«No nos rindamos»: al finalizar el Ángelus del domingo 29 en la plaza de San Pedro, el Papa exhortó a seguir invocando la paz para Ucrania, para Palestina e Israel y por las otras regiones en guerra para que «nadie renuncie a la posibilidad de detener las armas» y «cesen el fuego». Asomado a medio día a la ventana del Estudio privado del Palacio apostólico vaticano, antes de recitar la oración mariana con cerca de 20 mil fieles presentes y con los que le seguían a través de los medios, Francisco había comentado - como es habitual - el Evangelio dominical, deteniéndose en el mandamiento del amor (Mateo 22, 34-40).
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy nos habla del mayor de los mandamientos (cfr. Mt 22, 34-40). Un doctor de la ley interroga Jesús sobre este tema, y Él responde con el “gran mandamiento del amor”: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente [… y] a tu prójimo como a ti mismo» (vv. 37.39). Amor a Dios y al prójimo, inseparables el uno del otro. Detengámonos un momento para reflexionar sobre esto.
El primero: el hecho que el amor al Señor viene antes que nada nos recuerda que Dios siempre nos precede, nos anticipa con su infinita ternura (cfr. Jn 4,19), con Su cercanía, con Su misericordia, porque Él siempre está cerca, es tierno y misericordioso. Un niño aprende a amar en el regazo de la mamá y del papá, y nosotros lo hacemos en los brazos de Dios: dice el Salmo (131,2), «como un niño tranquilo en el regazo de su madre», así debemos sentirnos en los brazos de Dios. Y allí, absorbemos el cariño del Señor; allí encontramos el amor que nos empuja a donarnos con generosidad. Lo recuerda San Pablo cuando dice que la caridad de Cristo tiene en sí una fuerza que nos empuja a amar (cfr. 2 Cor 5,14). Y todo comienza a partir de Él. No puedes amar seriamente a los demás si no tienes esta raíz, que es el amor de Dios, el amor de Jesús.
El segundo aspecto que se desprende del mandamiento del amor. Vincula el amor a Dios al amor al prójimo y significa que, amando a los hermanos, nosotros reflejamos, como espejos, el amor del Padre. Reflejar el amor de Dios, aquí está el centro de la cuestión; amarle a Él, a quien no vemos, a través del hermano, a quien vemos (cfr. 1 Jn 4,20). Un día, un periodista preguntó a santa Teresa de Calcuta si creía que estaba cambiando el mundo con lo que hacía, y ella le respondió: «¡Yo no! ¡Yo nunca pensé en cambiar el mundo! Solamente intenté ser una gota de agua limpia en la que pudiera brillar el amor de Dios» (Conferencia de prensa para la entrega del Nobel por la Paz, 1979). Así fue como ella, tan pequeña, pudo hacer tanto bien: reflejando, al igual que una gota, el amor de Dios. Y si, a veces, mirándola a ella y a otros santos, llegamos a pensar que son héroes inimitables, pensemos en esa pequeña gota – el amor es una gota que puede cambiar muchas cosas. ¿Y cómo se hace eso? Dando el primer paso, siempre. A veces no es fácil dar el primer paso, olvidar cosas, dar el primer paso – hagámoslo. Esta es la gota: dar el primer paso.
Por eso, queridos hermanos y hermanas, pensando en el amor de Dios que siempre nos precede, podemos preguntarnos: ¿soy agradecido al Señor, que es el primero en amarme? ¿Siento el amor de Dios y Le estoy agradecido? Y: ¿intento reflejar su amor? ¿me esfuerzo por amar a mis hermanos y hermanas, por dar este segundo paso?
Que la Virgen María nos ayude a vivir el gran mandamiento del amor en nuestra vida cotidiana: amar y dejarnos amar por Dios y amar a nuestros hermanos
Después del Ángelus, el Papa relanzó el llamamiento de paz por Palestina e Israel y por las otras regiones en guerra y aseguró cercanía a la población mexicana de la zona de Acapulco, devastada por un huracán. Finalmente saludó a los grupos presentes.
¡Queridos hermanos y hermanas!
Doy las gracias a todos los que – en tantos lugares y de distintas maneras – se unieron a la Jornada de ayuno, oración y penitencia que vivimos el viernes pasado, pidiendo por la paz en el mundo. No nos rindamos. Sigamos rezando por Ucrania y también por la grave situación en Palestina e Israel y otras regiones en guerra. En Gaza, en particular, que haya espacio para garantizar la ayuda humanitaria y que los rehenes sean liberados inmediatamente. Que nadie renuncie a la posibilidad de detener las armas. Que cesen el fuego. El Padre Ibrahim Faltas – lo acabo de escuchar en el programa "A Su Imagen"- el padre Ibrahim dijo: "¡Alto el fuego! ¡Alto el fuego!". Es el Vicario de Tierra Santa. Nosotros también, con el padre Ibrahim, decimos: ¡Alto el fuego! ¡Deténganse, hermanos y hermanas! ¡La guerra es siempre una derrota, siempre!
Estoy junto a la población de la zona de Acapulco (México), azotada por un huracán muy fuerte. Rezo por las víctimas, por sus familias y por los que han sufrido graves daños. Que Nuestra Señora de Guadalupe sostenga a sus hijos en la prueba.
Saludos a todos ustedes, romanos y peregrinos de Italia y de muchas partes del mundo. Saludo en particular los padres de “figli in Cielo” (“hijos en el Cielo”) de Torano Nuovo, los fieles de Campana, el grupo vocacional “Talità kum” de la Parroquia romana de San Juan de los Florentinos, los jóvenes de confirmación de Eslovenia y aquellos de Gandosso, así como la peregrinación de las Hijas de San Camilo y de los Ministros de los Enfermos.
A todos ustedes les deseo un buen domingo. Por favor, no olviden rezar por mí. ¡Buen almuerzo y adiós!