ciudades, barrios marginales y lugares de conflicto. Invita a que no sea neutral, sino capaz de posicionarse del lado de los más débiles y vencidos de la historia. Una teología de frontera, con un enfoque transgresor hacia las lógicas de poder y hegemonías geopolíticas que crean la esclavitud moderna. Es ese Magnificat de María encarnado en el Mar Mediterráneo, en las heridas de las guerras que atraviesan sus costas desde la Franja de Gaza, hasta Siria o el Líbano, y las muchas otras guerras del mundo. Es el Magnificat de las mujeres que lloran por sus hijos, de donde surge un gemido que pide ayuda y paz.
El testimonio de sor Grazia, que vive y enseña en el Líbano, se convierte en un pasaje imprescindible de reflexión sobre la necesidad de una teología que supere el “divorcio con la práctica”; que denuncie la falta de derechos universales y de ciudadanía plena en muchas partes del mundo; y que promueve la justicia social. Cuando no hay derechos reconocidos no puede haber diálogo interreligioso ni intercultural en reciprocidad, sino solo relaciones asimétricas de dominación entre un pueblo y otro que conducen a la violencia y a las guerras.
La palabra Mediterráneo significa “entre las tierras”, la teología del “entre” es una teología capaz de mediar en los conflictos, que sabe escuchar y que no teme a la diversidad, acogiéndola como elemento vital. Las mujeres mediterráneas han desarrollado un papel de mediación, una inteligencia relacional que las hace protagonistas desde abajo y desde sus contextos en la construcción de caminos de paz.
Al Palais du Pharo, los voluntarios de Mediterranea Saving Humans hablaron de la difícil tarea de salvar las vidas humanas de los naufragios. Plantearon también una pregunta incómoda: ¿qué puede hacer la teología frente a este genocidio? Su testimonio nos ofrece la clave para comprender que en el corazón del Mediterráneo nos enfrentamos al misterio de algo más grande que nosotros: participar en la historia de la salvación del pueblo de Dios, convirtiéndonos evangélica y realmente en “pescadores de hombres”.
Las palabras del Papa Francisco son inequívocas: el Mediterráneo no puede transformarse “de cuna de la civilización a tumba de la dignidad”. El Mediterráneo pide a la teología que ponga las manos en las heridas de quienes sufren, como tantas mujeres que pasaron por los campos de concentración en Libia, víctimas de abusos y cuyas historias atesoro como perlas preciosas. Al llegar a nuestras ciudades, su vida no es fácil, pero logran renacer con sus hijos y volver a tejer los hilos de sus vidas. La celebración conclusiva de los Encuentros del Mediterráneo fue la fiesta de los pueblos sin fronteras capaces de reconocerse en la belleza de la diversidad. “Sed un mar de bien para afrontar la pobreza de hoy con una sinergia de solidaridad; sed un puerto acogedor para abrazar a quienes buscan un futuro mejor; sed un faro de paz para atravesar, a través de la cultura del encuentro, los oscuros abismos de la violencia y la guerra (Papa Francisco)”.
de Anna Staropoli
Socióloga, Instituto de formación política Pedro Arrupe de Palermo